Título original: Karusell (SWE, 2023) Color, 93 mins.
Director: Simon Sandquist
Reparto: Wilma Lidén, Omar Rudberg, Amanda Lindh, Ludvig Deltin
Bajo el marco de la etiqueta «Terror Nórdico», los críticos especializados en el género del horror suelen agrupar las producciones fantaterroríficas de los países del norte de Europa como Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega e Islandia. Desde el slasher hasta el horror corporal, incluyendo monstruos clásicos como licántropos o vampiros, los países nórdicos se han destacado por la creación de películas de terror variadas y potentes, desde la era del cine mudo hasta la actualidad.
En ese mismo ámbito del «Terror Nórdico», la filmografía sueca sorprende por ser una de las precursoras en la producción de películas de horror de alta calidad, desde obras tempranas como Häxan: La brujería a través de los tiempos (Häxan, 1922) de Benjamin Christensen o La carreta fantasma (Körkarlen, 1921) de Victor Sjöström; la época de Ingmar Bergman y La hora del lobo (Vargtimmen, 1968) o, la actualidad, desde el brutal éxito comercial y de crítica de Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2008) de Tomas Alfredson, la cual inspiró un remake estadounidense y una serie de televisión producida por Showtime. Aunque actualmente Noruega ha superado a Suecia en éxito y cantidad de producciones de terror, el cine de horror sueco ha mostrado un leve resurgimiento, especialmente gracias al subgénero del slasher, con producciones como La conferencia (Konferensen, 2023) de Patrik Eklund o Punto rojo (Red Dot, 2021) de Alain Darborg. Películas realizadas con presupuestos modestos y una distribución limitada en cines, pero de una calidad técnica inmejorable y, de alguna manera, popularizadas tras su distribución a través de la plataforma Netflix.
Horror Park, dirigida por Simon Sandquist, un cineasta sueco no muy conocido con apenas cinco largometrajes en su filmografía, se suma también a esta tendencia de recurrir a la fórmula del slasher dentro de una industria que apenas se prolifera en el género pero que cuando lo hace no suele defraudar.
Con la intención de explotar las atracciones reales del parque Liseberg de Gotemburgo como escenario excepcional, la trama de Horror Park se centra en un grupo de veinteañeros invitados a una visita VIP en un parque de atracciones la noche antes de Halloween. Durante la cual, serán perseguidos por un psicópata enmascarado que los irá eliminando uno a uno y los forzará a recurrir a todo su ingenio para sobrevivir durante la noche.
Horror Park representa un regreso al subgénero más puro del slasher, sin distanciamientos metarreferenciales ni fusiones con otros géneros, a diferencia de la reciente oleada de slashers juveniles del año pasado, ejemplarizada en películas como Qué bello es morir (It’s a Wonderful Knife, 2023) crítica, Black Friday (Thanksgiving, 2023) crítica o Sangrientos dieciséis (Totally Killer, 2023) . Sin embargo, a pesar de esta vuelta a lo clásico, la película resulta más aburrida, previsible y repetitiva.
El primer gran problema que presenta Horror Park, y el más imperdonable, radica en su incapacidad para aprovechar al máximo el potencial del entorno en el que se desarrolla la historia. Un parque de atracciones filmado después del cierre y completamente desierto, ofrece numerosas oportunidades para generar situaciones tensas y emocionantes. Sin embargo, Simon Sandquist no logra captar este potencial de manera impactante y, peor aún, lo trata de manera irrelevante. Porque, al final, da igual si los acontecimientos de la película se desarrollan en un parque de atracciones, en un campamento de verano o un bloque de apartamentos desierto, el entorno en el que se suceden y que debería ser el mayor activo de la película, desgraciadamente no aporta nada reseñable a la trama. Esto contrasta con producciones como La casa de los horrores (The funhouse, 1981) de Tobe Hooper o la memorable secuencia de la montaña rusa en Destino final 3 (Final Destination 3, 2006) de James Wong, que supieron aprovechar de manera efectiva dicho entorno.
En relación con el último ejemplo mencionado, en Horror Park también se incluye una escena en una montaña rusa llamada Valkyria, una de las más altas de Europa. Pero, en lugar de incorporarla significativamente en la acción, Sandquist evita de manera confusa todo su potencial, limitándose a filmar un simple asesinato con un hacha, cuya edición deficiente apenas tiene impacto en el espectador. Además, las siguientes apariciones del psicópata asesino también resultan decepcionantes, careciendo de creatividad o espectacularidad, con la posible excepción de la escena de decapitación.
Por otra parte, la trama tampoco profundiza lo suficiente en sus personajes. Si bien dota al asesino de una motivación decente, aunque totalmente arquetípica, y una máscara clásica y funcional, pero muy similar a la de otros tantos psicópatas con «cara de muñeca» vistos anteriormente, el resto de personajes resultan difíciles de empatizar. Los jóvenes actores, en su mayoría desconocidos fuera de sus países de origen, con la excepción de Michael Brolin, se limitan a cumplir con unos papeles poco trabajados y para nada convincentes. Simon Sandquist parece olvidarse de la premisa de que el impacto del horror en los espectadores depende en última instancia de cuánto se involucren con los protagonistas. Y, desafortunadamente, esto no se logra en Horror Park.
En definitiva, como diría el crítico madrileño Carlos Aguilar, Horror Park es la típica «tabla de carnicero» otoñal, diseñada para capitalizar la demanda habitual de películas de terror durante Halloween, y poco más. Sin un gran misterio, ni una dosis significativa de gore o sustos destacables, y con un final algo desacertado, esta película se convierte en un slasher formulista y predecible que probablemente provoque más bostezos que sustos entre los espectadores.