El tiempo vuela y parece que fue ayer que sacamos la primera edición del #OctubredeMiedo Terrorbit, una colección de películas de terror clásicas, especialmente seleccionadas y recomendadas por nuestros colaboradores, para disfrutarlas día a día en el camino a recibir la noche más aterradora del año.
Como novedad, este año no vamos a proporcionar enlaces a Amazon para que quienes estéis interesados podais comprar los formatos físicos de los films recomendados, sino que vamos a dejaros el enlace a las distintas plataformas de servicio streaming que contengan la película en su catálogo. Netflix, Amazon Prime video, Apple TV+, Filmin, FlixOlé, etc., sea cual sea la plataforma que ofrezca la película. Así, tan solo tendréis que cliquear sobre el botón, y quienes tengáis una suscripción a dicha plataforma podréis ver la película inmediatamente. Y si no, pues siempre será una buena excusa para hacerlo.
Dicho esto, este de mes de octubre viene cargado de terror, mucho terror, más del que podéis imaginar. Con géneros que abarcan desde el clásico slasher hasta el terror existencialista, del gore más extremo al suspense psicológico, del cine popular al indie más contestatario. En definitiva, sea como sea, os garantizamos que esta maratón de películas de terror no os dejará indiferentes.
¿Estáis preparados? ¿Os apetece sentir ese gélido cosquilleo en la boca del estómago que precede a las emociones de la noche de Halloween? Pues, atentos que empezamos…
Uno de los filmes menos apreciados del maestro John Carpenter, precedente más que evidente de la trilogía Matrix (1999) de los hermanos, ahora hermanas, Wachowski, y ejemplo excepcional del uso de los tropos terroríficos como implacable crítica social y política. Inspirado en un relato de Ray Nelson que apuntaba a la necesidad de rebelarse frente al autoritarismo cuando un hombre adquiere una nueva conciencia social después de visitar a un hipnotizador, John Carpenter sustituye al charlatán por unas molonas gafas oscuras, un gimmick que, desde ese momento, se convertiría en todo un símbolo de inconformismo, y escribe una historia que gira en torno a un obrero cualquiera, desempleado y sin techo, llamado Nada, que descubre una «realidad» oculta cuando encuentra unas gafas especiales que le permiten distinguir entre el resto de sus vecinos a una raza extraterrestre invasora que está sutilmente haciéndose con el control de los Estados Unidos.
Curioso y poco convencional drama de suspense, con tintes propios del cine de terror, dirigido por el húngaro Laslo Benedek, que gira en torno a los sentimientos de culpa y arrepentimiento para narrar la historia de un granjero acusado por su propia familia de un crimen que no cometió y que durante su encarcelamiento planea una ingeniosa venganza. Con ecos del famoso clásico de Alejandro Dumas, en cuanto a su tratamiento de la venganza, El visitante nocturno cuenta con un impresionante reparto, encabezado por Max von Sydow y Liv Ullmann, y una sobrecogedora atmósfera, en clave onírica, a base de implacables paisajes nevados, de una melancolía y una lúgubre opresión muy del estilo de Ingmar Bergman.
Nada rigurosa pero de indiscutible interés e impresionante dirección artística, la parodia vampírica de Roman Polanski no es evidentemente su mejor trabajo, pero como todos sus films es al menos ejemplarmente ingeniosa. Polanski homenajea al cine de vampiros producido por la británica Hammer Films, entonces en pleno auge, manejando los distintos personajes arquetipos de manera burda en ocasiones y sofisticadísima en otras: por ejemplo, la aparición de un vampiro abiertamente homosexual o la introducción de un vampiro judío al que no le afecta el simbolismo del crucifijo católico. Esta película fue sorprendentemente maltratada para su distribución en los Estados Unidos sufriendo un recorte de 20 minutos y la inserción de una secuencia de animación en los créditos, en contra de los deseos de Polanski. A destacar también, la innovadora e inquietante partitura de Krzysztof Komeda.
