Título original: Alien: Romulus (UK/USA, 2024) Color, 119 mins.
Director: Fede Álvarez
Reparto: Cailee Spaeny, David Jonssson, Archie Renaux, Isabela Merced
En los últimos años, Hollywood ha consolidado una estrategia que explota la nostalgia mediante la reactivación de franquicias emblemáticas de décadas pasadas, apelando a un público que responde con familiaridad y lealtad a las sagas ya consolidadas. En este contexto, el realizador británico Ridley Scott impulsó un proyecto en 2012 la resurrección de una de las franquicias más icónicas de la ciencia ficción y el terror contemporáneos, iniciada con Alien, el octavo pasajero (1979) . Su objetivo era renovar y expandir el universo Alien con las películas Prometheus (2012) y Alien: Covenant (2017) , concebidas como precuelas que exploraban los orígenes de la criatura alienígena antes de su primer encuentro con la humanidad. No obstante, ambas películas obtuvieron resultados moderados en taquilla, lejos de las altas expectativas del estudio 20th Century Fox, que hicieron temer por la continuidad de la saga.
Después de más de cuatro décadas y seis entregas, la franquicia Alien, ahora bajo el control total de The Walt Disney Company tras la adquisición de los activos de Fox en 2019, regresa a las pantallas de cine de todo el mundo con Alien: Romulus. Esta nueva entrega, dirigida por el cineasta uruguayo Fede Álvarez, se posiciona en la cronología de la saga como una intercuela, ubicada entre los eventos de Alien, el octavo pasajero y su secuela, Aliens, el regreso (1986) de James Cameron.
Alien: Romulus se ambienta en un sombrío planeta minero donde un grupo de jóvenes marginados, entre los que se encuentran Rain (Cailee Spaeny), sueña con escapar de las garras opresivas de la corporación Weyland-Yutani, que controla tanto la explotación minera como la colonia en la que viven. Cuando los jóvenes descubren una estación espacial abandonada equipada con el equipo de criogenización y combustible necesario para emprender un viaje hacia un planeta más prometedor, deciden robar una nave de servicio y llegar a la estación. Sin embargo, una vez a bordo, descubrirán que la estación oculta una forma de vida alienígena que convertirá su intento de huida en una lucha desesperada por sobrevivir.
En esta nueva entrega, el guion coescrito por Fede Álvarez y Rodo Sayagues sigue una estructura narrativa que recuerda tanto al clásico de Ridley Scott como a la secuela de James Cameron. Con un enfoque en la construcción atmosférica y el desarrollo de personajes, Álvarez y Sayagues emplean una fórmula que recupera tropos convencionales de la acción fantaterrorífica, marcando un notable alejamiento de la línea argumental que Ridley Scott desarrolló en Prometheus y Alien: Covenant, en las que su interés residía en expandir el universo de la saga y crear atmósferas que generaban tensión y suspenso en sí mismas. A diferencia de la introspección y los dilemas existenciales que caracterizaban a los personajes de Scott, Álvarez y Sayagues optan por una narrativa más directa, en la que el peligro del xenomorfo retoma su rol central y tangible como amenaza implacable, lo que devuelve a la franquicia una intensidad visceral similar a la de sus orígenes.
En Alien: Romulus, Fede Álvarez opta por una narrativa cruda y claustrofóbica, concentrándose en la recreación de escenarios que rinden homenaje a los dos primeros filmes de la saga. La puesta en escena, llena de referencias visuales reconocibles, busca impactar a través de una sucesión de imágenes intensas. En este sentido, la visión de Fede Álvarez se decanta por la espectacularidad y la acción frenética, sacrificando en parte potenciar el suspense por medio de desarrollos más lentos y personajes más profundos. Los protagonistas de esta entrega están concebidos como figuras arquetípicas, que giran en torno a la presencia amenazante del xenomorfo, en lugar de como personajes dramáticamente complejos. Cailee Spaeny, en el rol de Rain, evoca el espíritu de heroína empoderada de la teniente Ripley (Sigourney Weaver) pero sin la profundidad emocional de esta. Por otro lado, el androide Andy (David Jonsson), se presenta como un eco de otros personajes sintéticos de la saga, pero añade una perturbadora dualidad máquina-humano que lo eleva sobre el resto del elenco, representado por un grupo de actores jóvenes con escasa presencia interpretativa. La relación entre Rain y Andy añade reflexiones morales sobre la naturaleza del afecto entre una humana y una persona sintética, pero sin ser apenas explorado.
El mayor mérito de Alien: Romulus recae en su habilidad para capturar la esencia del horror visceral característico de la saga sin limitarse a ser un simple relanzamiento comercial. Mediante un enfoque artesanal en los efectos especiales y el uso de una banda sonora compuesta por Benjamin Wallfisch, que rinde homenaje a las partituras de Jerry Goldsmith y James Horner, el film logra recrear la atmósfera opresiva y nihilista que definió a la entrega original de 1979. Fede Álvarez muestra nuevamente su destreza para construir tensión y explotar un horror visual más sangriento, sin abusar del gore aunque algunas escenas de muerte resulten especialmente crueles y gráficas. En particular, una secuencia interpretada por Isabela Merced, que antecede el clímax, destaca por su intensidad y quedará en la memoria de los aficionados al body horror y las emociones fuertes. La presencia de la criatura diseñada por el artista suizo H.R. Giger nunca había lucido más aterradora desde su mítica aparición en pantalla hace 45 años, erigiéndose como el verdadero protagonista de la película.
Sin embargo, Alien: Romulus no esta exenta de problemas, y su tono de homenaje constante a las dos primeras entregas hace que, en ocasiones, el guion parezca un pastiche de escenas icónicas que reducen la frescura de la película y le restan una identidad propia. Además, en su intento de reinventarse durante el tramo final, la trama incurre en un giro que, al rozar lo absurdo, socava gran parte del sólido trabajo de Fede Álvarez en mostrar de manera imponente y terrorífica las distintas etapas evolutivas del monstruo (desde los arácnidos facehuggers, pasando por el brutal chestburster, hasta el xenomorfo adulto que hiela la sangre). Igualmente cuestionable resulta la inclusión de un personaje original del clásico de Ridley Scott, interpretado entonces por el magistral Ian Holm, y que en esta ocasión es reconstruido digitalmente con resultados decepcionantes y de manera totalmente innecesaria, puesto que podría haberse representado de otra forma sin afectar en absoluto a la narrativa.
En definitiva, Alien: Romulus es lo que muchos podrían esperar del relanzamiento de una franquicia que se había quedado estancada tras las aspiraciones filosófico existencialistas de las dos últimas entregas, marcadas por una carga de mitología tediosa que las restó efectividad. Sin ampliar de forma significativa el universo de la saga, Fede Álvarez toma la inteligente decisión de devolver al espectador la experiencia visceral de presenciar a uno de los monstruos más icónicos del cine fantaterrorífico. Y lo hace apostando por una acción espectacular y un ritmo trepidante que no da respiro, destacando especialmente secuencias como la de la sangre alienígena en gravedad cero, cargada de tensión insoportable. Y, aunque la película se posiciona en medio de la saga de una manera fluida y sin estridencias, pierde algo de fuerza conforme se acerca al desenlace. Sin embargo, no cabe duda de que deja entrever el potencial de Álvarez para revigorizar la franquicia, abriendo posibilidades claras para el desarrollo de futuras entregas.