Título original: Resident Evil: Infinite Darkness (USA/JAP, TV Series 2021– ) Color, 4 episodes – 26 mins.
Creador: Hiroyuki Kobayashi
Reparto: Nick Apostolides, Stephanie Panisello, Bill Butts, Bill Rogers
Resident Evil es la franquicia más importante de Capcom y se entiende que quieran extenuar su concepto hasta límites imposibles, pero ni la expansión cinematográfica apadrinada por el matrimonio Anderson-Jovovich y alejada enormemente de la trama original, como las películas de animación CGI realizadas para el mercado del vídeo bajo demanda, Resident Evil: Degeneración (2008) , Resident evil: La maldición (2012) , y la más reciente Resident Evil: Vendetta (2017) , han conseguido captar el espíritu original de la saga, ni tampoco mejorarla de alguna manera.
Creada nuevamente por el estudio de animación CGIDesam, la miniserie de Netflix Resident Evil: oscuridad infinita, es un buen ejemplo de la idiosincrasia de los films anteriores, enteramente despreocupados por los personajes o por desarrollar una narrativa coherente, en favor de la diversión violenta y algo infantiloide. Con una trama que se sitúa cronológicamente después de la cuarta entrega de los populares videojuegos y compuesta por tan solo cuatro capítulos de 25 minutos de duración, la historia gira en torno al personaje de Leon Kennedy y Claire Redfield, los únicos supervivientes del brote del T-virus en Racoon City, que están tratando de descubrir quién está detrás de un ataque zombie a la Casa Blanca y de un brote en una región de Oriente Medio, vinculados a un oscuro complot para fabricar armas biológicas.
A parte de no aprovechar en ninguna forma el formato televisivo, Resident Evil: oscuridad infinita peca de los mismos defectos de sus hermanas mayores: la repetitividad y el desorden incoherente de la acción, prácticamente incesante de principio a fin, pero que nunca es ni remotamente emocionante debido fundamentalmente al hieratismo de los personajes CGI y a un montaje amateur que reduce todo a una apresurada amalgama incomprensible y caótica. Algo que, por otro lado, es una seña de identidad de los videojuegos. Donde la acción domina por encima del terror, sin duda uno de sus errores más graves, y donde las subtramas abiertas, como la de la activista de derechos humanos, se queda en un segundo plano, sin ninguna relevancia más que proporcionar la motivación perfecta para combatir contra el final boss en el clímax final.
Como conclusión, Resident Evil: oscuridad infinita parece más una sucesión de secuencias cinemáticas del juego, sin identidad propia, de esas que sirven de introducción o de nexo común entre niveles, que una historia escrita expresamente para la miniserie. Recomendable, si acaso, para saciar el afán completista de los numerosos fans de Resident Evil, pero para el espectador ocasional que busque una serie de animación terrorífica, resultará ridícula en todos los sentidos posibles.