Título original: Venom: Let There Be Carnage (USA, 2021) Color, 97 mins.
Director: Andy Serkis
Reparto: Tom Hardy, Michelle Williams, Naomie Harris, Woody Harrelson
Venom (2018) fue una película atípica dentro del Universo cinematográfico de Marvel (o MCU, como se le conoce por su siglas en inglés: Marvel Cinematic Universe), cuyo máximo interés residía en presentar una historia de superhéroes salpicada de tropos del subgénero de terror corporal y de reminiscencias de viejas películas de monstruos como La Mosca (1986) de David Cronenberg, que proponían la paulatina degeneración física y mental de un personaje fusionado con un individuo de otra especie, en este caso una mosca. Por supuesto, la versión Marvel Entertainment de esta trágica historia resultaba mucho más ligera, trastocando el concepto de fusión por el de simbiosis. Es decir, el protagonista en vez de perder su identidad al ser absorbido su cuerpo por el espécimen extraterrestre sufre una relación simbiótica o parasitaria en la que es capaz de mantener su propia conciencia y tener algo de control sobre su cuerpo.
Venom: Habrá matanza es la secuela del film de Ruben Fleischer, en esta ocasión dirigida por Andy Serkis, un actor de reparto novel en las labores de dirección, que propone una historia que lleva al protagonista de la anterior película (Tom Hardy), quien sufre una relación simbiótica con una criatura extraterrestre carnívora, a enfrentarse a una pesadilla aún mayor que la total obliteración de su vida tal y como la conoce, cuando otra criatura similar se apodera del cuerpo de un asesino en serie (Woody Harrelson) y le ayuda a fugarse de la prisión donde iba a ser ejecutado por sus crímenes.
Con una intención más clara de mezclar terror y superhéroes, hasta el punto de partir de una idea a todas luces brillante: que el monstruo extraterrestre se asocie simbióticamente con un monstruo mucho más terrorífico y, para colmo, humano. Venom: Habrá matanza resulta uno de esos raros casos en los que la secuela es mucho mejor que el original. Básicamente, porque resulta una experiencia más salvaje y acelerada que la anterior, como si Serkis hubiese comprendido a la perfección los defectos de aquella y los hubiese corregido haciéndola más fluida y, al mismo tiempo, dotándola de un humor más chusco y gamberro con mucho aroma a película de colegas.
Por desgracia, una vez que se han establecido las bases de la trama, es decir, se ha perfilado en qué situación se encuentra la relación entre el alienígena del título y el protagonista y se ha presentado al nuevo villano, el simbiótico asesino en serie, todo se vuelve excesivamente mecánico y desconcertante, a menudo asfixiado bajo el peso de la tediosa acumulación de tópicos: la dinámica de chico bueno/chico malo, el villano excesivamente chistoso, efectos CGI que están por todas partes, etc. Y lo que podía haber sido una oportunidad de oro para hacer una sombría película de terror corporal se convierte en otra historia genérica de superhéroes, casi autoparódica, donde resulta complicado encontrar un plano, una secuencia o una línea de diálogo que se salga de lo convencional y resulte memorable de alguna forma, excepto, quizás la fuga de prisión de la criatura conocida como Carnage.
Hace ya tiempo que las películas de superhéroes en general han perdido el atractivo cinematográfico que tuvieron hace un lustro, aparte de su masificación en las salas de todo el mundo, y es lógico que las grandes productoras traten de buscar nuevas fórmulas para rejuvenecer el filón económico. Venom: Habrá matanza responde evidentemente a este intento de buscar nuevas vías por parte de Marvel y Sony, la anticipadísima Morbius (2022) es otro claro ejemplo, con su mezcla de géneros y gran contenido violento, casi gore, y con escenas no aptas para muchos de los estómagos del público consumidor de este tipo de películas. Serkis además carga las tintas en los aspectos más biológicos de los simbiontes protagonistas con tentáculos que reptan sobre heroínas desvalidas, rostros que se desgarran para dejar entrever entrañas, empalamientos. El director se mueve con soltura en el lado más sórdido de la trama, si además se hubiese preocupado por el psicológico, estaríamos hablando de un film mucho más terrorífico.