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#CriticadeMiedo

Oxígeno

Una más de las decenas de variaciones del tropo del entierro prematuro, convirtiéndose aquí el ataúd en una cámara criogénica, cuyo soso argumento desaprovecha irritantemente la práctica totalidad de sus posibilidades, perdido entre una colección de lugares comunes, concesiones a los convencionalismos y arrebatos pseudocientíficos. Pese a todo su director, el siempre eficaz Alexandre Aja, mantiene la tensión y las sorpresas casi hasta el final.

Título original: Oxygène (FRA/USA, 2021) Color, 100 mins.
Director: Alexandre Aja
Reparto: Mélanie Laurent, Mathieu Amalric, Malik Zidi, Laura Boujenah

★★✰✰ Oxygen (2021) on IMDb


Alexandre Aja, quien se diera a conocer internacionalmente con la apreciada Alta tensión (2003) , presenta este claustrofóbico thriller futurista sobre una mujer que despierta encerrada en una cámara criogénica sin saber muy bien cómo llegó hasta allí, ni cuál es su identidad, que la plataforma Netflix se encargó de estrenar a nivel mundial con su habitual grado de efectividad.

Oxígeno es una más de las decenas de variaciones sobre el tropo del entierro prematuro, que tan magistralmente desarrollaran producciones como La obsesión (1962) de Roger Corman, que adaptara el relato de Edgar Allan Poe que lo inició todo y en la que el mismísimo Francis Ford Coppola ejerció de asistente de dirección de Corman, o la más contemporánea Buried (2010) de Rodrigo Cortés. Incluso a finales de los noventa, 24 horas para morir (1999) un título directo al vídeo que en su versión original se titulaba Oxygen, ya planteaba una premisa similar, donde el secuestrador Adrien Brody enterraba viva una desdichada Laila Robins con solo suministro de oxígeno para un día. Así pues el limitado escenario, el inminente peligro de quedarse sin oxígeno o el único protagonista no son conceptos nada nuevos u originales.

Alexandre Aja tiene entre sus manos una película sosa, perdida entre una colección de lugares comunes: la amnesia de la protagonista, la inteligencia artificial kubrickiana, las llamadas de teléfono. Cuyo guión, escrito por la debutante Christie LeBlanc, se encuentra repleto de más y más volteretas argumentales, tan inesperadas como inconsistentes, y de innecesarias concesiones a los convencionalismos. Una tarea irritantemente extenuante que desaprovecha la práctica totalidad de las posibilidades narrativas que propone y que podrían haberla convertido en una interesante fábula pseudocientífica sobre los peligros derivados de la dependencia de la medicina con respecto a la tecnología o en la primera gran película en capturar con precisión la angustia e incertidumbre biológicas que se han apoderado de los seres humanos en tiempos de pandemia.

Al igual que sucediera con la película de Rodrigo Cortés, el reducido escenario y el único protagonista se convierten en los verdaderos focos de interés. El primero, obviamente por motivos técnicos: mover la cámara por esos espacios tan asfixiantes solo puede ser descrito como una hazaña del belga Maxime Alexandre, un excepcional cinematógrafo con quien Aja trabaja desde sus comienzos, quien no solo tiene que lidiar con las estrecheces y la proximidad de la actriz, sino también con una miríada de cables y artilugios médicos con la perversa tendencia de meterse por en medio. El segundo, cuenta con una extraordinaria interpretación de Mélanie Laurent. Una actriz, a quien los aficionados al género más refinados quizás la reconozcan por la existencialista Enemy (2013) de Denis Villeneuve, que carga sobre sus hombros el peso emocional de la historia, así como la tensión. Verla retorcerse sobre sí misma para vencer sus limitaciones físicas y conseguir arrancarse los tubos médicos que la condenarán, es uno de los mejores momentos de la película.

Resulta obvio decir que Alexandre Aja se ha convertido por méritos propios en uno de los nombres más interesantes del género. Sin duda, habrá muchos aficionados que le acusen de haberse suavizado con los años, siendo uno de los miembros fundadores del ya extinto Nuevo Extremismo Francés, pero con Oxígeno ha demostrado que es capaz de elevar una historia rutinaria de serie-B y pocos recursos a un eficaz thriller de ciencia ficción con numerosas pinceladas de terror tecnológico que parte de una situación genérica y minimalista para ir abriendo el foco hasta abarcar una tercera parte enmarcada en una odisea épica de ciencia ficción dura.

En resumidas cuentas, Oxígeno no es la primera película en usar la claustrofobia y la ansiedad del entierro prematuro, ni será la última. Si bien, consigue rizar el rizo y mantener la tensión y las sorpresas hasta el final. El secreto está, como siempre, en estructurar la historia capa a capa y revelar la historia de la manera correcta. Aunque al final, toda explicación resulte un fiasco y de los gordos.




terrorbit
terrorbit
Escritor y amante de cine de terror. Superfan de las películas de zombies, cuantos más zombies, mejor. Desde mis ojos, cuatro décadas viendo cine de terror os contemplan.