Estético film de suspense psicológico, basado en una novela corta de Daphne du Maurier, repleto de momentos particularmente inquietantes, que explotan a la perfección la atmósfera irreal de la ciudad de Venecia, cuya trama gira en torno a un matrimonio inglés que viaja a la «Ciudad de los canales» para recuperarse del traumático ahogamiento de su hija. Una vez allí, pronto comenzarán a experimentar extraños y dramáticos acontecimientos que les llevarán a pensar que el fantasma de la niña vaga por sus callejones y que les conducirán a un sorprendente desenlace, que más que nada produce perplejidad en el espectador. Excelentemente interpretada por la pareja protagonista, Amenaza en la sombra tuvo una enorme influencia dentro del género, reflejada sobre todo en films posteriores como Rojo oscuro (1975) de Darío Argento o Círculo de la muerte (1976) de Richard Locraine.
En el argot cinematográfico un «sleeper» es un éxito de taquilla inesperado, un film que se convierte contra todo pronóstico en un título a tener en cuenta sin apenas o ninguna promoción. A mediados de los años 90, el director danés Ole Bornedal sorprende a propios y extraños con su debut cinematográfico, un thriller intenso y atmosférico, que juega con los conceptos del falso culpable y la maldad gratuita para contar la historia de un joven estudiante que acepta un empleo como vigilante nocturno en un depósito de cadáveres y se ve envuelto como sospechoso en una serie de asesinatos de prostitutas. Visualmente efectiva y espeluznante, el éxito de El vigilante nocturno dio pie a un remake americano dirigido por el propio Bornedal, algo poco habitual, que no repitió la aprobación del espectador.
Elegante e imaginativo film de género de suspense y terror que supuso una de las cotas más altas alcanzadas por el giallo italiano y que, paradójicamente, al mismo tiempo se convirtió en una especie de canto de cisne del género. Dirigido por Dario Argento, este desigual pero a ratos inquietante film está considerado como una película de transición en la filmografía del maestro romano, por cuanto se rodó entre sus dos famosas trilogías, la de los psychothrillers que comenzó con El pájaro de las plumas de cristal (1970) y que se conoce como la «Trilogía de los animales» y la trilogía de terror sobrenatural, iniciada por Suspiria (1977) y que él mismo bautiza como la de «Las tres madres». Tan bella como violenta, resulta curiosamente irónico su fracaso comercial, debido fundamentalmente al agotamiento del interés del espectador por un género saturado de plagios de peor calidad, aunque por ello no deja de ser una obra maestra del terror.
El escritor y director Kevin Tenney, quien saltó a la fama un año antes con el éxito comercial de La noche de los demonios (1988) , regresa al bajo presupuesto con esta especie de expansión de su opera prima Witchboard, juego diabólico (1987) , en forma de rutinaria serie B de casas encantadas pero estructurada como si fuese un film slasher. A pesar de algunos agujeros argumentales obvios, cuenta una historia absorbente sobre un grupo de parapsicólogos que investigan la supuestamente embrujada casa de un infame asesino en serie y comienzan a ser horriblemente asesinados por una misteriosa presencia. Kevin Tenney logra recrear una atmósfera terrorífica bastante considerable y de resultas nos encontramos con un film grato de ver pero parco en sorpresas y muy lastrado por el ínfimo presupuesto, que en su estreno español para el mercado del videoclub le cambiaron el título por Witchtrap: El espíritu de la mansión de los Lauter.
