Título original: Random Acts of Violence (USA/CAN, 2019) Color, 80 mins.
Director: Jay Baruchel
Reparto: Jesse Williams, Jordana Brewster, Jay Baruchel, Niamh Wilson
Especie de revisión moderna del género slasher, en forma de homenaje metareferencial, adaptación de una novela gráfica publicada por Image Comics y escrita por Justin Gray y Jimmy Palmiotti, sobre un escritor de cómics que inicia un viaje promocional a lo largo de la misma área geográfica donde el psicópata asesino de su novela comete sus sangrientas tropelías. No pasará mucho tiempo, antes de que una serie de enfermizos asesinatos en la vida real imiten aquellos descritos en el cómic y la policía sospeche que un imitador anda suelto en la autopista.
Dirigida por el también actor Jay Baruchel, Random Acts of Violence mantiene una buena atmósfera de slasher ochentero, sobre todo gracias al director de fotografía Karim Hussain y su maravilloso uso de filtros verdosos durante las escenas nocturnas que resulta realmente espeluznante. Además se recrea adecuadamente en el tratamiento de su villano, un asesino oculto tras una máscara de soldadura extremadamente violento y con preferencia por los escenarios solitarios y lluviosos para llevar a cabo sus crímenes. Unos asesinatos repletos de creatividad e imaginación y, sobre todo, de efectos prácticos donde el nivel de gore no es recomendable para los débiles de estómago.
Random Acts of Violence está interpretada por varios rostros conocidos del género, Jesse Williams, a quien hemos visto con anterioridad en La cabaña en el bosque (2011) o Jacob’s Ladder (2019) , Jordana Brewster, La matanza de Texas: El origen (2006) y Niamh Wilson, más reconocida por sus apariciones continuadas en la saga Saw, empezando por Saw III (2006) y abandonando la franquicia en Saw VI (2009) . No es un reparto especialmente estelar, ni remarcable, pero tampoco es su culpa.
El guión del propio Baruchel y Jesse Chabot no destaca precisamente por crear un buen puñado de personajes convincentes o que no resulten irremediablemente insípidos. Tampoco es que desarrolle demasiado en profundidad las preguntas que plantea sobre la malsana fascinación humana por la brutalidad y la responsabilidad del artista ante el efecto que imprime su arte en el público. En todo momento, Baruchel parece reticente a resolver tales cuestiones para perderse en giros de trama obvios y demasiado largos que enturbian el conjunto de la película.
Random Acts of Violence hubiese ganado muchos enteros de haber sido un poco más introspectiva o de haber elevado el grado metareferencial que impregna su premisa principal. En lugar de ello, se queda a medio camino entre el slasher descerebrado, donde la mayoría de sus personajes solo tienen como finalidad elevar el recuento de cuerpos y los asesinatos resultan sangrientos e implacablemente crudos, y el slasher artístico que trata de buscar obsesivamente la identificación subjetiva entre el autor y su público y cómo la violencia de la vida real se vuelve sensacionalista al ser transformada en materia prima para el arte. Desgraciadamente, sus mensajes resultan tan sutiles como la nihilista brutalidad de los asesinatos.