Título original: Mindcage (ESP, 2023) Color, 119 mins.
Director: Mauro Borrelli
Reparto: Martin Lawrence, Melissa Roxburgh, John Malkovich, Robert Knepper
En un momento en el que la industria cinematográfica está dominada por versiones, reinicios y homenajes a otras épocas del cine, no parece descabellado que una película sobre un asesino imitador se inspire en la década de los 90. Películas de suspense más o menos terroríficas como El Silencio de los Corderos (1991) , Seven (1995) o Copycat (1995) se convirtieron en éxitos de taquilla y en un referente para numerosas imitaciones que presentaban a psicópatas con motivaciones complejas y trataban de sorprender al espectador con giros inesperados.
Con la base puesta en un asesino en serie que disfraza a sus víctimas de ángeles, Mindcage, dirigida por el cineasta y artista visual italiano Mauro Borrelli, introduce a un brillante asesino en serie conocido como «El Artista» (John Malkovich) que acepta ayudar a una pareja de detectives (Martin Lawrence y Melissa Roxburgh) a capturar a otro psicópata que está imitando el modus operandi de sus crímenes sobre el cuerpo de trabajadoras del sexo.
Las inspiraciones cinematográficas, incluso cuando se convierten casi abiertamente en un plagio, no son necesariamente algo descartable a priori. Mindcage parece sacada directamente de un descarte de guion del clásico de Jonathan Demme, desde las floridas conversaciones entre Malkovich y Roxburgh en la celda del primero, como método para avanzar en la investigación (confesión mediante de las pesadillas de la infancia de Roxburgh), hasta el enfrentamiento final entre la ambiciosa detective y el asesino imitador en un espacio laberíntico y tenebroso. El guion de Reggie Keyohara III resulta desoladoramente genérico y carente de cualquier originalidad, poblado de clichés (como el manido concepto de que los asesinos en serie son personas manipuladoras y de alto coeficiente intelectual) y de unos personajes unidimensionales, sin que Borrelli explore sus contextos en profundidad. Peor aún, Melissa Roxburgh, una actriz canadiense con muy poco bagaje interpretativo, se muestra como un refrito de Clarice Starling, carece de química con el resto del reparto y, particularmente, con Martin Lawrence (quien parece tener dificultades para interpretar a un personaje serio y a menudo parece estar fuera de su elemento), por lo que el manido tropo de la pareja de policías de personalidades opuestas no termina de asentar. Incluso se suma al despropósito del reparto, la interpretación inusualmente plana de John Malkovich, aunque al menos trata de alejarse del Hannibal Lecter de El silencio de los corderos.
Narrativamente hablando, parece querer asomar en Mindcage un cierto trasfondo religioso, con la fe como motor impulsor de las motivaciones de los personajes a diferentes niveles. El Artista cree ser un elegido por Dios para repartir justicia divina, la pareja de detectives se enfrentan en su acercamiento a la fe cristiana: una atea confesa, pero con marido devoto, y el otro buscando consuelo espiritual mientras oculta un libro sobre exorcismos en la guantera. Y, por último, el nuevo asesino que se identifica con Samael, el ángel de la muerte. Borrelli viste a sus víctimas de ángeles, utiliza el vestuario, la imaginería y la simbología para establecer ese trasfondo e, incluso, plantar pistas sobre la identidad del imitador, pero todo resulta demasiado superficial. Como si a Mauro Borrelli le interesase más mostrar sus diseños conceptuales sobre las víctimas del asesino, que explorar la vía religiosa/espiritual. No en vano, el primero de estos retablos aparece ya en la escena inicial.
Mindcage es, en resumen, un nada inspirado compendio de clichés de los films sobre detectives a la caza de asesinos en serie, cuyo endeble guión parece haber sido rescatado de un archivador con la etiqueta «Años 90» y puesto en pantalla sin ningún tipo de revisión, por lo que todo resulta anticuado y con abundancia de diálogos trillados y pistas absurdas (como ese volumen descatalogado del pintor El Bosco que aparece como si tal cosa, no en el archivo reservado de una biblioteca nacional o propiedad de un librero anticuario especializado, sino en las estanterías de una vulgar biblioteca pública). Tristemente, Mindcage no alcanza ni de lejos un nivel cinematográfico aceptable.