Uno de los films más sugestivos y modestos del maestro italiano Mario Bava, que propone una hipnótica plasmación cinematográfica de ese tipo de ciencia-ficción conocido como pulp, de consumo popular en la que introducían elementos de carácter lascivo como el erotismo o la violencia, con una simplicidad de medios reseñable, donde es inevitable advertir el elevado sentido de la estética y la debilidad de Bava por el horror extraño. Las peripecias de una misión espacial a un planeta desconocido poblado por una especie de vampiros espaciales (de aquí el título de la versión en inglés, Planet of the Vampires, ligeramente acortada y supervisada por Ib Melchior). Mario Bava consigue recrear una inquietante atmósfera alienígena a base de inundar el decorado con una niebla de colores brillantes, cuya secuencia cumbre se produce cuando los cuerpos descompuestos de los astronautas reanimados se levantan de sus tumbas envueltos en surrealistas sudarios translúcidos. En definitiva, un film seminal, obra cumbre de la ciencia ficción europea, y toda una lección sobre cómo mezclar hábilmente dos géneros y hacer una película sensacional con un presupuesto muy reducido, cuyos resultados se encuentran muy por encima de productos más acomodados, que sin duda, bebieron de su fuente.
Después de casi una década sin dirigir, el chileno Alejandro Jodorowsky regresa con su film más reputado. La traslación a la pantalla de su visión del surrealismo y su particular amor por el universo freak. A partir de un guión de Claudio Argento, que deja entrever enormes influencias del giallo, la trama, sobre un joven traumatizado que se convierte en asesino en serie bajo la influencia de su enloquecida madre, es un delirante pastiche de tropos del cine de terror, que homenajea entre otros a la obra de Tod Browning y James Whale. Santa Sangre trata sobre la degradación, la violencia y la locura, con un ritmo adecuadamente rápido, magníficamente planteado con saltos de tiempo, flashbacks dentro de flashbacks y alucinaciones que se mezclan con la realidad, ciertas dosis de sadismo y un color excelente obra de Daniele Nannuzzi. Y sangre (mucha sangre).
Uno de los mejores tributos del cine de terror de los 70 al subgénero de casas encantadas, que cuenta con dos características notables: la concentración inequívoca en el grupo familiar como foco del ataque de fuerzas malignas y la desviación irreparable del final feliz. Una familia se muda a un viejo caserón para pasar el verano, donde pronto se sucederán los fenómenos inexplicables que irán afectando a sus conductas. Injustamente olvidado clásico, con un reparto estelar que incluye nombres como Oliver Reed, Karen Black, Burgess Meredith y Bette Davis, que juega de manera inquietante con todos los tropos del subgénero, aderezados con una buena dosis de arquetipos góticos, bajo los acordes de la sugerente partitura de Bob Cobert, quien ya trabajase con el director Dan Curtis en Sombras en la oscuridad (1970).
A través de diferentes conceptos tomados prestados de otros tantos films de ciencia-ficción de la época, como Lifeforce, fuerza vital (1985) o Aliens: El regreso (1986) , por ejemplo, el actor Walter Koenig, conocido protagonista de la serie original de Star Trek (TV, 1966–1969) , se pasea sin pena ni gloria por esta producción de bajo presupuesto, que cuenta con una historia en principio aprovechable pero absolutamente malograda por la capacidad cinematográfica de su director, un técnico de efectos especiales que se estrena como director en esta ocasión. Un grupo de astronautas, durante una misión de rutina a bordo del transbordador espacial, se encuentran con una nave de origen desconocido en cuyo interior descubren la momia de una antigua civilización alienígena. Uno de los habituales productos de serie B estrenados directamente en el mercado del vídeo sin nada especial que destacar, pero que con el paso del tiempo se convirtió en una película de culto entre los asiduos de los videoclubs, sobre todo por la presencia de Bruce Campbell y porque tiene algunos momentos de acción afortunados, aunque los robots asesinos no parecen estar llamados a hacer nada de especial interés.
