Título original: Jigsaw (CAN/USA, 2017) Color 92 mins.
Director: Michael Spierig, Peter Spierig
Reparto: Matt Passmore, Callum Keith Rennie, Hannah Emily Anderson, Laura Vandervoort
Siete años después de su última entrega, vuelve a la gran pantalla la saga creada por James Wan y Leigh Whannell. La octava entrega de la saga iniciada en Saw (2004) vuelve a repetir la fórmula del torture porn y la premisa, enormemente sencilla pero efectiva, que se centraba en la serie de juegos mortales a los que el asesino en serie conocido como Jigsaw sometía a sus víctimas y la engañosa moralidad de los justicieros para buscar complicidad en el espectador. Ahora, diez años más tarde, de producirse la muerte de Jigsaw, un nuevo grupo de desconocidos son secuestrados y torturados para confesar sus pecados y culpas, con el mismo modus operandi del asesino. Mientras tanto, una pareja de detectives de homicidios tratarán de capturarle y averiguar si es el verdadero o un imitador.
Estructuralmente hablando, Jigsaw no aporta nada nuevo a la saga, con los crueles y sangrientos rompecabezas desarrollándose en paralelo a una investigación policial sin apenas interés para el espectador, aunque resulta evidente que sus directores, los hermanos Spierig, a quienes les debemos algunas películas de género como Los no muertos (Undead) (2003) o Daybreakers (2009) , se han preocupado especialmente en reducir el énfasis en los artificios sanguinolentos o la ingeniosidad de las trampas mortales, para concederlo a las víctimas de Jigsaw y sugerirnos que quizás algunas de ellas no merezcan el sádico castigo. Un inteligente ardid narrativo, si tenemos en cuenta que el principal interés de la saga se reducía a la sofisticación y la truculencia de los asesinatos y que, al mismo tiempo, el juego con la identidad del asesino va perdiendo interés a medida que avanza la trama; sobre todo porque la incursión del personaje interpretado por Hannah Emily Anderson no termina de convencer ni al más fanático de la saga, y la presencia de Tobin Bell, alias Jigsaw, ya no es suficiente.
En lo visual, Jigsaw se acerca mucho a la estética de la saga pero, al mismo tiempo, también ha tratado de huir de las señas de identidad tan reconocidas, como la gama de colores fríos, iluminados en su mayoría con saturadas luces de neón. Para ello disfrutamos de más exteriores, sobre todo en la parte de la investigación policial, y de una paleta más cálida en la parte de los rompecabezas. Sin ser realmente un reinicio o reboot, ni tampoco una secuela tradicional, es difícil ubicar a Jigsaw dentro del universo de la saga y esto hace que resulte un tanto confusa, porque tampoco es que los hermanos Spierig hayan rodado un film completamente autónomo o se hayan preocupado por vigilar las inconsistencias de la historia. Hay que añadir, además que el supuesto giro sorpresa del desenlace resulta rematadamente anticlimático y muy manido.
En definitivas cuentas, Jigsaw es una secuela fallida. Del mismo modo, que es un reinicio de saga ineficaz. Resulta fallida como secuela porque es incapaz de engancharse narrativamente hablando a Saw VII 3D (2010) , e ineficaz como reboot porque casi pareciera que se plagiase a sí misma y no termina de ofrecer nada nuevo que enganche a los espectadores despistados que no conozcan la franquicia. Con todo, resulta igualmente cierto que al menos tiene algunos elementos disfrutables por el aficionado, como el hecho de trasladar las torturas de los gélidos laberintos anteriores a una atmósfera de granja/matadero, en un evidente homenaje a La matanza de Texas (1974) de Tobe Hooper. O el ritmo de la acción, que avanza ligero, consiguiendo que los errores no se noten demasiado y esa sensación de urgencia tan necesaria para darle interés a la parte de la investigación criminal.