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Imagen por cortesía de © Screen Gems | Sony Pictures España

#CriticadeMiedo

Tarot

Lastimoso film de terror a caballo entre el slasher sobrenatural y el subgénero de objetos encantados, y supuestamente inspirado en una novela corta de terror juvenil publicada en los noventa cuya trama giraba en torno a una baraja de tarot maldita. Con una trama muy genérica, que se limita a acumular sustos y muertes más o menos gráficas, Tarot ha servido como ópera prima para dos guionistas que quizás debieron permanecer como escritores. Es cine de terror comercial muy olvidable y, sin duda, otro esfuerzo por iniciar una franquicia que nadie ha pedido y que fracasará en el primer intento.

Título original: Tarot (USA/SRB, 2024) Color, 92 mins.
Director: Spenser Cohen, Anna Halberg
Reparto: Harriet Slater, Adain Bradley, Avantika, Jacob Batalon

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En la década de los noventa, la editorial Harper Collins publicó una colección de novelas de terror juvenil que llevaba por título Horror High y en la que se integraba Horrorscope (1992, Harper Collins). Una novela corta firmada bajo el pseudónimo de Nicholas Adams, que incluía a autores como John Peel, James D. MacDonald y Debra Coyle, y cuya trama giraba en torno a un asesino en serie que aterrorizaba a los estudiantes de un instituto de secundaria y que elegía sus víctimas según su signo zodiacal y el horóscopo del día. Aparentemente, una trama bastante genérica que no parecía invitar a hacer nada más con ella y cuya principal atracción consistía en ser una sencilla novela para jóvenes lectores, similar a Pesadillas (Goosebumps, Ediciones B) de R.L. Stine y poco más.

Partiendo de la premisa de Horrorscope, los guionistas Spenser Cohen y Anna Halberg han creído que podían aportar algo nuevo a esa historia ya contada en infinidad de ocasiones y llevarla a la gran pantalla en su debut como directores. Una ópera prima que utiliza el concepto de las cartas del tarot como hilo conductor de una serie de muertes, pero que ignora por completo al público objetivo juvenil, el entorno de instituto e incluso la motivación original detrás de los asesinatos.

Tarot se sitúa a medio camino entre el subgénero de películas al que se subscribe Destino final (Final Destination, 2000) de James Wan o cualquiera de sus imitaciones, que presenten objetos sobre los que pesa algún tipo de maldición y que terminan matando a aquellos adolescentes o jóvenes adultos que entran en contacto con ellos, como Ouija (2014) de Stiles White, Siete deseos (Wish Upon, 2017) de John R. Leonetti, Polaroid (2019) crítica de Lars Klevberg, por citar algunas. También se enmarca en el slasher sobrenatural, en el que, como era habitual, predominaban los sustos y las muertes gráficas sobre cualquier otro recurso narrativo, pero cambiaba la naturaleza de la amenaza del clásico psicópata asesino a una entidad u objeto sobrenatural.

Tras la edad dorada del slasher y su posterior declive debido a la repetición y la monotonía, los artesanos del género de terror pronto se dieron cuenta de que era necesario un cambio para mantener el interés en el subgénero. El estreno de Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street, 1984) de Wes Craven revitalizó el género introduciendo un nuevo elemento de manera rentable en la rígida fórmula del slasher. El truco consistió en recurrir al viejo juego del trasvestismo de los subgéneros, manteniendo los personajes y la estructura habituales, pero incorporando una perspectiva sobrenatural que ofrecía un asesino diferente del villano tradicional.

La trama de Tarot es un ejemplo típico del slasher sobrenatural y de las películas mencionadas anteriormente. Un grupo anodino de universitarios, que pasan un fin de semana en una casa alquilada para celebrar el cumpleaños de una de ellos, descubren en el sótano una antigua baraja de cartas del tarot con la que deciden leer su horóscopo. Lo que desconocen es que la baraja arrastra una terrible maldición que comenzará a matarlos uno a uno, siguiendo un orden relacionado con la lectura de sus respectivas fortunas.