De difícil clasificación, la ópera prima de Agustí de Villaronga, que tras su presentación en el Festival de Berlín, se convirtió en uno de los mayores escándalos de la historia del cine español, es una morbosa y singularmente explícita conjunción de film de terror y alegoría sociopolítica, cuya trama gira en torno al horror derivado de las técnicas de dominación y la enfermiza vulneración de la infancia, como periodo supuestamente feliz de la vida pero permanentemente necesitado de protección, donde las circunstancias de un criminal de guerra nazi tras la Segunda Guerra Mundial le llevan a acabar postrado en un pulmón artificial y atendido por un joven psicópata. Lástima que, a pesar de toda esta elegancia visual, Villaronga sólo consiga apuntar alguna idea dispersa sobre el tabú y el descenso al infierno humano.
La sexta entrega de una saga iniciada en 1978 por John Carpenter, que trata de subirse al carro comercial con menos éxito de lo deseado y, aunque no resulta del todo desdeñable, es sin duda la más floja de todas. Dirigida por el estadounidense Joe Chappelle y desgraciadamente famosa por ser la última película protagonizada por el finado Donald Pleasence, quien incluso tuvo que ser sustituido por un doble en algunas escenas. La trama gira en torno al regreso del asesino psicópata a su pueblo natal para acabar con la vida del hijo de su sobrina y terminar así con su dinastía maldita. Con un ritmo acelerado y algún que otro giro inesperado, contiene uno de las argumentos más enrevesados de la saga, que introduce una sorprendente subtrama alrededor de una secta de druidas celtas, cuya relevancia en la historia resulta en ocasiones ciertamente confusa.
Inevitablemente olvidado y olvidable exponente del genero slasher, realizado a la sombra del éxito de La noche de Halloween (1978) , que sin tener nada especial a retener, presenta todos los cánones del género, desde el psicópata masacrando gamberros, hasta la heroína final que acaba con el asesino. La dirección, el guión y las interpretaciones son rutinarias. Los chicos son tratados como carne de cañón sin apenas personalidad que los distinga unos de otros y la ausencia de inspiración del director y guionista Jimmy Houston no ayuda en absoluto, en un estricto sentido de estilo cinematográfico. El único punto de originalidad de esta película es que el asesino psicópata no tiene identidad ni motivación, lo que le vuelve más desconcertante, y que la mayoría de asesinatos se producen, sobre todo, fuera de la pantalla.
Un psicópata asesino, obsesionado con el canon de belleza perfecto, aterroriza a una joven muda en un viejo caserón en esta adaptación de la novela más desconocida de Ethel Lina White. Uno de los grandes clásicos del cine de horror e intriga, dirigido por el germano Robert Siodmak, maestro del expresionismo alemán, cuya influencia se puede sentir en la admirable estética visual, arriesgadas perspectivas subjetivas desde el punto de vista del asesino, dramático contraste entre luces y sombras, etc., donde la concepción formal del expresionismo es utilizada de manera elegante y moderada. Excelentemente interpretada por una exquisita Dorothy McGuire, acompañada por las magistrales intervenciones de nada menos que Rhonda Fleming, una habitual del cine de suspense de la época, recién vista en Recuerda (1945) , Elsa Lanchester, La novia de Frankenstein (1935) y una intensa, como siempre, Ethel Barrymore, quien incluso recibió una nominación al Oscar como actriz de reparto.
Tremendista y sanguinaria imitación italiana de los excelentes films de George A. Romero, y la primera película de una trilogía que Lucio Fulci realizará como su particular homenaje al género zombie y que marcase un punto de inflexión en la filmografía del director, hasta el momento centrado en rodar historias dentro de los límites del giallo. Cuya principal característica radica en la devolución de los muertos vivientes a sus orígenes folclóricos sobrenaturales, aunque haga hincapié en el miedo físico o body horror como motor de la trama. A destacar, la inestimable fotografía de Sergio Salvati y los efectistas maquillajes de Gianetto de Rossi, de una crudeza y violencia inusitadas. Esta película alcanzó un éxito comercial más que respetable, convirtiéndose rápidamente en un film de culto y motivando una retahíla de copias, igualmente truculentas, que encasillaron a su realizador como el «maestro del gore».
