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El club de los lectores criminales

Clásico subproducto slasher realizado sin ningún tipo de ingenio propio, que imita la fórmula del metaslasher instaurada por la película «Scream» y su infinidad de plagios posteriores, con un asesino psicópata disfrazado de payaso, una amplia lista de sospechosos/víctimas, asesinatos espeluznantes y cierto soterrado sentido de la nostalgia por el horror de la década de 1990.

Título original: El club de los lectores criminales (ESP, 2023) Color, 89 mins.
Director: Carlos Alonso Ojea
Reparto: Veki Velilla, Álvaro Mel, Priscilla Delgado, Daniel Grao

★★✰✰✰ Killer Book Club (2023) on IMDb


El legado cultural de los metaslasher de la década de 1990, instaurado tras el descomunal éxito de público, que no tanto de crítica, de películas como Scream. Vigila quién llama (1996) de Wes Craven o Leyenda urbana (1998) de Jamie Blanks, se ha continuado en el tiempo con numerosos imitadores que han ido surgiendo desde entonces. Siguiendo esta línea, Carlos Alonso Ojea, el director de Los inocentes (2013) , otro slasher patrio protagonizado por la madrileña Charlotte Vega y presentado en el Festival de Sitges para después ser olvidado por la mayoría del público, dirige la enésima fotocopia de Scream, con el beneplácito de Netflix pero sin un atisbo de la chispa del clásico de Wes Craven.

Adaptando una novela homónima de Carlos García Miranda, la trama de El club de los lectores asesinos gira en torno a un grupo de universitarios que pertenecen a un club de lectura de libros de terror y que deciden vengarse de un profesor que ha intentado agredir sexualmente a una de ellos, con nefastas consecuencias. No pasará mucho tiempo antes de que comiencen a ser asesinados por un psicópata disfrazado de payaso, mientras sus muertes son documentadas en tiempo real por un libro electrónico publicado en Internet.

A priori, aunque convenientemente actualizado para un público que convive con las redes sociales, los influencers y la fanfiction, El club de los lectores asesinos es un slasher de corte clásico que cuenta con un villano oculto tras una careta de Halloween, una nutrida lista de personajes que cumplen el papel específico de víctimas, pero al mismo tiempo son los principales sospechosos, y una buena sucesión de asesinatos truculentos con el que amenizar la hora y media de su metraje. Suficientes elementos para hacer una película de terror cuanto menos entretenida. El problema es que Carlos Alonso Ojea se dedica únicamente a remezclar infinidad de situaciones y conceptos que ya hemos visto anteriormente en las obras citadas y en otras tantas como Sé lo que hicisteis el último verano (1997) de Jim Gillespie o de cualquier producción de terror en la que los protagonistas se convierten en cómplices de un crimen y comparten un terrible secreto. Supongo que es más sencillo copiar el trabajo de otros que subvertir las expectativas y crear algo enteramente original.

El realizador gallego hace muy poco o nada por insuflar personalidad a su película. Los personajes principales apenas disponen de la profundidad suficiente como para sobreponerse a sus arquetipos. La trama abre algunos hilos interesantes: como el miedo incontrolable a los payasos que padece la protagonista y una cierta autoconsciencia narrativa, también vampirizada de Scream, cuando sus compañeros se reúnen para discutir tropos de terror, que quedan sorprendentemente olvidados cuando aparecen las muertes y el guion comienza a traicionar su propia lógica interna. Los mismos tropos criticados son los empleados para avanzar la trama.

Visualmente, El club de los lectores asesinos se presenta como una experiencia mucho más atractiva de lo que su guion parece querer ofrecer. La estética está muy cuidada, repleta de luces intensas que recuerdan al estilo de Dario Argento y una paleta de colores rica y vibrante. El montaje tiene además algunos momentos muy acertados: como el que muestra a los protagonistas iluminados sucesivamente por la luz roja de las pantallas de sus móviles, como si fueran marcados directamente por el asesino, o la secuencia en la que dos personajes intentan averiguar cómo se ha producido un asesinato, siguiendo las pistas dejadas en Internet, mientras se muestra a través de un flashback lo que realmente sucedió. Pero, nada de esto es aprovechado y todo resulta muy artificial, como la decoración de la universidad, cuyos pasillos parecen más las salas de baile de una trasnochada discoteca, que un lugar de aprendizaje.

Sin embargo, el mayor problema de El club de los lectores asesinos reside en su insípida protagonista, interpretada por Veki Velilla, que como personaje es lo más alejado a la final girl empática que uno espera ver en un slasher tan genérico. Y, del mismo modo, un buen asesino psicópata también incorpora una serie de expectativas, o bien a través de la crueldad de sus crímenes o del terror que inspira en su aspecto. Aquí, el asesino parece sacado de un casting de mascotas para una cadena de restaurantes de comida rápida (ya sabéis a cuál me refiero).

En definitiva, El club de los lectores asesinos es otro ejemplo de película que cae en su propia trampa. Pretende crear un slasher con cierto soterrado sentido de la nostalgia por el horror de la década de 1990, utilizando un recauchutado de arcos argumentales extirpados sin pudor de una de las más populares franquicias de terror de todos los tiempos. Quizás con la intención final de reformular los viejos conceptos para llamar la atención de la Generación Z, pero el caso es que acaba enredada en sus propios artificios.




terrorbit
terrorbit
Escritor y amante de cine de terror. Superfan de las películas de zombies, cuantos más zombies, mejor. Desde mis ojos, cuatro décadas viendo cine de terror os contemplan.