Desde su extenso prólogo (inexplicablemente, el título de crédito no aparece hasta pasado el primer cuarto de hora), queda claro que Spenser Cohen y Anna Halberg aspiran únicamente a presentar una película de terror basada en una serie de asesinatos, donde cada nueva muerte sea más impactante que la anterior. Un pastiche de personajes, situaciones y incluso sustos ya vistos con anterioridad, acompañado por la banda sonora de Joseph Bishara, compositor habitual de la saga Expediente Warren (The Conjuring, 2013) , efectos especiales tirando a mojigatos y un reparto de actores desconocidos cuya única funcionalidad es servir de víctima en la siguiente tabla de carnicero. En el cual, ninguno destaca particularmente, salvo quizás Jacob Batalon, protagonista de la serie de SyFy Reginald the Vampire (Serie de TV, 2022– ) , quien se esfuerza en encadenar un chiste plano tras otro.

A pesar de ello, el mayor problema de Tarot se encuentra en su guión. Sorprendentemente, la pareja de guionistas reconocieron que ni siquiera habían leído el libro en el que basaron su libreto. Lo cual no tiene ningún sentido, especialmente si van a acreditar una obra original que no han utilizado. En su lugar, la trama se llena de clichés e incoherencias narrativas que sorprenden por su extremada falta de compromiso con la propuesta inicial. Al principio, parece que quisieran seguir la fórmula establecida por la mencionada Destino final, mostrando una serie de muertes supuestamente accidentales relacionadas con la lectura del tarot y la mala suerte que espera a quienes usan una baraja de otro vidente. Esto se hace evidente en las dos primeras secuencias de asesinatos. Pero luego, de manera inexplicable, subvierten sus propias reglas al mostrar las siguientes muertes fuera de todo contexto accidental y justificándolas con la introducción de un nuevo personaje, interpretado por Olwen Fouéré, como la «experta» que se ha enfrentado previamente a la fuerza maligna del tarot. Desgraciadamente, su explicación solo consigue frenar el poco interés que había generado la película hasta ese momento y provocar algún que otro bostezo más en la audiencia.

Spenser Cohen y Anna Halberg ni siquiera se esfuerzan en crear personajes que parezcan del mundo real, mucho menos en que reaccionen de manera natural a unos eventos que ponen en peligro sus vidas. En lugar de esto, se limitan a encogerse de hombros y a consultar en Internet lo que van a hacer a continuación. Están completamente vacíos, como una casa con todas las luces encendidas pero sin nadie dentro, y esto se refleja en la insufrible sucesión de diálogos terriblemente estúpidos. Un ejemplo es el personaje interpretado por Batalon afirmando que existen podcasts de asesinatos «porque muchísima gente muere asesinada.» Un razonamiento que parece haber sido extraído de una entrada de TikTok, en vez del guión profesional de un film de terror.

Incluso, con su acumulación de villanos, que parecen sacados de una atracción del tipo «Pasaje del terror», Tarot no logra mejorar con su desenlace. Las situaciones de persecuciones evitadas in extremis por la chica final de turno, otro elemento tomado del slasher, no aportan nada nuevo. Cohen y Halberg realmente no tenían ni idea de cómo contar su historia más allá de la acumulación de sustos y escenarios tenebrosos pensados para capturar el interés de un público perteneciente a la Gen-Z, acostumbrado a consumir piezas audiovisuales cortas en sus móviles de última generación y cuya capacidad de atención se encuentra muy disminuida.

En resumen, Tarot es puro cine de terror comercial mainstream: previsible y genérico. Aunque ha cumplido su objetivo inicial, triplicando su costo de producción en la primera semana de estreno, no dejará huella en la memoria de los espectadores una vez que abandonen la sala. Algo muy similar a lo que sucede con el grueso del contenido audiovisual de las plataformas de redes sociales que proporcionan entretenimiento rápido pero sumamente olvidable. Tristemente, sin duda, otro esfuerzo por iniciar una franquicia que no pasará del primer intento.




terrorbit
terrorbit
Escritor y amante de cine de terror. Superfan de las películas de zombies, cuantos más zombies, mejor. Desde mis ojos, cuatro décadas viendo cine de terror os contemplan.