Hay un poco de todo en la película más conocida de Mario Bava, una de las mejores antologías de terror jamás filmada que se compone de tres relatos de suspense construidos con maestría, que abarcan desde la concepción formal del giallo al terror gótico más tradicional, de la mano del genial actor Boris Karloff, quien además de ejercer de maestro de ceremonias, protagoniza el episodio central, el más desarrollado de los tres. Cuenta con una excelente fotografía del propio Mario Bava, donde destaca el encuadre y el uso de la composición cromática para recrear atmósferas terroríficas y quizás sus únicos defectos achacables sean la posible dilatación en exceso de los episodios y la irregularidad en la calidad de éstos (por otra parte, algo común en las antologías pivotales del terror cinematográfico). Tuvo dos versiones bien diferenciadas, la italiana más cercana al horror pulp, que incluía una subtrama de venganzas lésbicas en el primer episodio, eliminada en la versión americana, más puritana y con banda sonora de Les Baxter, un experto en ‘suplantar’ bandas sonoras de producciones europeas.
Escalofriante e inolvidable adaptación de la novela de H.G. Wells, realizada por Erle C. Kenton, que combina los motivos wellsianos con otros específicamente cinematográficos tomados del film El malvado Zaroff (1932) de la RKO. Aunque, inicialmente repudiada por el escritor, se trata de una soberbia traslación a la gran pantalla de «La isla del Doctor Moreau», que contó con la brillante interpretación de Charles Laughton como el doctor con delirios de grandeza que juega a ser Dios y que acaba siendo destruido por su propia creación cuando quebranta la ley que él mismo ha impuesto sobre sus criaturas. A destacar, la composición visual, obra del gran director de fotografía Karl Struss, y el hecho de que Kenton dote a la historia de cierto erotismo pervertido en torno a la fascinación del Dr. Moreau por el bestialismo y la belleza felina de Kathleen Burke.
En plena época de máximo esplendor del género en Inglaterra y con varios de los intérpretes más representativos del mismo, el mayor éxito comercial de Amicus Productions, una productora nacida bajo la sombra de la todopoderosa Hammer Films, de la mano de los productores norteamericanos Max Rosenberg y Milton Subotsky. Este sólido y francamente imaginativo film terrorífico, dirigido con un excepcional barroquismo estético por Freddie Francis, un ex-director de fotografía de la Hammer y ganador de un Oscar de la Academia por su fotografía de Hijos y amantes (1960) de Jack Cardiff, adapta un relato de Robert Bloch sobre un coleccionista londinense obsesionado con el ocultismo, que se ve impelido a cometer una serie de horribles asesinatos por culpa de su última adquisición: la calavera del Marqués De Sade. A destacar la presencia de los dos actores más carismáticos del cine de terror británico de la época, Christopher Lee y Peter Cushing, junto a otros no menos importantes como Nigel Green, Patrick Magee y Michael Gough.
El retorno de William Friedkin al género fantaterrorífico es un film con clara vocación de serie B, desigual pero gratamente inquietante, que adapta una novela de Dan Greenburg sobre una niñera con siniestro pasado y peores intenciones hacia el bebé de unos padres primerizos, cuya endeblez argumental es reforzada por la sugestión estética de unas imágenes que conjugan adecuadamente espectacularidad y fantasía dentro del habitual tono grandilocuente y efectista de su director. Contiene algunas escenas memorables como todas las que giran en torno al árbol maligno, además de adelantarse a la oleada de films de suspense protagonizados por niñeras que vendría después, con ejemplos como La noche del delirio (1991) o La mano que mece la cuna (1992) . Como era de esperar en una época donde el género había perdido su aceptación entre la crítica, La tutora tuvo una acogida pésima en la prensa pero, curiosamente, un considerable éxito popular.
