Título original: Aux (UK, 2018) Color, 83 mins.
Director: John Adams
Reparto: John Rhys-Davies, Rosie Fellner, Tristam Summers, Paul Reynolds
La opera prima como realizador del prolífico productor John Adams, a quien los aficionados al género recordarán por producir Demons Never Die (2011) de Arjun Rose o la más reciente 13 Graves (2019) de John Langridge, se construye como una explotación de los tropos más comunes del subgénero slasher y cuenta una historia que gira en torno al espíritu vengativo de un soldado auxiliar de la Segunda Guerra Mundial, que es despertado por accidente por dos niños que cazan en un bosque y se topan con el bunker donde quedó encerrado el soldado años atrás.
Aux comienza con todos los lugares comunes que uno espera encontrar en un slasher en el bosque: una persecución entre la neblina, un asesino desfigurado con uniforme militar, algunas muertes sangrientas que incluyen una decapitación poco convincente. Todo ello nos traslada al espíritu de slashers ochenteros como El asesino de Rosemary (1981) , aunque está terriblemente ejecutado por John Adams. No es solo por la sensación de amateurismo del reparto sino, sobre todo, por la falta de originalidad o de ingenio del director, quien se las apaña para rodar alguna que otra muerte de manera totalmente anticlimática. Para colmo, introduce otra línea genérica más cercana al survival militar, después de todo es una película sobre un soldado asesino, que recuerda más a La presa (1981) o incluso El retorno de los malditos (2007) . Lo cierto es que, aunque John Adams se muestra incapaz de manejar el cambio de tono, esta última parte ofrece el momento más satisfactorio de la película.
En general, Aux es un ejemplo perfecto de película de bajo presupuesto, que pretende morder más de lo que puede tragar, con un guión ciertamente abominable y peores interpretaciones, entre las cuales ni siquiera puede destacarse la presencia del entrañable John Rhys-Davies. Y, sobre todo, una abrumadora falta de coherencia que lleva al espectador a sufrir una serie de innumerables escenas y truculentas muertes sin sentido; especialmente, forzadas resultan la muerte del niño en el prólogo y la de una pareja en un automóvil. Si al menos hubiese tenido el acierto de usar efectos especiales de maquillaje en vez de esa sangre creada por ordenador, el público hubiese tenido algún aliciente más.