A principios de los 80, el hijo de un periodista y una pianista canadienses, alcanzó la popularidad más absoluta con la película Scanners (1981) . Una epopeya de cabezas que explotan y poderes psíquicos que convirtió a David Cronenberg en el gurú del horror corporal, de las mutaciones del cuerpo humano inducidas por la tecnología y la eterna batalla entre el cuerpo y la mente. Scanners es, en cierta medida, la «protosemilla» detrás de la última película de Brandon Cronenberg, el hijo del maestro.
Galardonada en el pasado Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges a la Mejor Película y la Mejor Dirección, Possessor Uncut se inspira en el espeluznante imaginario de su padre para revisar el mito de las posesiones en el contexto de la modernidad. Un film que es tanto visceral como cerebral y que se siente como un puñetazo en la boca del estómago mientras la estás viendo y que regresa para freír tu cerebro unos días más tarde. Possessor Uncut es una hábil mezcla de géneros: drama, horror, ciencia ficción… Un thriller brutal sobre una asesina profesional y un demoledor drama sobre la pérdida de la identidad. Es una película sobre gente que controla el destino de otro y sobre quienes son controlados. Posesores y poseídos. Y es este acercamiento al concepto de posesión lo que hace de Possessor Uncut una película muy especial.
La posesiones son probablemente el último gran mito de la religiones de todo el mundo. Como todo el mundo sabe, para que se den las condiciones de una posesión, un espíritu, alma o cualquier otra entidad desencarnada debe tomar el control interno, intermitente o permanente, del cuerpo de un ser humano. Para entonces, el poseído, muestra un comportamiento extraño, ajeno a su personalidad, que se atribuye al apoderamiento. Dependiendo de las religiones y creencias, los posesores son de origen demoníaco o simplemente, antinatural, como los ‘Oni’ japoneses o los ‘Jinn’ islámicos. Y las posesiones pueden ser involuntarias, cuando se producen contra la voluntad del poseído, o voluntarias cuando la persona busca la incorporación o posesión de manera intencionada de un alma inmortal.
A simple vista, Possessor Uncut no es, evidentemente, una película de posesiones. En ella no se habla de espíritus infernales, no hay adeptos que invocan seres espirituales para que tomen posesión de sus cuerpos. No hay argumentos paranormales, ni brujerías. Pero sí habla de poseedores y de poseídos. De personalidades posesoras que se incorporan a otras más débiles y las controlan físicamente para obligarlas a hacer actos en contra de su voluntad. O más bien, como si se ‘vistieran’ con la apariencia de la persona poseída y actuasen bajo su impresión.
Possessor Uncut tampoco se acerca al subgénero de posesiones desde el ángulo médico, no menciona en absoluto ningún trastorno mental relacionado con la posesión. No sugiere que las personas controladas por Tasya Vos (Andrea Riseborough) sufran algún trastorno psiquiátrico o tengan problemas de autoestima que les haga ser susceptibles de caer en la sugestión de que están siendo poseídos. De hecho, saben que lo son. El personaje de Colin Tate (Christopher Abbott) sabe que está siendo usado y lucha con todas sus fuerzas contra ello.
El término «posesión» viene de la locución latina ‘possessio’ que deriva del verbo ‘possidere’ que remite al acto de tener control sobre una cosa material. El possessor del título sería aquel que ejerce el control sobre el poseído, a menudo como producto de su imposición contra la voluntad de la víctima. Igual que los poseídos que alimentan el folclore cinematográfico no piden ser poseídos por sus demonios o espíritus maléficos, Colin es poseído involuntariamente por Tasya y obligado a cometer actos execrables. No tiene control sobre sí mismo y está sometido a una permanente tensión que le torna agresivo y violento, estableciendo con ello una continua situación de sumisión que sólo puede acabar de manera trágica.
Brandon Cronenberg se acerca al mito de la posesión desde un ángulo más tecno-biológico. Desde su perspectiva, el subgénero de posesiones se subvierte y se reorienta hacia el horror biológico y la tecnología transgresora. Esta tecnología transgresora y futurista es la que permite incorporar la voluntad de Vos en otras personas y transformarla inmediatamente en una marionetista cuyos hilos invisibles controlan la voluntad de sus víctimas. Possessor Uncut es una película sobre el control o, más bien, la pérdida progresiva de éste. Pero igualmente lo era, El exorcista (1973) de William Friedkin, donde los sacerdotes Merrin y Karras pugnan durante todo el metraje por recuperar el control sobre la niña Regan y exorcizarla de su demonio.
Todos los personajes de Possessor Uncut bailan al compás de esa lucha por el control. Todos los personajes se convierten en posesores o poseídos de la misma manera que todo el mundo es un posesor o un poseído en el mundo moderno. Tasya Vos, que trata por todos los medios de no perder a su familia, es posesora y, a su vez, está poseída por su adicción al trabajo. Colin Tate es poseído por Tasya, pero a su vez se convierte en posesor para escapar de una vida que le asfixia y que odia profundamente. Hay una escena en la que Colin, impulsado por la voluntad de Vos, comete un atroz doble asesinato con un atizador. Sin duda, el crujido de huesos y los géiseres de sangre encogen el estómago del espectador, pero no tanto como la innecesaria violencia empleada. No sé si Brandon pretende insinuar con ello que no es tanto Tasya quien lleva las riendas en ese momento, o el propio Colin. Pero, una cosa es segura y es que todos parecen ser tanto víctimas como agresores en Possessor Uncut.
Claro que, a estas alturas, todos deberíamos saber que la única pregunta que queda por responder es, simplemente, ¿quién es, entonces, el exorcista en Possessor Uncut? Y la respuesta es igualmente simple: Brandon Cronenberg.