Un discreto pero no del todo desdeñable film terrorífico, violento y con sus dosis de sexo, convertido en película de culto para determinados círculos del género, que no logra alejarse del todo de ser una imitación de La matanza de Texas (1974) . De ritmo acelerado y algo delirante a nivel argumental, varios amigos se reúnen para pasar un fin de semana en una casa de campo donde serán asesinados uno tras otro por un sádico enmascarado. Distribuida de manera tardía por Cannon Films en 1980 en el circuito del VHS, para aprovechar el tirón comercial del género slasher, aunque en el tono cae más del lado del terror rural de Deliverance (1972) de John Boorman. Pudo haber dado mejores resultados de haber profundizado más en la motivación del asesino, más allá del eterno odio entre urbanitas y paletos. David Paulsen volvería a dirigir otra película de terror para la Cannon, Psicópata (1980) , con el genial Klaus Kinski como protagonista.
Visualmente inventiva y entretenida, una de las últimas realizaciones del finado William Girdler que propone una revisitación de los temas presentados por El Exorcista (1973) de William Friedkin, en su vertiente más biológica, la posesión física de una joven por el feto de un malvado brujo nativo americano, bajo la forma de un enorme tumor en el cuello, que más tarde el mismo David Cronenberg imitaría, de alguna forma, en la magistral Cromosoma 3 (1979) para establecer los cánones del body horror o terror biológico. Basada en la primera novela del mismo título del escritor británico Graham Masterton y con un elenco de estrellas que quita el hipo, encabezado por Tony Curtis y Susan Strasberg, a quienes arropan característicos como Burgess Meredith o Stella Stevens, a pesar de lo absurdo de la trama que se convierte en delirante a medida que avanza, la falta de pretensiones y la abundancia de momentos afortunados: la secuencia en la que el brujo hace su aparición naciendo del cuello de Strasberg es de gran impacto visceral, la elevan bastante por encima de la mediocridad de las producciones Girdler, famoso por sus películas de bajo presupuesto como Grizzly (1976) o El día de los animales (1977) .
Poco conocida producción terrorífica británica, de argumento absolutamente delirante y demencial, donde el espíritu diabólico de un ocultista se apodera de la Norton Comando de un miembro de una banda de motoristas y buscará venganza asesinando a todos cuanto le rodean, que se convirtió en una efímera película de culto entre los aficionados a husmear por las estanterías de los videoclubs. Una especie de combinación entre el cine de terror satanista con algunas influencias del barroquismo de la Hammer y las películas de serie B sobre moteros tan populares en las décadas de los 60 y 70, solo distinguida por las dosis de humor que salpica su metraje y una escena de pesadilla escatológica que sería abiertamente copiada en la serie de animación South Park , creando incluso un divertido personaje a raíz de ello: el señor mojón. Esta película supuso el debut cinematográfico del veterano director de televisión británico Dirk Campbell y contaba en su reparto con Anthony Daniels, el actor bajo el disfraz de C-3PO en la saga de La Guerra de las Galaxias (1977) .
Un modesto clásico de terror para adolescentes de la década de los 80, adaptado de una novela de Diana Henstell, que resulta absolutamente convencional y que propone una síntesis entre la comedia juvenil, abiertamente inspirada en Cortocircuito (1986) de John Badham, y el subgénero mad doctor o científico loco, que comienza como una comedia estudiantil del tipo «la chica de al lado», para adentrarse en el oscuro universo de su realizador, donde de nuevo aflora la preocupación de Craven por insistir en que la gente ordinaria es mucho más terrorífica que los monstruos y la inclusión de cierto tono necrofílico, sobre un joven superdotado que reanima a su novia en coma, tras una brutal paliza de su abusivo padre, con el cerebro electrónico de su robot doméstico con resultados nefastos. A destacar, una única escena memorable, pero extremadamente violenta para un film calificado para «menores acompañados», que gira en torno a Anne Ramsey y una cabeza que explota en un excelente alarde de efectos especiales.
