Midsommar

Midsommar del realizador Ari Aster es un filme post-horror que tiene lugar a plena luz del día. No hay sombras, ni rincones oscuros, ni luz de luna o relámpagos para crear la habitual atmósfera terrorífica, únicamente sol y más sol. Así que se puede afirmar sin temor a equivocarse que Midsommar no es la típica película de terror.

Y lo mismo podría decirse de la banda sonora de Bobby Krlic, un compositor británico esforzado explorador de la música folktrónica tan popularizada por la cantante islandesa Bjkörk, y colaborador asiduo del compositor Atticus Ross, de quien el propio Ari Aster confesó que había escrito el guión de Midsommar escuchando casi exclusivamente la música de Krlic y su albúm de electrónica experimental The Haxan Cloak.

Para la banda sonora de Midsommar, Krlic huye de sus habituales ritmos experimentales para sustituirlos por salmodias de meditación y composiciones basadas en cuerdas lastimeras y chirriantes que hacen que cada pista sea más inquietante y más desquiciada que la anterior. Pero, también que se destaque la cambiante dualidad entre belleza y brutalidad que muestra la película, donde lo que parece maravilloso en la superficie oculta un terror inimaginable que acecha desde el abismo. Esto se hace evidente en Hälsingland, una pieza clásica pastoral que de repente se convierte en un maremagnum caótico de estridencias.

Aunque es Ritual In Transfigured Time la mejor canción de la banda sonora y, curiosamente también, la más cercana a la esencia de Krlic en The Haxan Cloak, un ejemplo de música inmersiva, distinta de las melodías convencionales y erupciones imprevista de percusiones con las que se recrean las atmósfera terroríficas en la mayoría de producciones.

En resumidas cuentas, Midsommar es una composición que es a veces brillante pero obviamente atenazada por los límites habituales de una banda sonora, donde la música no debe ser la protagonista sino la acompañante perfecta de las imágenes.

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