Título original: In a Violent Nature (CAN, 2024) Color, 94 mins.
Director: Chris Nash
Reparto: Ry Barrett, Andrea Pavlovic, Cameron Love, Lauren Taylor
Entre los aficionados al cine de terror, pocos subgéneros son tan queridos como el slasher. Este subgénero alcanzó su apogeo en las décadas de los setenta y ochenta, cuando se establecieron sus reglas narrativas: un psicópata armado con un cuchillo que asesina de manera particularmente sangrienta a un grupo de víctimas. Estas películas se consolidaron rápidamente como las favoritas del público. Desde entonces, ya sea por la nostalgia de esa era dorada o por el deseo de replicar su éxito, se han producido numerosas películas inspiradas directamente en clásicos como La noche de Halloween (Halloween, 1978) o Viernes 13 (Friday the 13th, 1980) .
Sin embargo, no todas han logrado triunfar. La mayoría de las producciones slasher posmodernas son remakes autorreferenciales de los éxitos más populares o producciones de serie B que simplemente reciclan viejas fórmulas sin esforzarse en buscar originalidad. Aun así, de vez en cuando surgen cineastas como Wes Craven o Bryan Martino, que consiguen reinventar las reglas del género, ofreciendo experiencias frescas e innovadoras sin abandonar los clichés indispensables.
El director y guionista canadiense Chris Nash se une a esta lista de realizadores que han logrado subvertir las convenciones del slasher con su primer largometraje, De naturaleza violenta. Una historia con asesino sobrenatural cuya mayor distinción con el resto de cintas de este tipo radica en que adopta principalmente el punto de vista del villano.
Como muchos slashers, De naturaleza violenta sigue una trama lineal y sencilla: un grupo de jóvenes que pasan un fin de semana en una apartada cabaña en el bosque, se encuentran un relicario en una torre de guardabosques abandonada. Al quedarse con el medallón, resucitan el cadáver de Johnny (Ry Barrett), un asesino vengativo enterrado en el lugar, quien comienza a vagar por el bosque en busca del relicario, eliminando violentamente a cualquiera que se cruce en su camino.
De naturaleza violenta es un ejemplo de lo que se conoce como «película de concepto único»; es decir, un film que gira en torno a un elemento conceptual que impulsa toda la trama. En este caso, el concepto único (en inglés, high-concept) consiste en que la acción se centre exclusivamente en el punto de vista del asesino. Este enfoque insólito recuerda a la escena inicial de La noche de Halloween, donde el joven Michael Myers apuñala a su hermana desde la perspectiva de la máscara de payaso que lleva. Además, evoca la experiencia visual de videojuegos de terror en tercera persona como Dead by Daylight o Friday the 13th: The Game, que permiten al jugador meterse en la piel de villanos icónicos.
La novedad de De naturaleza violenta radica en su perspectiva invertida. La cámara, manejada por Pierce Derks en un formato de aspecto 4:3 vintage, sigue a Johnny en largas tomas itinerantes, emulando la inmersión de los videojuegos. Este enfoque elimina la brecha entre el espectador y el villano, forzando una relación empática que cuestiona nuestra reacción emocional ante lo que vemos.
Sin embargo, mostrar al asesino en todo momento resta suspense a la trama, que además carece de sustos y banda sonora. Nash convierte así a De naturaleza violenta en un arriesgado ejercicio de estilo casi documentalista, que contrasta con la sórdida y brutal representación visual de las muertes. Dado que Nash es un experto en efectos de maquillaje, no sorprende que las escenas de violencia muestren una preferencia por los prostéticos y la sangre falsa sobre los efectos digitales. Lo cual incide en la tangibilidad de la sangre y de las vísceras, acercando la película al subgénero splatter en esas secuencias.
Pero, si los asesinatos se presentan de manera expositiva, sin suavizar el salvajismo de lo que ocurre ante nuestros ojos, sorprendentemente el resto de la película se maneja con un enfoque deliberadamente contemplativo que resulta la antítesis de lo que se espera ver en un slasher convencional. Un ejemplo de este enfoque contemplativo es la secuencia de apertura de la película, que muestra un plano fijo del interior de una torre de guardabosques en ruinas. La cámara permanece inmóvil, enfocada en un solo punto, mientras escuchamos a los actores sin llegar a verlos. Entonces, inicia un lento travelling hacia el relicario que desatará la pesadilla.
Sin embargo, ese contraste entre cine contemplativo o slow cinema y splatter es el mayor problema al que se enfrenta De naturaleza violenta, convirtiendo su propio artificio es su peor enemigo. La rigidez narrativa de seguir al asesino en todo momento lleva a largos periodos en los que no sucede nada en pantalla, con repetitivos planos secuencia de Johnny deambulando por el bosque. Además, para dinamizar la historia, Nash se ve obligado a abandonar ocasionalmente la perspectiva de Johnny, como cuando la cámara nos muestra su rostro, lo que rompe con la estructura establecida. Los diálogos, ocasionalmente forzados, y un innecesario flashback, que no aporta nada diferente a la información que se va obteniendo con las conversaciones de fondo, también restan valor a la película.
En el desenlace, Nash también sorprende con otra contradicción del enfoque formal, al abandonar por completo la figura de Johnny (ya no volvemos a verle más en la película) en favor de la perspectiva de una «chica final», Kris (interpretada por Andrea Pavlovic), y una samaritana (Lauren Taylor, quien también participó en el reparto de una de las secuelas de Viernes 13). Ambos personajes no poseen mucha dimensión y resultan demasiado argumentativos; sobre todo el de Taylor, cuyo monólogo resulta absolutamente anticlimático y diluye la atmósfera amenazadora que se había logrado conseguir durante la escena final.
Si Chris Nash buscaba dejar su huella en el cine slasher, probablemente lo haya conseguido. Su enfoque subversivo atraerá a aquellos que aprecien el toque de slow cinema, alienará a quienes carecen de la paciencia para soportar las interminables caminatas de Johnny, incapaces de tolerar el enfoque mayormente contemplativo. Aunque el artificio de seguir al psicópata puede resultar inicialmente espeluznante, no es aterrador, y desde el punto de vista de un fanático del horror, esto es un defecto imperdonable.