I Trapped the Devil

I Trapped the Devil, escrita y dirigida por Josh Lobo, ha sido una de las sorpresas del cine independiente más interesantes de 2019. Se trata de un convincente y elegante thriller de terror psicológico sobre un hombre que cree tener retenido en su sótano al mismísimo Satanás o quizás sea todo fruto de su paranoia.

Ben Lovett, el encargado de escribir la partitura para Lakeshore Records, es uno de esos nombres que tienes que reconocer si te gustan las bandas sonoras terrorífica. Compositor veterano que comprende perfectamente la importancia de la música en el género terrorífico y que cuenta en su filmografía con las partituras de The Wind (USA, 2018) y El ritual (UK/CAN, 2017), donde la música se combina magistralmente con las imágenes para crear la tensión necesaria y dejarnos esa sensación de nudo en el estómago tan buscada en una película de terror.

I Trapped the Devil es una partitura que mezcla espeluznantes sonidos ambientales, discordantes letanías electrónicas y pulsantes melodías de piano que chocan entre sí y se filtran a través de toda la película para abrazar por completo la oscuridad de la historia. Con una película que se mueve dentro de los derroteros del minimalismo y que sugiere más que muestra la tensión y las dudas de tener al Diablo encerrado dentro de un escenario claustrofóbico, la banda sonora no podía ser muy grandilocuente, ni estar repleta de alegres melodías orquestales, así que Lovett recurre a esa amalgama instrumental que resulta opresivamente oscura. Es una partitura muy sombría, y eso se nota desde la primera pista «I Trapped the Devil». Lo cual es importante porque la película se mantiene contenida hasta el tercer acto y, aun así, la acción sigue siendo un asunto más sutil que otra cosa. Con todo, a medida que la película avanza también crecen las discordancias y los pianos sordos, como en «Meet the Devil», donde Lovett compone una canción de cuna para adultos, juguetona y siniestra, como el personaje al que va dedicada.

En resumen, I Trapped the Devil es una banda sonora increíblemente atmosférica que comienza en tono bajo y va en crescendo hasta el desenlace final, donde la partitura de Lovett inspira imágenes satánicas de cruces en llamas. Ben Lovett sabe exactamente cómo manipular los nervios de sus oyentes, cuando debe suavizar la música durante los momentos más sombríos y cuando hacerla chirriar en todo su esplendor. Lovett es posiblemente la estrella de una película que sin su música sería, de alguna manera, algo aburrida.

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