Título original: Kandisha (FRA, 2020) Color, 85 mins.
Director: Alexandre Bustillo, Julien Maury
Reparto: Mathilde Lamusse, Suzy Bemba, Samarcande Saadi, Meriem Sarolie
Aisha Kandisha es una leyenda oriunda de la mitología marroquí que tiene como protagonista a un súcubo o espíritu maligno con apariencia de mujer, poseedor de una extraordinaria belleza y que representa una especie de venganza femenina que seduce a los hombres en sus sueños. Partiendo como premisa argumental de dicha leyenda, la pareja de realizadores franceses Alexandre Bustillo y Julien Maury presentaron dentro del marco del 53 Festival de Cine Fantástico de Sitges de 2020, esta película abiertamente inspirada en la excelente Candyman: El dominio de la mente (1992) de Bernard Rose sobre una adolescente grafitera (Mathilde Lamusse) de los suburbios parisinos que invoca a Kandisha tras ser agredida sexualmente por un ex novio y, a partir de ese momento, todos los miembros masculinos de su entorno correrán un peligro mortal.
Kandisha, no confundir con el filme marroquí Kandisha (2008) de Jérôme Cohen-Olivar, es un film especialmente malo y poco inspirado, impropio de los autores de la angustiosa Al interior (2007) , una de las joyas de la corona del movimiento del Nuevo Extremismo Francés de comienzos del siglo XXI. Con una primera parte anodina, donde pareciera que las intenciones de la dupla de realizadores fueran hacer una llamada al compromiso cultural y los horrores femeninos modernos más que una película de horror, pero sin terminar de aprovechar del todo ese paisaje de suburbio formado por bloques grises de apartamentos sociales y sombríos pasos subterráneos, ambientado en la banlieue parisina, ni tampoco profundizar en los problemas cotidianos de los adolescentes que crecen en un entorno tan hostil.
Aparte de un momento aquí y otro allá y de cierto atractivo, aunque desigual, en las interpretaciones de su trío protagonista, Kandisha transcurre como un slasher sobrenatural, de cuidada factura técnica y más sangriento a medida que avanza la trama y las muertes se multiplican, pero decepcionantemente genérico. No tanto por su vampirización de la fórmula ya utilizada en Candyman: El dominio de la mente: la protagonista invoca al demonio o djinn repitiendo su nombre en voz alta, el ambiente de abandono social, la sensación de justicia en las muertes (si el film de Rose se podía traducir como una alegoría antirracista, Kandisha tiene una lectura parecida como alegoría del feminismo más radical y misándrico), sino por la falta de interés, casi apatía, demostrada por los realizadores a la hora de crear una sola imagen o un solo diálogo, que resulten medianamente originales. Como muestra, la figura de Kandisha se representa inicialmente como una mujer envuelta de pies a cabeza en un burka negro, muy similar a las representaciones de La Llorona en Centroamérica o a la Mujer de Negro anglosajona. Además, el tramo final incluye un exorcismo en el apartamento de un imán que parece una casposa sesión de espiritismo más que una ceremonia para librarse de un súcubo asesino de ascendencia islámica.
En resumidas cuentas, aquellos aficionados que no busquen más allá de un slasher justito, con alguna que otra buena escena de sangre y vísceras, puede que queden satisfechos a un nivel muy básico, pero lo cierto es que Kandisha es un esfuerzo fallido por parte de Bustillo y Maury a la hora de conjurar un film que perdure de alguna manera en la mente del espectador que exija mucho más y donde la cuestión que se plantea no sea si va a ser capaz de aguantar tamaño tostón.