Título original: Stray (USA, 2019) Color, 89 mins.
Director: Joe Sill
Reparto: Karen Fukuhara, Christine Woods, Ross Partridge, Miyavi
Interesante pero fallido thriller sobrenatural sobre una detective de policía que investiga la misteriosa muerte de una mujer asiática cuyo cadáver aparece completamente solidificado y se topa con una maldición ancestral arraigada en el folclore y el supuesto poder místico de la caligrafía japonesa o kaisho, que afecta a la familia de la víctima.
Debut en la dirección del realizador Joe Sill, este cuento sobrenatural es una hábil mezcla de cine policíaco y suspense de tintes fantásticos, que narrativamente hablando resulta algo confusa, pero es capaz de mantener el tono entre fantástico y terrorífico con soltura. Sobre todo, gracias al excelente trabajo de cámara y a una puesta en escena muy cuidada, con un uso de las sombras y una paleta de colores más que acertados.
Fundamentalmente, el mayor problema que presenta una película como Stray es que, una vez establecidas las bases sobrenaturales de la historia y enfrentadas al empleo de la lógica de una investigación policial, el guión tienda a caer en atajos narrativos para proseguir con el relato y termine por evitar los aspectos fantásticos para centrarse en los policiales. En el caso del realizador Joe Sill, nunca se preocupa de explicar a los espectadores qué es o cómo funciona el elemento sobrenatural que caracteriza a los asesinatos para centrarse más en el misterioso culpable. Lo cual hace que el argumento resulte un tanto desequilibrado y sobre todo muy decepcionante, y a final todo parece más un episodio alargado de En los límites de la Realidad (TV 1959–1964), pensado para atraer al público objetivo de Netflix, la plataforma de vídeo bajo demanda o VOD que la produce, que un largometraje con ciertas pretensiones. Mención especial merece su pareja protagonista, Christine Woods y Karen Fukuhara, ambas establecen una buena química entre ellas y sus sólidas interpretaciones ayudan más a la dinámica de la historia que el uso de unos efectos digitales un tanto lastrados por la falta de presupuesto.
En definitiva, a pesar de sus defectos más obvios, esta curiosa combinación de folclore fantástico japonés y de cine de suspense norteamericano resulta tan original y entretenida como cabría esperar.
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