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#CriticadeMiedo

Nuevo sabor a cereza

Adaptación de la novela homónima de Todd Grimson, adecuada con cierta soltura a los esquemas conceptuales de Netflix y a los propios intereses artísticos de su creador, cuyo resultado es una de las series más delirantes e inclasificables contemporáneas, que transforma una epopeya de venganza feminista, con evidentes reflejos del movimiento #MeToo, en una malsana y nihilista fábula sobre los demonios internos, el desenmascaramiento de las apariencias y la perversidad en el seno de la industria cinematográfica hollywoodense en la década de los noventa.

Título original: Brand New Cherry Flavor (USA, TV Miniserie 2021) Color/B&W, 8 episodes 40 mins.
Creadores: Nick Antosca, Lenore Zion
Reparto: Rosa Salazar, Catherine Keener, Eric Lange, Jeff Ward

★★✰✰ Brand New Cherry Flavor (2021) on IMDb


Adaptación de la novela homónima de Todd Grimson, adecuada con cierta soltura a los esquemas conceptuales de Netflix y a los propios intereses artísticos de Nick Antosca, quien abandona el cobijo de las producciones independientes como Channel Zero (TV Series, 2016-2018) para acometer un proyecto mucho más ambicioso y fascinante, que gira en torno a la figura de una aspirante a directora de cine (Rosa Salazar) que busca vengarse de un productor sin escrúpulos (Eric Lange) con la ayuda de una enigmática bruja vudú (Catherine Keener) lanzándole una maldición que muy pronto se volverá en su contra.

El resultado es una de las series más delirantes e inclasificables del gigante del streaming, enormemente meritoria como adaptación dado que mejora con creces el poco brillante original literario, convirtiéndole en una especie de tétrico y decadente himno a la truculencia (la protagonista regurgita constantemente gatitos por la boca) y al porno gore (en concreto, una escena del episodio cuatro de tintes Baudelaireanos dará mucho de qué hablar) que transforma sobre el papel una epopeya de venganza feminista, ambientada en un Los Angeles íntimo, casi clandestino, de la década de los noventa, que parece situarse en una dimensión más allá de la vida normal, y aderezada con evidentes reflejos del movimiento #MeToo, en una malsana y nihilista fábula sobre los demonios internos, el desenmascaramiento de las apariencias y la perversidad en el seno de la industria cinematográfica hollywoodense. Todo ello mostrado a través de una demencia fetichista, que comienza por su propio título, y que confirma de una vez por todas el particular y complejísimo talento de su creador, Nick Antosca.

A pesar de que Nuevo sabor a cereza se siente por momentos como pez fuera del agua sin el resguardo del tono indie al que está acostumbrado su creador y que todo resulta a ratos demasiado pretencioso, se necesita algo más que una magnética actriz para crear de la nada un universo de resonancias propias, lo cierto es que la extraña y compleja sucesión de imágenes granguignolescas a la que el espectador es sometido resulta tan repulsiva como hipnótica. Y buena muestra de ello es la escena del episodio cuatro que mencionamos anteriormente. Escribía Charles Baudelaire en uno de los poemas censurados de Las flores del mal (Aguilar, 1963) más repulsivos y misóginos que quería «hacer una herida ancha y profunda» en el vientre de su amada para que «a través de esos labios recientes» infundirle su veneno. Con esta idea tan demencial y sangrienta en la cabeza, el espectador puede hacerse a la idea de qué es lo que le espera, puesto que el tono de la serie, a partir de este momento, aumenta el gore y las influencias del body horror cronenbergiano, con sus manifestaciones corporales de psiques desencajadas y disidentes.

Y es que resulta más que evidente que Nick Antosca y su compañera Lenore Zion, viejos colaboradores en Channel Zero, y que firman aquí como creadores y guionistas, se han inspirado en los films noventeros de David Cronenberg, como eXistenZ (1999) o incluso Crash (1996) con esa manifestación de la libido a través de una fetichista pulsión autodestructiva. Pero también, muestra influencias del noir surrealista derrite mentes de David Lynch y el simbolismo que impregna Terciopelo azul (1986) o Mulholland Drive (2001) que sugiere la dualidad de la sociedad angelina de los noventa, donde coexiste el mundo superficial y brillante, donde todo son fiestas sofisticadas y éxito, con otro clandestino y oscuro, lleno de cosas muertas y dolor. Curiosamente, otro nexo en común con la referencia lynchiana son los personajes femeninos intensos y autoconscientes, incluso dentro de sus propias transgresiones. En Nuevo sabor a cereza todo se centra alrededor de Rosa Salazar, una actriz que impregna cada escena con una emoción que casi, casi justifica el visionado de la serie, y en Catherine Keener, la suprema guía espiritual de ese mundo onírico que reivindica la muerte como un suceso fertilizador y no destructor, desencadenante del despertar de la auténtica identidad de la protagonista, imposible de alcanzar de otro modo.

Huelga decir que el experimento ha funcionado a medias y, como suele suceder en estos casos, mientras que el público objetivo de Netflix la ha recibido con cierta frialdad, los aficionados al género y, en especial, al terror corporal cronenbergiano prácticamente la han catapultado a la condición de culto. En un sentido último, resulta ser una historia que comienza con una abierta sátira de Hollywood y culmina en un espeluznante relato de brujería vudú, que en vez de sobresaltos está plagada de una repulsión corporal que no descansa, y a la que se le podría haber sacado mucho más partido, cierto, pero que definitivamente significa la revelación de Nick Antosca para el gran público.




terrorbit
terrorbit
Escritor y amante de cine de terror. Superfan de las películas de zombies, cuantos más zombies, mejor. Desde mis ojos, cuatro décadas viendo cine de terror os contemplan.