Hábil e inquietante film de ciencia-ficción terrorífica, remake de un clásico de Don Siegel de 1956 y la actualización de Philip Kaufman de 1978, que supuso el retorno al género con el que debutó un cineasta de cierto prestigio en el ámbito independiente como es Abel Ferrara, y que propone una interesante variación de la familiar invasión alienígena. Con algunos momentos realmente espeluznantes, esta tercera adaptación no se limitado a reimaginar el original literario de Jack Finney, haciendo que los secuestradores de cuerpos resulten significativamente más aterradores, sino que le ha dotado de una cierta lógica aplastante que no se dio anteriormente, trasladando la acción al interior de una base militar del sur de Estados Unidos. La simplicidad y la eficacia de este pequeño cambio resulta demoledora pues resalta la sensación de pérdida de la individualidad de un modo escalofriante. Cuenta con un guión coescrito por el genial Stuart Gordon, quien iba a dirigir el proyecto inicialmente y se cayó del mismo por decisión de Warner, y con una aterradora interpretación de Meg Tilly, a la que ayuda la vívida e inolvidable escena de su cuerpo descomponiéndose en la cama.
Film de brujería cortado según los patrones impuestos por films como El inquisidor (1968) de Michael Reeves o Las torturas de la inquisición (1970) de Michael Armstrong, más violento que sus modelos, que supuso el debút cinematográfico de Piers Haggard. Su delirante historia, con ciertas reminiscencias de la obra de H.P. Lovecraft, la ha convertido en uno de los títulos exploitation sobre brujería más sensacionalistas, que con los años ha perdido parte de su efecto, pero permanece como una interesante propuesta, aunque ni la presencia de Linda Hayden, ni Patrick Wymark, también en el film de Reeves, son capaces de contrarrestar el enfoque groseramente explotador, aunque Haggard se las apañe para camuflarlo con bajo una imaginería excelentemente estilizada. Como curiosidad, la televisión estadounidense censuró las escenas más explícitas oscureciendo los fotogramas ofensivos, incluída la orgía satánica del desenlace.
Ficción apocalíptica de serie B, con alguna que otra reminiscencia a La guerra de los mundos (1953) que, aunque es generalmente considerado inferior al film de Byron Haskin, es en su totalidad un excelente film sobre invasiones alienígenas y la más lujosa de las adaptaciones cinematográficas de las novelas de John Wyndham, entre las que se encuentran El pueblo de los malditos (1960) y su secuela. Filmada por el húngaro István Székely, bajo el seudónimo de Steve Sekely, gira en torno a los supervivientes de una Humanidad que ha perdido la vista tras una lluvia de meteoritos y que tienen que enfrentarse a unas gigantescas plantas carnívoras que brotan en el Jardín Botánico Real de Londres. Inteligentísima metáfora sobre el posible colapso del modo de vida acomodado de la clase media británica, la película de Sekely transforma sin pudor la novela de Wyndham es una entretenida historia de aventuras, con excelentes momentos de suspense y tensión claustrofóbica, y la colaboración no acreditada del reputado Freddie Francis como director de segunda unidad.
Clásico del cine de terror español, que recrea la historia de la condesa Bathory, una tirana aristócrata húngara del siglo XVI obsesionada con la juventud eterna a costa de la sangre de doncellas vírgenes, llevada previamente al cine por Peter Sasdy en La condesa Drácula (1970) . Primera de las tres películas de horror del finado realizador y guionista catalán Jorge Grau, No profanar el sueño de los muertos (1975) , y sobre el papel, una desmitificación del cine de vampiros de la época, donde la cortesana asesina cede cierto protagonismo a su pareja, no por ello apareciendo menos desalmada e implacable que nunca. Esta película explora las posibilidades del mito hasta extremos inusitados, sintetizando la tradición del horror en una interpretación socio-política muy interesante, la crueldad de la pareja protagonista es equiparable a la de las autoridades y los supersticiosos aldeanos, pero sin abandonar su concepción del gótico europeo y su logradísima y macabra atmósfera.
