Título original: The Last Breath (UK/CAN/SWE, 2024) Color, 96 mins.
Director: Joachim Hedén
Reparto: Kim Spearman, Jack Parr, Alexander Arnold, Erin Muller
Con la llegada del verano, volvemos a sumergirnos en la temporada de películas de tiburones asesinos y demás criaturas marinas dispuestas a aterrorizar a los amantes del cine de horror acuático. Y, precisamente, para aquellos que buscan esa dosis de adrenalina característica de este subgénero, llega la más reciente adición al sharksploitation, lista para conquistar nuestras pantallas desde el catálogo de Amazon Prime Video.
El último aliento está dirigida por el cineasta sueco Joachim Hedén, un director familiarizado con rodajes submarinos. En su filmografía destaca Atrapada en las profundidades (2020) , un thriller de supervivencia submarina con una premisa fundamental muy sencilla: dos hermanas se enfrentan a una angustiosa carrera contrarreloj cuando una de ellas queda atrapada en el fondo del mar de Noruega. Con su nueva película, en lugar de seguir nuevamente el camino del thriller claustrofóbico, Hedén opta por explorar el subgénero de tiburones, infundiendo frescura al mezclar elementos del cine de aventuras marinas y de naufragios. Además de contar con la complejidad técnica de filmar en espacios confinados bajo el agua.
La historia de El último aliento sigue a Noah (Jack Parr), un joven cazador de tesoros que ha dedicado su vida a localizar un buque de guerra estadounidense hundido durante la Segunda Guerra Mundial, y que finalmente lo encuentra en las aguas de las Islas Vírgenes Británicas, con la ayuda del capitán Levi (Julian Sands, en su último papel cinematográfico), dueño de una pequeña compañía de buceo en apuros financieros. La visita de un grupo de amigos, entre los que se encuentra un millonario tecnológico, le permitirá a Noah la posibilidad de salvar el negocio y financiar el salvamento a cambio de explorar los restos del barco con ellos. Pero lo que comienza como una aventura prometedora rápidamente se convierte en una pesadilla cuando el grupo descubre que no están solos, y un enorme tiburón ronda las oscuras aguas que rodean los restos del naufragio, convirtiendo la expedición en una desesperada lucha por la supervivencia.
Inicialmente, El último aliento se presenta con la apariencia de la típica película de serie B sobre los peligros inherentes al submarinismo, en la que un grupo diverso de personajes se lanza a una aventura de buceo en busca de emociones extremas, solo para encontrarse con las consecuencias de su temeridad. Sin embargo, entrados en la segunda mitad, el director Joachim Hedén introduce elementos familiares del cine de tiburones, que recuerdan notablemente a A 47 metros (2017) , un thriller sobre dos hermanas quedan atrapadas en una jaula rodeada de tiburones con sus tanques de oxígeno al mínimo, y especialmente a su secuela A 47 metros 2: el terror emerge (2019) , en la que varias amigas se quedan atrapadas en un sistema de cuevas submarinas acechadas por escualos asesinos. Hedén toma prestados recursos de estas películas para intensificar la atmósfera claustrofóbica y el suspenso de su propia historia.
Apoyado en estos referentes y en la experiencia previa de Joachim Hedén y y el director de fotografía Eric Börjeson, con quien ya colaboró en Atrapada en las profundidades, el trabajo de cinematografía submarina es uno de los aspectos más cuidados de El último aliento, capturando eficazmente el peligro y la opresión que experimentan los personajes, maximizando el ambiente de naufragio a través de espacios de aire, oscuros corredores y estancias sumidas en las sombras. En este sentido, la película ofrece escenas de gran impacto visual, como una intervención médica realizada bajo el agua en la que los tiburones rodean amenazantes y la sangre tiñe el entorno en un inquietante juego de luces.
Sin embargo, aunque su esfuerzo por transmitir la tensión claustrofóbica y la amenaza latente de bucear en los restos de un navío militar en el que es sencillo perderse en los laberínticos pasillos, logra mantener el interés visual y dramático de la historia, en última instancia, Hedén no consigue eludir uno de los desafíos habituales de las películas de acción subacuática: la dificultad de identificar a los personajes cuando llevan el equipo de buceo. Esto, agravado por la oscuridad constante del entorno submarino, complica la narrativa, haciendo que la acción y el suspense pierdan ocasionalmente claridad y fluidez.
Por otra parte, el desafío recurrente en las películas de tiburones que surje a la hora de diseñar los propios escualos, representa una dificultad añadida que el director tampoco sabe solventar con solidez. En numerosas ocasiones, este tipo de películas optan por utilizar efectos prácticos, que aunque permiten a los actores interactuar físicamente con los tiburones y facilitan reacciones más auténticas, suelen restringir el rango de acción y expresión de estos depredadores, pero Hedén se decide por el uso de efectos digitales que amplían las posibilidad de movimiento, pero a menudo suelen resultar artificiales a la vista de los espectadores. Los cuestionables CGI proporcionados por la compañía Filmgate VFX resultan demasiado invasivos y no consiguen alcanzar el realismo necesario para generar verdadero terror.
Otro de los puntos más débiles de El último aliento es el desarrollo de sus personajes, que adoptan comportamientos poco racionales, tomando decisiones absurdas que solo sirven para empujar la trama hacia nuevas situaciones de riesgo. Los diálogos estereotipados y las interpretaciones poco inspiradas tampoco ayudan a elevar la credibilidad de sus interacciones, limitando así la conexión emocional del espectador con los personajes. Esta falta de empatía reduce el impacto de los momentos de tensión, ya que el público difícilmente llega a preocuparse genuinamente por la supervivencia del grupo en su lucha bajo el agua.
En términos generales, El último aliento cumple con las convenciones esenciales del género de terror acuático y, en particular, del subgénero de tiburones asesinos. Aunque no ofrece grandes novedades, puede resultar entretenida para los seguidores de este tipo de historias. Además de contar con una atmósfera envolvente que funciona en algunos momentos y de la presencia del actor británico Julian Sands en su último papel, antes de su trágico fallecimiento. Sin embargo, y a pesar de su evidente calidad visual, los defectos reseñados resultan obstáculos importantes a la hora de dejar alguna impresión positiva en la gran mayoría de los espectadores.