Título original: The Lodge (UK/USA/CAN, 2019) Color, 108 mins.
Director: Severin Fiala, Veronika Franz
Reparto: Riley Keough, Jaeden Martell, Lia McHugh, Richard Armitage
Tras su exitoso debut en la dirección con Buenas noches, mamá (2014) , el dúo austriaco Severin Fiala y Veronika Franz presentan The Lodge, un intenso drama psicológico nihilista, aderezado con continuas pinceladas de fanatismo religioso y ambientado en los desolados parajes nevados del nordeste canadiense, donde dos niños que han perdido a su madre de forma trágica y que, durante las vacaciones navideñas, se quedan aislados en una cabaña solitaria sin calefacción, electricidad, ni víveres, junto a la nueva prometida de su padre, una mujer inestable emocionalmente. A medida que avanza el tiempo, las tensiones aumentan y el tortuoso pasado ultrareligioso de la mujer saldrá a la luz.
The Lodge no duda en repetir lugares comunes del anterior film de Fiala y Franz: la relación maternofilial y ese miedo a olvidar a los seres queridos o su sustitución. Como los gemelos de Buenas noches, mamá, quienes sabían que la mujer que regresa a casa con el rostro completamente vendado no era su madre, los niños interpretados por Jaeden Martell y Lia McHugh, no reconocen a Riley Keough como la suya. Los directores, además, no dudan en añadir nuevas premisas como la traumática presencia de un pasado que nunca nos abandona, y el fanatismo religioso.
De ritmo pausado y estética muy cuidada, con abundancia de planos abiertos que se alejan y se cierran lentamente sobre los protagonistas, The Lodge recrea una conseguidísima atmósfera claustrofóbica y densa, muy cercana a la de El resplandor (1980) de Stanley Kubrick, film con el que también comparte bastantes puntos comunes: desde el aislado paisaje nevado a la fragilidad de la estabilidad emocional. Donde el aislamiento y la paranoia no dan respiro al espectador y las reminiscencias de Michael Haneke se sienten constantemente. Otro punto en común con la opera prima de Severin Fiala y Veronika Franz. La fotografía de Thimios Bakatakis es la principal responsable de esa atmósfera, jugando magistralmente con la gama cromática del entorno y con un sorprendente uso del «ojo de pez» en las escenas del interior, para recrear un ambiente casi onírico, plagado de símbolos religiosos omnipresentes, como el retrato de la Virgen que se cierne tan opresivo como desestabilizante psicológicamente sobre el personaje de Riley Keough.
The Lodge comienza con un prólogo contundente, quizás demasiado violento y excesivo, si tenemos en cuenta la ausencia de sobresaltos que tiene el conjunto de la película, pero que establece a la perfección las bases de lo que será la historia: una madre inestable emocionalmente, cuyo acto violento e indeseado se refleja en unos niños crueles y repelentes, que se rebelan contra la figura amenazadora de la «nueva madre». Lo malo es que ese juego de realidad e imaginación, de ambigüedad y confabulación, no termina de cuajar del todo en su parte intermedia, donde también se intenta introducir una sobrenaturalidad de relato de fantasmas que es rápidamente abandonada sin aportar nada concluyente. Por otro lado, es cierto que el misterio, la sucesión de preguntas sin respuesta, ayudan a mantener la tensión el interés durante esta parte, pero el ritmo tan lento, que puede que ayude a recrear la atmósfera irrespirable e irreversible, resulta enormemente aburrido para el espectador, quien espera algo más que el meticuloso minimalismo presentado por Fiala y Franz.
Alguien definió a The Lodge como una «especie de continuación conceptual o remake invertida» de Buenas noches, mamá y, seguramente tenía razón. También inserta elementos vistos en la formidable Hereditary (2018) de Ari Aster, como esa casa de muñecas ultradetallista que se utiliza como representación práctica del ardid de la trama. Lo que resulta claro es que, con sus defectos y sus virtudes, The Lodge es un necesario soplo de aire fresco en el panorama del horror contemporáneo, más centrado en los sustos facilones y las truculencias de consumo rápido que en la experimentación y la sutileza del misterio. Una película que se construye poco a poco y que permite que el espectador se vaya haciendo su propia idea de la trama para luego sorprender con un final inesperado tanto a nivel visual como narrativo. Una introspectiva muestra de cine de terror de autor que quizás defraude un poco a los fanáticos de la sangre y los sustos de montaña rusa, pero que entusiasmará al espectador más maduro.