Título original: Frankenstein (USA, 2004) Color 88 mins.
Director: Marcus Nispel
Reparto: Parker Posey, Vincent Perez, Michael Madsen, Thomas Kretschmann
En 2004, el prolífico escritor norteamericano Dean Koontz coescribió junto a Kevin J. Anderson una reinvención gótica posmoderna del clásico de Mary Shelley, que luego se convertiría en una trilogía, y más tarde en una saga de cinco novelas. Ambientada en la Nueva Orleans de principios del siglo XXI, la saga enfrentaba al monstruo original contra el mismísimo doctor Víctor Frankenstein y dos detectives de homicidios que investigan una serie de macabros asesinatos, cometidas por un asesino en serie al que apodan ‟El cirujanoˮ, donde las víctimas aparecen mutiladas y con algún órgano interno menos.
Producida y concebida por la cadena televisiva norteamericana USA Network como el episodio piloto de una serie de terror contemporáneo, dirigida por Marcus Nispel, a quien el buen aficionado recordará por su redux de La matanza de Texas (2003) , que no tuvo el éxito esperado y se quedó en un telefilme atmosférico pero terriblemente aburrido y monótono. Fundamentalmente, porque Nispel parece estar más interesado en el estilo por encima de la sustancia y rueda un thriller con aspecto de videoclip musical, abiertamente inspirado en la imaginería visual y la gama cromática de Seven (1995) , pero claramente inferior, estableciendo una película más cercana al cine de asesinos en serie que al de monstruos clásicos o criaturas sobrenaturales.
Para colmo, lo que parecía un reparto de relumbrón con nombres como Vincent Perez, Parker Posey, Michael Madsen, Adam Goldberg o Ivana Milicevic, se convierte en su mayor lacra pues sus cansinas interpretaciones no están a la altura de su reputación. En especial, un Michael Madsen desmotivado y una sobrevalorada Parker Posey, cada vez más convencional en sus decisiones laborales.
En definitiva, Frankenstein Evolution es una película en la que nada funciona, que va dando tumbos a causa de su apropiación visual de producciones mayores y la redundancia narrativa de un guión confuso y empaquetado en menos de 90 minutos, que trata de aprovechar lo que por defecto ya es una mala idea: ambientar una historia dolorosamente clásica en la era moderna, recurriendo a códigos genéticos y pantallas de ordenador para mantener el espíritu de la historia. Y cuyo abrupto e incompleto final, sin duda motivado por esa condición de episodio piloto, tampoco ayuda en absoluto.