Título original: Blink Twice (USA/MEX, 2024) Color, 102 mins.
Director: Zoë Kravitz
Reparto: Naomi Ackie, Channing Tatum, Christian Slater, Adria Arjona
La carrera de Zoë Kravitz ha estado marcada por su trabajo como actriz desde su aparición en el thriller La extraña que hay en ti (The Brave One, 2007) de Neil Jordan, donde interpretó a una joven prostituta drogadicta a la que el personaje de Jodie Foster, convertida en una vigilante vengadora, intenta rescatar de las garras de su proxeneta. Este papel le abrió las puertas para colaborar con destacados directores como Joel Schumacher en Twelve (2010) , M. Night Shyamalan en After Earth (2013) , George Miller en Mad Max: Furia en la carretera (Mad Max: Fury Road, 2015) y, más recientemente, Matt Reeves en The Batman (2022) y Steven Soderbergh en Kimi (2022) . Gracias a la experiencia acumulada junto a este excepcional sanedrín de directores, Kravitz ha logrado dar el salto a la realización con Parpadea dos veces. Y lo ha hecho de manera exitosa.
Parpadea dos veces toma como referencia el concepto elevado detrás de Déjame salir (Get Out, 2017) de Jordan Peele y lo fusiona con la reciente ola de cine influenciado por el movimiento #MeToo, representada por películas como Lucky (2020) de Natasha Kermeni o Run Sweetheart Run (2020) de Shana Feste. El guion, coescrito por la propia Kravitz y E.T. Feigenbaum, es una combinación acertada de denuncia social sobre la masculinidad tóxica llevada al extremo y la naturaleza corruptora del poder, con el formato propio del subgénero conocido como Rape and Revenge (violación y venganza).
La trama sigue a Frida (Naomi Ackie) y su amiga Jess (Alia Shawkat), quienes, durante la celebración de una gala benéfica, conocen a Slater King (Channing Tatum), un magnate de la tecnología que las invita a disfrutar de unos días en su exclusiva isla privada. Atraída por el multimillonario, Frida acepta la oferta sin dudarlo, y ambas se embarcan en un jet privado junto a un variado séquito de acompañantes. Sin embargo, tras varios días de fiestas desenfrenadas, con abundante alcohol y drogas recreativas, las dos amigas empiezan a notar que algo no anda bien en la isla, hasta llegar a sospechar que sus vidas podrían estar en peligro.
Parpadea dos veces comienza como un clásico thriller de suspense, evocando la esencia del célebre Diez negritos (And Then There Were None, 1945) de René Claire, en el que un grupo de desconocidos se reúne en una isla apartada, aparentemente paradisíaca y tranquila, donde finalmente se revela un secreto mortal. Sin embargo, Zoë Kravitz pronto subierte los tropos tradicionales del misterio, transformando la narrativa en una sátira social que critica las juergas y la depravación de los ultra ricos. Durante gran parte de la primera mitad de la película, la trama se toma su tiempo para detallar el torbellino de embriaguez y excesos que, casi siempre, culmina en la pérdida de la percepción del tiempo por parte de las protagonistas. En esta fase, con la colaboración de la brillantemente saturada cinematografía de Adam Newport-Berra, Kravitz diseña el aspecto visual de manera natural, empleando repetidos planos medios cortos que abarcan desde el pecho hasta la cabeza de los actores. Esta elección establece una fuerte empatía entre los personajes y los espectadores, aislando a ambos del entorno y sugiriendo que este es menos relevante que el lujo y los coqueteos aparentemente inofensivos que Frida y Jess reciben. Como resultado, la audiencia se siente tan desconcertada y desorientada como ellas cuando comienzan a aparecer los primeros lapsus de memoria, y empezamos a sospechar que algo no va bien en esas vacaciones de ensueño.
El interés de Zoë Kravitz por explorar el impacto psicológico del trauma se hace evidente desde un primer momento, estructurando la película como una pesadilla estilizada y opresiva que refleja la experiencia de Frida y Jess. Al principio, el guion de Kravitz y Feigenbaum detalla con habilidad y cierta mordacidad las dinámicas entre las dos protagonistas y los personajes secundarios, especialmente la tensión que surge entre Frida y Sarah (Adria Arjona) debido a la competencia por la atención de Slater King. A medida que la trama avanza, el enfoque se desplaza gradualmente hacia el misterio que rodea la isla, intensificándose con la acumulación de una serie de extraños incidentes a medida que se aproxima el clímax.
En este sentido, Kravitz toma prestadas premisas comunes al cine de Jordan Peele, pero también de Ari Aster, presentando una película que en un primer momento parece tener un enfoque claro, pero que cambia de tono abruptamente hacia algo completamente distinto. Al igual que en Midsommar (2019) de Aster, las pistas sobre lo que va a ocurrir están sutilmente dispersas a lo largo del metraje, a la vista del ojo experimentado que sea capaz de reconocerlas como tales. Puede que parezca una historia familiar sobre el carpe diem o vivir el momento, pero el hedonismo que muestra adquiere un matiz inquietante e incómodo, especialmente en la forma en que favorece a los invitados varones de la isla. No es casualidad que la película aluda a casos recientes de depredadores sexuales como Jeffrey Epstein o Harvey Weinstein y al sexismo en la era del #MeToo.
Por lo tanto, cuando Kravitz abandona la sátira social para adentrarse en el horror, el cambio de tono resulta convincente, aunque algo predecible, debido a las señales que se han ido dejando a lo largo de la trama. Esta transición puede ser narrativamente menos convincente que el planteamiento inicial. Sin embargo, a medida que los giros y vueltas del guion nos llevan hacia un desenlace amargo y extremadamente sangriento, sigue sintiéndose como un fuerte golpe en las entrañas, siempre que el espectador no haya prestado atención a las pistas.
En el reparto, Naomi Ackie, está soberbia en su papel de mujer vulnerable y seducida por el lujo y la belleza artificial que observa en las redes sociales. Su interpretación es visceral y llena de energía, al igual que la de Adria Arjona, siendo las figuras clave a seguir cuando el catártico desenlace entra en escena. Junto a ellas, orbitan en mayor o menor medida, las actuaciones de estrellas como Channing Tatum, Christian Slater, Geena Davis y un sorprendente Haley Joel Osment, quien a pesar de no haber parado de trabajar desde su reconocimiento mundial con El sexto sentido (The Sixth Sense, 1999) y A. I. Inteligencia artificial (A.I. Artificial Intelligence, 2001) de Steven Spielberg, no había regresado a una producción de primer nivel hasta ahora.
En definitiva, Zoë Kravitz demuestra ser una cineasta a tener en cuenta, más allá de ser solo una actriz de rostro atractivo, hija de Lisa Bonet y Lenny Kravitz. Es cierto que Parpadea dos veces no siempre logra abordar con éxito las premisas que plantea y que algunos personajes quedan apenas esbozados, presentándose como meros convidados de piedra en el drama principal. Sin embargo, su trabajo es cautivador y vibrante. Aunque esta película no se clasifique estrictamente como una obra de terror per sé y la habilidad de Kravitz como directora se vea algo limitada en la forma en que extrae el horror de la secuencia de la revelación, al final genera una sensación de incomodidad similar a la que provocan las obras de Jordan Peele o Ari Aster, a las que busca parecerse. Y esto son palabras mayores.