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Imagen por cortesía de © Columbia Pictures | Sony Pictures España

#CriticadeMiedo

Escape Room 2: Mueres por salir

Secuela de un éxito de taquilla inesperado de 2019, obra de un director reconocido por su ópera prima la interesantísima La posesión de Deborah Logan (2014), que contiene todos los elementos de su predecesora y poco más. Si entonces la premisa de meter a un grupo de desconocidos en una escape room y someterlos a tormentos reales resultó algo entretenido, ahora la mecánica tiene aún menos sentido y menos lógica narrativa, convirtiendo a esta secuela en una especie de pastiche de rompecabezas cada vez más sádicos, pero aún sin llegar al extremo del torture porn, y un elenco de personajes subdesarrollados y mal aprovechados.

Título original: Escape Room: Tournament of Champions (USA, 2021) Color, 88 mins.
Director: Adam Robitel
Reparto: Taylor Russell, Logan Miller, Isabelle Fuhrman, Holland Roden

★✰✰✰ Escape Room: Tournament of Champions (2021) on IMDb


El concepto de sleeper en el universo cinematográfico se refiere a una cinta que alcanza un éxito inesperado de audiencia gracias sobre todo al boca a boca como promoción, cuando fue estrenado el film Escape Room (2019) crítica, rápidamente se convirtió en el primer sleeper del año dado su estreno en la primera semana de enero, por mucho que la fórmula conceptual de meter a un grupo de desconocidos en una habitación cerrada y someterlos a desafíos mentales y tormentos reales no fuera nada novedosa, habida cuenta del éxito de films como La habitación de Fermat (2007) de Luis Piedrahita y Rodrigo Sopeña o Saw (2004) y todas sus imitaciones. Sin embargo, el realizador Adam Robitel, reconocido por su ópera prima la interesantísima La posesión de Deborah Logan (2014) , supo adaptar dicho formato, acuñado un año más tarde como Torture Porn por el crítico David Edelstein, en un film mucho más liviano en cuanto a gore pero con idéntica carga emocional y tensión.

Estrenada esta vez en verano, por culpa de la pandemia, Escape Room 2: Mueres por salir trata de aprovecharse una vez más de ello y vuelve a encerrar en un intrincado laberinto de escenarios mortales a un grupo variopinto de personajes para que traten de salvar su vida y, al mismo tiempo, vayan descubriendo detalles sobre la identidad de quién se encuentra detrás de los macabros juegos. Pero, si en la primera parte la segmentada mecánica de saltar de una habitación a otra como única estructura narrativa tenía cierta gracia, ahora resulta una especie de pastiche de rompecabezas, cada vez más sádicos, que rápidamente degenera en la redundancia de situaciones que a medida que avanza la trama van perdiendo potencial, debido sobre todo a la enorme desigualdad en la dinámica de cada una de ellas. Parece obvio que no tienen la misma capacidad de sobrecoger un claustrofóbico vagón de metro electrificado o el amplio vestíbulo de un banco surcado por láseres asesinos, que una postal veraniega de arenas movedizas.

Del mismo modo, si la entrega inicial presentaba a un grupo de personajes carismáticos, donde destacaba con luz propia la flamígera intensidad de Deborah Ann Woll o el contrapunto cómico de Tyler Labine, ahora tenemos a Taylor Russell y Logan Miller retomando sus papeles anteriores junto a un elenco de nuevos personajes absolutamente subdesarrollados y mal aprovechados, cuya única funcionalidad parece ser la de convertirse en las nuevas víctimas de las habitaciones mortales. No importa que el reparto incluya nombres como Isabelle Fuhrman, la siniestra niña de La huérfana (2009) de Jaume Collet-Serra, y los televisivos James Frain o Holland Roden, sin duda la más interesante de todos. Adam Robitel hace un esfuerzo por no hacer valer a ninguno de ellos y eso que, como el mismo título indica, se trataría de los campeones de otros torneos anteriores, más centrado en que la trama transcurra a un ritmo atropellado que en profundizar en las vidas pasadas de los sacrificados.

A menudo, la obstinación que demuestra el género fantaterrorífico por las secuelas, sagas y reinvenciones ha dado origen a algunas películas inolvidables y a otras, una buena mayoría, no tanto. Estas últimas son fundamentalmente aquellas que regresan a los mismos lugares, siguiendo punto por punto la hoja de ruta marcada por sus predecesoras, y se olvidan de la premisa básica de que toda continuación debe ser, por definición, evolutiva. Escape Room 2: Mueres por salir pertenece a la categoría continuista, sin extraer ni un ápice más del necesario de una historia que, ya de por sí, resultaba absolutamente ilógica. Cabe destacar además que existen dos versiones de la misma película con diferente duración, prólogo y desenlace alternativos, con la eliminación de la sorpresiva reaparición del personaje interpretado por Deborah Ann Woll, supuestamente fallecida en la primera entrega.




terrorbit
terrorbit
Escritor y amante de cine de terror. Superfan de las películas de zombies, cuantos más zombies, mejor. Desde mis ojos, cuatro décadas viendo cine de terror os contemplan.