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Imagen por cortesía de © Samuel Goldwyn Films | Vértice 360

#CriticadeMiedo

La partitura

Poco inspirado film de terror y última aparición en pantalla del finado Julian Sands, que explora el concepto de la música como herramienta del mal, a través de una reimaginación del popular cuento de El Flautista de Hamelín, y que carece del interés o de la imaginación necesaria para sobreponerse a su anticuado estilo visual y a la escasez de sustos eficaces. Lo más destacable es la inquietante y omnipresente música de Christopher Young.

Título original: The Piper (USA, 2023) Color, 119 mins.
Director: Erlingur Thoroddsen
Reparto: Charlotte Hope, Julian Sands, Kate Nichols, Aoibhe O’Flanagan

★✰✰✰✰ The Piper (2023) on IMDb


A lo largo de los años, el género del horror ha explorado de maneras recurrentes temáticas relacionadas con la música, adentrándose especialmente en la obsesión artística de sus creadores y dotándola de un tono siniestro y oscuro. Desde películas sobre partituras malditas hasta compositores atormentados o teatros de ópera embrujados, el cine de terror ha deleitado a los aficionados con figuras icónicas del horror como Paul Orlac, un pianista obsesionado hasta enloquecer por culpa de sus manos trasplantadas, inmortalizado en Las manos de Orlac (Orlacs Hände, 1924) de Robert Wiene y sus dos remakes posteriores. Así como Erik, un desfigurado compositor que aterroriza la Ópera de París en El fantasma de la ópera (The Phantom of the Opera, 1925) de Rupert Julian y en las numerosas adaptaciones que la sucedieron y que han dejado una huella perdurable en la historia del género.

Con una estética que recuerda notablemente a las películas de bajo presupuesto italianas de los años 90, dirigidas por cineastas como Michele Soavi, Sergio Stivaletti o Lamberto Bava, La partitura sigue los pasos de producciones como Paganini Horror (1988) de Luigi Cozzi, donde la adaptación de una oscura pieza musical de Paganini desata el infierno en la tierra y The Sonata (2018) de Andrew Desmond, en la que una virtuosa violinista hereda una oscura obra maestra musical con consecuencias terroríficas. Dirigida por Erlingur Thoroddsen, un director islandés relativamente desconocido, la película retoma los cuentos de hadas que conocemos y, en especial, el del Flautista de Hamelín, para subvertir sus elementos y crear una historia de terror clásico con un giro más contemporáneo.

La partitura nos sumerge en la popular leyenda germana del Flautista de Hamelín, trasladada al papel en 1816 por los Hermanos Grimm, pero de una manera tangencial. La trama principal se centra en Mel (Charlotte Hope), una joven flautista talentosa cuya posición en la orquesta del maestro Gustafson (Julian Sands) se ve amenazada por otro miembro más ambicioso. Para mantener su participación en una importante gala de conciertos, Mel se ve obligada a completar una partitura inacabada de su fallecida mentora, cuya historia está envuelta en misterio y tragedia. Lo que Mel no sabe es que esta partitura oculta un secreto aterrador relacionado con la figura mítica del Flautista de Hamelín, poniendo en peligro no solo su vida, sino la de todos los que la rodean.

El director poco experimentado Erlingur Thoroddsen recurre a una premisa de género trillada: la creación de una obra musical que enloquece a su audiencia, para reimaginar la leyenda del Flautista de Hamelín de manera simplista e irregular. Inspirándose mucho en los manierismos habituales del terror italiano noventero. En particular, en los colores vibrantes, el leitmotiv musical repetitivo o los personajes que bordean el arquetipo, como el abusivo director de orquesta, la protagonista de apariencia frágil y los niños inocentes y víctimas/portadores del mal, tan típicos de la filmografía del italiano Lucio Fulci.

El mayor problema al que se enfrenta La partitura radica principalmente en la previsibilidad de una trama mediocre y muy mermada por los clichés, que va saltando de una situación a otra de manera mecánica y sin ofrecer sorpresas genuinas. Thoroddsen parece incapaz de desarrollar sus propias premisas, como la exploración de una relación materno-filial traumática, la música como herramienta maligna o los pactos faustianos en busca del arte. Además, visualmente resulta monótona, con un aspecto que recuerda a una aburrida película de sobremesa televisiva. Todo en pantalla se percibe como plano, incluso los sustos predecibles tomados de otras películas de mayor calidad, como ese tonto juego con la pelota que recuerda a uno de los mejores momentos de The Boogeyman (2023) crítica y cuyo desenlace se adivina antes incluso de que se produzca.

Charlotte Hope, conocida por su participación en La monja (The Nun, 2018) , asume el peso interpretativo de la película, evocando la presencia de Jessica Harper en la magistral Suspiria (1977) de Dario Argento. Sin embargo, su actuación resulta irregular, mostrando mayor convicción en los momentos tranquilos y de transición que en las escenas de mayor tensión. Por otro lado, el recién fallecido Julian Sands, en su papel de director de orquesta despótico, tiende a ser exagerado, añadiendo notas discordantes a un elenco que no logra destacar por sí solo. Julian Sands fue un actor ciertamente popular en los noventa, colaborando con directores de la talla de Ken Russell en Gothic (1986) , David Cronenberg en El almuerzo desnudo (Naked Lunch, 1991) o Dario Argento en El fantasma de la ópera (Il fantasma dell’opera, 1998) , por lo que su presencia viene a reforzar ese tono de horror anticuado de la década de los noventa.

En resumen, la tarea de crear una experiencia propia del cine de serie B en la actualidad resulta un desafío considerable, dado que décadas de cine produciendo ese tipo de películas y la nostalgia que ello produce, tienden prevalecer por encima de la narración y la coherencia general de la película. Aunque La partitura presenta algunos momentos efectivos propios del cine de serie B, especialmente cuando la trama se centra en el proceso de composición de la partitura por parte de Mel, estos elementos no son suficientes para mantener el interés del espectador. Además, la aparición estelar del Flautista resulta demasiado tardía y poco justificada. La falta de originalidad y la linealidad de la historia hacen que La partitura sea una película fácilmente olvidable, que probablemente solo se recuerde como la última aparición en pantalla de Julian Sands.

Como nota final, no confundir con la británica The Piper (2023) de Anthony Waller, otra película que también gira en torno a la figura del Flautista de Hamelín, protagonizada por Elizabeth Hurley.




terrorbit
terrorbit
Escritor y amante de cine de terror. Superfan de las películas de zombies, cuantos más zombies, mejor. Desde mis ojos, cuatro décadas viendo cine de terror os contemplan.