Título original: The Hole in the Ground (IRL/UK/BEL/FIN, 2019) Color, 90 mins.
Director: Lee Cronin
Reparto: Seána Kerslake, James Cosmo, Simone Kirby, James Quinn Markey
Debut directoral del escritor y realizador irlandés Lee Cronin y distribuido por A24, este drama de terror psicológico con abundantes dosis de folk horror, se centra en una mujer que, huyendo de un marido maltratador, se refugia junto a su hijo en una remota casa junto a un bosque, con la intención de restaurarla. Todo se tuerce cuando el hijo se adentra en el bosque y cuando regresa lo hace como un perverso impostor a los ojos de la madre, por culpa al parecer a un enorme hundimiento de tierra que se ha producido en la espesura arbolada.
De arranque interesante y necesariamente tétrico, avecinando tanto el tono como la subversión de los tópicos de un subgénero que ha tenido algunos notables exponentes en la última década, como The Prodigy (2019) crítica o Repression (2020) crítica, lo más atrayente del argumento de Bosque maldito es tanto su loable inspiración en La Invasión de los Ladrones de cuerpos (1956) , trasladando la historia al universo de los niños perversos, como ese uso de la naturaleza como metáfora de cierta cosmogonía lovecraftiana. El bosque es un lugar de enorme belleza, inabarcable, pero también un lugar siniestro, cuna del mal ancestral. Una doble naturaleza que refuerza además la ambigüedad de la historia, pues durante buena parte del metraje el espectador no está convencido de que lo que está viendo no sean los delirios de una mujer paranoica, y que es también enriquecida por una acertada utilización del fuera de campo, dado que la maldad infantil es siempre enfocada desde el punto de vista de la madre. Esa madre de melodrama que descubre que su supuestamente angelical retoño es un ser maligno y amenazador.
Lástima que, en vez de arriesgar realmente con su propuesta, el guión de Stephen Shields y el propio Cronin posea cierta tendencia a recurrir a mecanismos tediosos y sumamente previsibles: la frialdad del niño, una aracnofobia que se convierte en sustento. Porque, a priori, la premisa argumental de Bosque maldito resultaba tan original como misteriosa. Sin embargo, resulta indiscutible que a su genial pero mínima anécdota se le podía haber sacado mucho más partido que un melodrama maternofilial de tintes sombríos. Además Cronin añade una inesperada vuelta de rosca que resulta, a todas luces, contraproducente.
Cabe destacar, sin embargo, la corrección de su puesta en escena, con un apagado pero elegante esteticismo en tonos fríos gracias a la fotografía de Tom Comerford, así como la sobriedad narrativa de una historia progresivamente demencial que por momentos casi acaba por convencer al espectador de que un enorme cráter se ha abierto en medio del bosque y que nadie se ha molestado en perimetrar.
Aunque Bosque maldito parezca un film más que notable y pese a tener continuos aciertos parciales, resumidos fundamentalmente en su correcta realización y la interpretación de Seána Kerslake capaz de sugerir con una mínima mirada la ansiedad materna y lo mucho que la aterra perder a su hijo, poco más ofrece. Al final, deja un regusto pretencioso y sumamente aburrido.