Título original: Prey (USA, 2019) Color, 85 mins.
Director: Franck Khalfoun
Reparto: Logan Miller, Kristine Froseth, Jolene Anderson, Anthony Jensen
Dirigida y coescrita por Franck Khalfoun, esta mezcla de película de supervivencia y cine de monstruos, con una pizca de empalagosa historia de amor adolescente a lo El lago azul (1980), esta producción Blumhouse de bajo presupuesto cuenta la historia de un joven con problemas emocionales, tras el asesinato de su padre, que es abandonado en una isla paradisíaca de Indonesia para someterse a un introspectivo programa de rehabilitación personal, donde conoce a una muchacha y a su madre que aparentemente llevan abandonadas en la isla desde hace algún tiempo.
Khalfoun, un ex colaborador de Alexandre Aja, conocido en el género por su intento de reiniciar la franquicia Amityville: El despertar (2017) o el brillante remake del film Maniac (1980) de William Lustig, ciertamente ha demostrado tener la dosis de talento adecuada para filmar buenas historias de terror. Sin embargo, en Prey da un significativo paso atrás en su trayectoria. Fundamentalmente, porque parece tener cierta dificultad a la hora de decidir qué tipo de historia quiere contar, y es por ello que la trama oscila entre el cine de aventuras adolescentes, el terror de supervivencia y, finalmente, la típica historia de monstruo sobrenatural. Con resultados terriblemente catastróficos y, sobre todo, muy desiguales. Por un lado, Khalfoun consigue establecer un buen tono de misterio, con su adecuada atmósfera de suspense y un aceptable diseño de la demoníaca criatura que, al principio, consigue crear un cierto nivel de tensión. Pero, luego, el pobre e incoherente guión hace que la acción se tome demasiado tiempo para cambiar de ritmo y, cuando lo hace, todo es demasiado increíble e incoherente como para interesar lo más mínimo. El personaje protagonista pasa en tan solo una semana, de ser el típico idiota incapaz de valerse por sí mismo, a convertirse en una especie de Bear Grylls con acné. Y lo peor es que la historia de la madre y la hija misioneras tiene aún menos sentido.
En el fondo, Prey no es una película que dé mucho miedo, pero tampoco está tan mal. Es cierto que ofrece algunos sustos bien plantados y algunos momentos conseguidos, pero son tan escasos que el espectador se queda con la sensación de que saben a poco. Decididamente, si Franck Khalfoun se hubiese esforzado en escribir un guión mejor, quizás hubiésemos estado hablando de otro tipo de película. Una que mereciese algo la pena, pero esta no hace méritos suficientes.