Título original: Fractured (USA, 2019) Color, 99 mins.
Director: Brad Anderson
Reparto: Sam Worthington, Lily Rabe, Lucy Capri, Stephen Tobolowsky
Sólido thriller de terror psicológico, filmado para la plataforma de video bajo demanda Netflix, sobre un hombre en plena crisis marital que acude a la sala de urgencias de un recóndito hospital de Minnesota cuando su hija pequeña sufre una accidental caída en una gasolinera. Pero su pesadilla no ha hecho nada más que comenzar cuando descubre que, tanto su hija como su mujer, no se encuentran en el hospital y nadie las ha visto registrarse.
Dirigida por Brad Anderson, un director afín al género de terror que cuenta en su haber películas como Session 9 (2001) o El Maquinista (2004) y que se mueve como pez en el agua entre el thriller psicológico y el terror más convencional. En este caso, Anderson retoma la vieja premisa hitchcockniana sobre conspiraciones y manipulaciones psicológicas y la moderniza trasladándola a un ordinario hospital, en un ejercicio muy similar al que hiciera Robert Schwentke en Plan de vuelo: Desaparecida (2005).
Fiel a su inspiración original, Anderson demuestra un gran conocimiento de la dinámica del suspense del maestro londinense, y recurre a numerosos artificios, como encuadres aberrantes o planos holandeses, para mostrar la ansiedad y la impotencia del personaje principal como fuente de la tensión. Incluso recurre al popular MacGuffin hitchcockniano en forma de contenedor para trasplante de órganos y un fajo de billetes o una banda sonora, a cargo de Anton Sanko, que recuerda mucho ciertos convencionalismos de Bernard Herrmann. Incluso, tanto Sam Worthington como Lily Rabe parecen ser una pareja de actores que el maestro pudiera mostrar en una de sus películas.
Desgraciadamente, a pesar de todos estos buenos mimbres, existe un cierto aire de decepción en torno a Fractura, en buena parte porque la historia es quizás demasiado conocida y, desde el principio, Brad Anderson tampoco hace nada por ocultarla. El rostro siempre ceñudo de Sam Worthington, el velado desdén en los silencios de Lily Rabe, el continuado uso de reflejos en espejos para resaltar la bipolaridad del protagonista. Todo en Fractura se vuelve inevitablemente en un thriller tan genérico como su título. Las constantes idas y venidas del guión, lejos de confundir al espectador, terminan por aburrir y cuando llega el supuesto giro sorpresa en la trama, ha perdido irremediablemente todo su potencial hasta caer incluso en la perogrullada.