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Imagen por cortesía de © Warner Bros. | Warner Bros. Pictures España

#CriticadeMiedo

La trampa

Más un videoclip encubierto que una verdadera película, con el que M. Night Shyamalan intenta promocionar a su hija como una estrella pop internacional. Lo indignante es que el director tiene la audacia de hacerlo pasar por un thriller de suspense de concepto único, cuando en realidad se desmorona apenas comenzado, por culpa de un guion mediocre y vacío y una interpretación extravagante de Josh Hartnett, quien parece completamente fuera de lugar en su papel de asesino en serie.

Título original: Trap (USA/CAN, 2024) Color, 105 mins.
Director: M. Night Shyamalan
Reparto: Josh Hartnett, Ariel Donoghue, Saleka Night Shyamalan, Alison Pill

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A lo largo de su carrera, M. Night Shyamalan ha sido una figura polarizadora en el mundo del cine. Desde el éxito rotundo de El sexto sentido (The Sixth Sense, 1999) , ha ofrecido una mezcla de éxitos y fracasos. Películas como El protegido (Unbreakable, 2000) y Señales (Signs, 2002) fueron aclamadas por su originalidad y ejecución, mientras que otras como El incidente (The Happening, 2008) y After Earth (2013) recibieron críticas menos favorables. Aunque su estilo distintivo, caracterizado por atmósferas cargadas de tensión y giros sorprendentes, lo ha consolidado como un referente del suspense contemporáneo, ha sido también su mayor debilidad.

Esta contradicción, sumada a su excesiva dependencia de los giros finales, ha dado lugar a una percepción ambigua sobre su talento como cineasta y a una filmografía irregular, en la que muchas de sus películas no logran alcanzar las expectativas generadas por sus primeros éxitos, y su estilo de primera clase ha caído en un formato más cercano al cine de serie B.

En La trampa, su película más reciente, Shyamalan intenta volver a las raíces del género de suspense, buscando recapturar algo de la magia que lo hizo famoso. Para ello recurre a las influencias del cine de Brian de Palma y al concepto único que inspiró Snake Eyes (Ojos de serpiente) (Snake Eyes, 1998) , un thriller que simula estar filmado en tiempo real durante una pelea de boxeo. También se inspira en la icónica escena del magnicidio en el Royal Albert Hall de El hombre que sabía demasiado (The Man Who Knew Too Much, 1956) de Alfred Hitchcock.

¿Qué pasaría si tratamos de atrapar a un asesino en serie en un concierto abarrotado de público? La trampa sigue a Cooper (Josh Hartnett) y su hija Riley (Ariel Donoghue), quienes se preparan para pasar una velada juntos asistiendo al concierto de su artista favorita, Lady Raven (Saleka Night Shyamalan), sin saber que el evento es una trampa del FBI para capturar a «El Carnicero», un asesino en serie que aterroriza Filadelfia. Por supuesto, no pasará mucho tiempo antes de que descubramos que Cooper es «El Carnicero» y que hará todo lo posible para idear algún tipo de plan de escape sin poner en riesgo la vida de su hija.

En un principio, La trampa parece tener todo el potencial de un thriller psicológico tenso y retorcido. El tipo de intriga que exploraría temas como la identidad y la desconexión emocional en torno a la relación entre un asesino psicópata y su amor por su hija (aunque este concepto en sí mismo se convierta en una enorme incongruencia narrativa). Sin embargo, M. Night Shyamalan no parece querer ir por ese camino y opta, por el contrario, por una trama convencional y mediocre, que carece de tensión y con diálogos mal desarrollados.

Durante los primeros minutos, Shyamalan realiza un esfuerzo honesto por captar la atención del espectador. Ambientar el thriller en un concierto musical es una decisión inteligente y el director utiliza hábilmente la atmósfera y la iluminación de focos y videopantallas. Además, con el uso de enfoques descentrados y espacios vacíos, consigue transformar el pabellón multiusos en un laberinto que amplifica la sensación de claustrofobia, dando la impresión real de que el «Carnicero» está acorralado. Hasta este punto, Shyamalan logra situar al espectador en la mente del asesino, invitándolo a interpretar lo que sucede y a descubrir posibles vías de escape cuando finalmente se revela la verdad oculta detrás del concierto.

Sin embargo, los problemas comienzan cuando se revela la identidad del asesino. A partir de ese momento, cada giro de la trama resulta más forzado que el anterior, convirtiendo la segunda mitad en una sucesión de artificios poco creíbles. A pesar de que en el concierto hay 20.000 personas, de las cuales solo un 15% son hombres adultos, Cooper consigue superar los obstáculos de manera inverosímil y con excesiva facilidad. Al mismo tiempo, Shyamalan abusa de los planos cerrados sobre el rostro de Josh Hartnett, quien fuera un ídolo juvenil a principios de siglo, empeñado en mostrar una y otra vez muecas exageradas y poco naturales. Cooper, o lo que es lo mismo, «El Carnicero» debería ser un asesino astuto, capaz de mantener su identidad oculta tras haber cometido doce brutales asesinatos. Sin embargo, el deficiente guion de Shyamalan y la lamentable interpretación de Hartnett lo transforman en una figura ridícula, incapaz de ocultar la tensión en su rostro, dejando en evidencia que es el objetivo de la policía.

Aún más innecesarios son los excesivos momentos dedicados a los números musicales de su hija Saleka, una cantante pop emergente con la que ya había colaborado en las bandas sonoras de la serie Servant (2019—2023) crítica y de la película Tiempo (Old, 2021) crítica. En La trampa, Saleka juega a ser una estrella del pop llamada Lady Raven, pero sus actuaciones rígidas y poco naturales, que imitan a las grandes figuras de la música, solo logran destacar su evidente inexperiencia. Lo peor llega cuando la trama toma un rumbo absurdo que desafía incluso la lógica más básica, y Shyamalan decide darle a su hija un papel más importante que el de simple cantante. Esto no solo rompe con el desarrollo de la historia, sino que también deja al descubierto sus limitaciones como actriz.

A pesar de tantos tropiezos, La trampa intenta mantener el impulso inicial, pero la repetitividad de los intentos de fuga de Cooper, sumada a un cúmulo de casualidades y situaciones ridículas necesarias para hacer avanzar la trama, reduce considerablemente la tensión y el suspense. Para colmo, el giro inesperado en el último tercio, resulta absurdo y risible, y deja la impresión de que la película es más bien el bochornoso intento de M. Night Shyamalan para promocionar la carrera de su hija. Este enfoque, que se asemeja más a un videoclip encubierto que a una verdadera película, sugiere un claro ejemplo de «nepo baby» que probablemente acabará perjudicando la carrera de la joven, quien además escribió e interpretó la mayor parte de la insípida banda sonora de la película.

En última instancia, La trampa es un fallido ejercicio de suspense por parte de un director que parece considerarse más inteligente de lo que realmente demuestra. A pesar de partir de un concepto inusual que podría haber ofrecido mucho más, la película se queda corta, careciendo de imágenes visuales impactantes y desperdiciando todo su potencial. Muy probablemente habría resultado más divertida si se hubiera abordado con mayor seriedad. Algo que, por desgracia, M. Night Shyamalan no hace.




terrorbit
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Escritor y amante de cine de terror. Superfan de las películas de zombies, cuantos más zombies, mejor. Desde mis ojos, cuatro décadas viendo cine de terror os contemplan.