Título original: Eli (USA, 2019) Color, 98 mins.
Director: Ciarán Foy
Reparto: Kelly Reilly, Lili Taylor, Charlie Shotwell, Max Martini
Filme de terror sobrenatural sobre un niño gravemente enfermo que sufre un raro trastorno en su sistema inmunológico y que se muda con sus padres a un viejo y aislado caserón reconvertido en un centro médico privado, completamente esterilizado, donde puede caminar libremente y recibir el tratamiento que tanto anhela. Sin embargo, no pasará mucho tiempo antes de que empiece a sufrir terroríficas alucinaciones causadas por los efectos secundarios del tratamiento.
Dirigida por Ciarán Foy, un cineasta irlandés más conocido por dirigir Citadel (2012) y Sinister 2 (2015) , esta genérica historia de casas encantadas está plagada de sustos repetitivos y un montón de inconsistencias narrativas, como el siniestro y extravagante equipo médico que supuestamente está tratando de ayudar al niño y resulta un tanto aburrida y sin inspiración. Ni siquiera en el apartado interpretativo ofrece nada medianamente digno de mención, e incluso actrices como Lili Taylor o Kelly Reilly, por mucho talento que tengan, tienen poco que aportar. Además, las esporádicas apariciones de una Sadie Sink que parece autoparodiarse a sí misma, tampoco ayudan demasiado.
Dicho esto, no todo es malo en Eli, cuenta con una excelente producción, no en vano es una película salida de la factoría de Paramount, y un cuidadisimo y atmosférico estilo visual, que se nota, por ejemplo, en una escena concreta en el laboratorio donde el excelente trabajo de cámara nos ofrece una particular vista cenital que insinúa más sobre el verdadero sentido de la historia que todos los diálogos juntos. Además, la idea original cuenta, narrativamente hablando, con el adecuado potencial de suspense. Parte del mismo se intuye a lo largo del metraje, con la historia barajando diferentes perspectivas. ¿Realmente existe una fuerza sobrenatural que amenace al niño o todo son simples alucinaciones ocasionadas por el propio tratamiento experimental? Desde el principio, el guión intenta implantar en el espectador la sensación de que todos los personajes guardan algún tipo de secreto, lo cual resulta una buena idea si quieres crear una buena atmósfera de misterio.
Lo malo es que Ciarán Foy se las apaña para hacerlo todo más confuso que intrigante, repitiendo incesantemente los mismos artificios para asustar: espeluznantes reflejos que aparecen en espejos y ventanas o fantasmagóricas apariciones en pasillos mal iluminados. Todo ello hace que inexorablemente a atmósfera conseguida al principio de la película se deteriore muy rápidamente y acabe siendo todo muy cansino y plano. No resulta arriesgado sugerir que la primera media hora de Eli sea digna de ver, pero el resto consiste principalmente en una incesante repetición de sustos baratos, cuyo estilo visual parece extraído de un manual para principiantes de cine de terror nipón. Hasta el desenlace final, cuya supuesta revelación sorpresa se siente más como otro engañoso artificio de Ciarán Foy que un verdadero final inesperado.