Típica película de explotación gore norteamericana que imitaba la línea del giallo italiano, no tanto en cuanto a estilo o forma, sino en cuanto al concepto de bajo presupuesto del asesino enmascarado que invade los hogares de bellas mujeres antes de asesinarlas, una a una, con cualquier objeto doméstico que tenga a mano, condimentando la mezcla con ciertas dosis de truculencia y sexo. Aquí, un asesino psicópata oculto tras un pasamontañas, comete una serie de espeluznantes crímenes en un bloque de apartamentos californiano. Lo que aleja este film de la inspiración italiana original es que basaba su atención únicamente en la truculencia de los asesinatos, en este caso cometidos con la ayuda del contenido de la caja de herramientas del título, y el grado del tono del contenido erótico, resuelto con la inserción de la actriz porno Kelly Nichols, bajo su nombre real Marianne Walter, quien no volvería a actuar en un film no porno hasta C.H.U.D. (Caníbales Humanoides Ululantes Demoníacos) (1984) de Douglas Cheek. Uno de los numerosos films de terror exploitation, que a la postre protagonizaría el legendario actor Cameron Mitchell, no en vano también lideraba el reparto de Seis mujeres para el asesino (1964) de Mario Bava, el film que dio lugar al fenómeno giallo. Forma parte de la lista de “Video Nasties”, películas cuya distribución en videocinta o videocasete fue prohibida en su momento por las autoridades censoras del Reino Unido, y a día de hoy sigue prohibida en Noruega y Australia.
Extrayendo lo mejor de una novela tirando a mediocre de Michael Stewart, George A. Romero presenta su primer trabajo para un gran estudio mientras trata de cambiar de tercio con respecto a la temática zombie de su film anterior. Uno de sus films más infravalorados por la prensa, que le valió en 1988 los premios a la Mejor Dirección y Mejor Guión de la 21 edición del Festival de Sitges, sobre la turbia relación de dependencia entre un joven atleta tetrapléjico y un mono adiestrado al que le han inyectado una droga que incorpora tejido neuronal humano para aumentar su inteligencia. Aunque mantiene el estilo del realizador, sufrió severas transformaciones por parte de Orion Pictures para encajarla en su concepción particular de los convencionalismos de la época. Con todo, resulta una película sutil y compleja, que explora el lado oscuro de la dependencia y los lazos emocionales con los animales domésticos con un tono visual cercano al body horror de Cronenberg. George A. Romero volvería a rodar otra película con Orion Pictures, La mitad oscura (1993) , la cual también fue duramente castigada por la prensa y la taquilla.
Atípico film fantaterrorífico del realizador John Frankenheimer y el segundo que rodaría dentro de los parámetros del género. Un título bastante característico en aquellos años, que afronta una historia de denuncia ecológica un tanto predecible y progresivamente demencial, pero no por ello menos aterradora, sobre un doctor medioambiental que es enviado a una región de los bosques de Maine para mediar en la disputa entre las tribus indias y una industria maderera, que al parecer está vertiendo residuos en la zona y provoca la anormal mutación de la fauna local. Reflexión sobre el impacto medioambiental de las grandes industrias en los bosques norteamericanos, gráficamente violenta y de considerable amargura, tiene resonancias de La humanidad en peligro (1954) de Gordon Douglas y de la más cercana El alimento de los dioses (1976) de Bert I. Gordon. Ciertamente pretenciosa en ocasiones, funciona a la perfección en su nivel más elemental como película de monstruos de serie B. Con una excelente fotografía de Harry Stradling Jr., cabe destacar la grandiosa partitura de Leonard Rosenman y la intervención de un, por entonces, televisivo Armand Assante.
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