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#CriticadeMiedo

El páramo

Pretencioso pero anodino híbrido entre el drama familiar y el cine de horror, con aspiraciones de western elevado, que cuenta con una impresionante fotografía tenebrista y buenas interpretaciones pero que se queda en una superficialidad tan supina que el espectador abandona el interés antes incluso de que los supuestos horrores del páramo del título traspasen la barrera invisible que separa a los protagonistas del resto del mundo.

Título original: El páramo (ESP, 2021) Color, 92 mins.
Director: David Casademunt
Reparto: Inma Cuesta, Asier Flores, Roberto Álamo, Víctor Benjumea

★✰✰✰ The Wasteland (2021) on IMDb


Presentada en la 54 edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges y ahora distribuida a nivel mundial por la plataforma Netflix, la opera prima del barcelonés David Casademunt es un anodino híbrido entre el terror folclórico y el drama histórico familiar ambientado en una desértica España del siglo XIX, asolada por la guerra y la hambruna, donde una familia vive aislada del resto del mundo, temerosos de sus propias supersticiones bajo el aspecto de una Bestia sin nombre que los acosa desde el páramo que linda con sus tierras.

Con aspiraciones de western elevado y notables reminiscencias a la maravillosa El viento (2018) crítica de Emma Tammi, El páramo apela sobre todo a un terror de técnica impecable y estética cercana al tenebrismo, alejado de los sobresaltos repentinos (aunque no duda en usarlos cuando conviene), para construir un escenario enrarecido y encorsetado más cercano a lo dramático que a lo terrorífico. Un drama que se centra sobre todo en la progresivamente degradada relación entre la madre (Inma Cuesta), aquejada de ese mal de las praderas que se insinuaba también en la película de Emma Tammi, y el hijo asustadizo (Asier Flores). Nada malo, si no fuera porque, aparte de concederse demasiadas licencias contemporáneas en la relación maternofilial que restan credibilidad, Casademunt parece olvidarse en el proceso de establecer dicha degradación de que, supuestamente, hay una Bestia merodeando por el páramo y todo el conjunto resulta excesivamente monocorde.

Ante todo, porque El páramo adolece de un guión muy superficial y lleno de incongruencias, donde aparentemente, la Bestia no es más que una leyenda contada a la luz de la lumbre para mantener al niño cerca de la casa y protegerle de los horrores que acechan desde el páramo y, sin embargo, el padre (Roberto Álamo) no duda en abandonar a su familia en medio de la nada para regresar a su familia el cadáver de un desconocido. Al principio, la amenaza de una Bestia que ronda la cabaña, que obliga a la familia incluso a acompañar al niño a la letrina armados con una escopeta, es más que suficiente para mantener una interesante atmósfera de superstición y paranoia. Las interpretaciones además son sólidas pero a medida que avanza la historia, la lentitud de la acción la vuelve tediosa e inequívocamente plana.

Regresando a la comparativa con la película de Emma Tammi, donde la directora neoyorquina triunfaba sacando adelante una historia con solo una cabaña y pocos alardes técnicos, Casademunt flaquea tristemente. Y, donde el silencio y la sugestión se convertían en el mejor recurso de la narrativa, ahora resultan ineficaces confundiendo constantemente silencio por suspense y sugestión por miedo. Por otra parte, las pretensiones de Casademunt de crear un estudio elevado sobre el origen primigenio del miedo, apostando por la sofisticación para narrar algo mayor, hacen que la cámara vaya de un lugar a otro del reducido escenario, que no resulta tan reducido en numerosas ocasiones, observando poco más o menos la ausencia absoluta de sonido, luz, diálogos… En resumidas cuentas, todo lo opuesto a lo que debería ser una obra cinematográfica.

En conclusión, El páramo es un film irregular, lleno de buenas intenciones y sorprendente, sobre todo, en la impresionante fotografía tenebrista de Isaac Vila, a quien ya disfrutamos previamente en Bajocero (2021) . Pero, abiertamente flojo en su parte narrativa, con enormes problemas de ritmo y ciertos vaivenes tonales que le impiden asentarse tanto como drama familiar o como cinta de terror folclórico. Donde, además, cabe destacar la interpretación de su trío actoral, donde Inma Cuesta se queda con el arco más interesante de la película y cumple a la perfección con el cambio de actitud hacia su hijo. Sin embargo, y por encima de todo, es un film plano e irremediablemente aburrido.




terrorbit
terrorbit
Escritor y amante de cine de terror. Superfan de las películas de zombies, cuantos más zombies, mejor. Desde mis ojos, cuatro décadas viendo cine de terror os contemplan.