Título original: Spiral: From the Book of Saw (USA/CAN, 2021) Color, 93 mins.
Director: Darren Lynn Bousman
Reparto: Chris Rock, Max Minghella, Samuel L. Jackson, Marisol Nichols
El reinicio o reboot de una las sagas de terror más populares del siglo XXI, quince años después del estreno de la primera entrega y encomendado al realizador Darren Lynn Bousman, quien ya se encargara de dirigir la secuela y los capítulos III y IV, que buscaba recuperar el espíritu original de la franquicia pero insuflándole aires nuevos y renovadores.
Hasta el momento, la principal característica de la saga Saw (2004) consistía en repetir la misma fórmula: la combinación de terror, sadismo en forma de juegos sangrientos y un giro argumental final, una y otra vez, hasta su conclusión en 2010. Cada entrega era estrenada en la víspera de Halloween y convenientemente promocionada con campañas visualmente poderosas que anticipaban la premiere. Con ello, James Wan y Leigh Whannell consiguieron cautivar a la audiencia de medio mundo y dar a luz a un nuevo subgénero: el torture porn. Aunque no fuera acuñado hasta un año más tarde por el crítico David Edelstein, la explotación del gore extremo, como en los viejos tiempos del splatter de finales de los 80 y principios de los 90, y la subcultura del sufrimiento como vehículo de entretenimiento, estaba ahí en todo su apogeo.
Como era de esperar, esta modernización que gira en torno a la historia de una pareja de detectives de homicidios que investigan una serie de horribles asesinatos en la ciudad de Nueva York y que parecen estar conectados de alguna manera con el asesino en serie conocido como Jigsaw, resulta un absoluto fracaso en cuanto a crítica y público.
El problema es que Spiral: Saw intenta renovar la fórmula rebuscando en los conceptos de los thrillers policiacos de los 90 y su estructura de buddy movie, película de amigos, donde la relación de los dos protagonistas masculinos se conforma como el punto de mayor interés de la trama. Por consecuencia ofreciendo más de lo mismo y, lo que es peor, encima más diluido. En la película de Darren Lynn Bousman hay un nuevo asesino, pero sin el carisma de John Kramer, alias Jigsaw. También tiene nuevas trampas macabras, que resultan tan forzadas en la trama como poco sangrientas. Del mismo modo, tiene menos giros en el argumento e incluso un montaje casi aberrante que en algún momento da la sensación de que ha perdido un buen trozo de metraje y que abusa de los saltos en el tiempo como artimaña para añadir suspense a la trama. Y para colmo cuenta con un imposible reparto con el cómico Chris Rock como protagonista y el mismísimo Samuel L. Jackson, más caduco que nunca, del que sólo se salva la ambigüedad gesticular de Max Minghella.
En definitiva, un fallido y flojo reboot que trata de suavizar el sobresalto y la truculencia propios del torture porn con alguna que otra dosis de humor decididamente casposo y que termina por hundir en el abismo del aburrimiento más absoluto a una saga que iba ya en piloto automático encaminada al mismo destino. Sólo recomendable para los fans más incondicionales de la saga y, quizás, aún ni para ellos.