Título original: The Turning (UK/IRL/CAN/USA, 2020) Color, 94 mins.
Director: Floria Sigismondi
Reparto: Mackenzie Davis, Finn Wolfhard, Brooklynn Prince, Joely Richardson
Elegante modernización del clásico de Henry James Otra vuelta de tuerca , sobre una joven maestra que se instala en un tétrico caserón para instruir a dos huérfanos, quienes han perdido a sus padres en un accidente de coche. Pronto, la joven institutriz descubre que los niños esconden un secreto del que nadie quiere hablar y, en especial, el hermano mayor quien resulta enormemente protector de su hermana pequeña y comienza a obsesionarse con la nueva institutriz.
Dirigida por Floria Sigismondi, la acción se traslada del siglo XIX a la contemporaneidad de los años 90 y al ambiente neogótico ensalzado por el tono grunge de ciertos personajes, como ese hermano mayor, interpretado por un esforzado pero incómodo Finn Wolfhard, quien nunca parece meterse en el papel de adolescente eternamente enojado y proclive al acoso de género, o la protagonista interpretada por Mackenzie Davis. Una institutriz cuya motivación es difícil de comprender y no digo ya compartir, más allá de ser la pálida excusa para insertar una denuncia social sobre la violencia machista en la clásica historia de fantasmas y casa embrujada. Después de todo, el personaje siempre tiene la posibilidad de alejarse del abuso, de hecho hay un momento en la trama en el que lo hace, y aun así incomprensiblemente decide regresar y seguir siendo el foco de las atenciones no deseadas de Wolfhard.
El principal problema de Otra vuelta de tuerca no es otro que, aunque el guión no se aparta demasiado de la fuente original, no termina de contar una historia completamente fiel o consecuente con el texto o consigo misma. Sigismondi abre demasiadas ramificaciones que luego olvida o desecha sin ningún esfuerzo por explicarlas o cerrarlas, a lo largo de una trama compleja y desordenada, que salta de una situación improbable a otra más improbable todavía, hasta el punto de convertirse en una maraña sin pies ni cabeza.
Una lástima, porque Otra vuelta de tuerca con todos los elementos requeridos para convertirse en una buena película de casas embrujadas y ambiente gótico: el viejo caserón repleto de sombras y decorados recargados, partes de la casa que la institutriz no debe visitar, destellos de figuras fantasmagóricas en los espejos. Pero, nada de esto es aprovechado medianamente por Sigismondi, más preocupada por recrear una atmósfera de videoclip de rock gótico y abusar de los sustos baratos, que de construir una línea narrativa coherente.
Desafortunadamente, el espectador no puede menos que comparar esta adaptación con otras como Suspense (1961) de Jack Clayton o incluso la misma Los otros (2001) de Alejandro Amenábar y decepcionarse con el resultado. Se esperaba que la versión de Sigismondi propusiera algo nuevo y diferente, probablemente esa mirada femenina de la violencia de género trasladada al universo fantasmagórico de Henry James lo sea, pero no alcanza el efecto esperado. Después de todo, Otra vuelta de tuerca termina siendo una mera recolección de escenas vistas en otras tantas películas de terror, cosidas entre sí de manera más o menos hábil, pero que resultan insuficientes para ganar el interés del espectador.