#CriticadeMiedo

Repression

Thriller de suspense europeo de tintes hitchcocknianos y elevadas dosis de horror psicológico, sobre una psicóloga infantil traumatizada emocionalmente que recibe el encargo de tratar a un niño problemático que afirma poder controlar el futuro de quienes le rodean. Esforzado y de factura impecable, su mayor pega estriba en un guión poco convincente y lleno de lagunas, que rezuma psicoanálisis de andar por casa, y al que tampoco ayudan las mediocres interpretaciones.

Título original: Marionette (NED/LUX/UK, 2020)
Director: Elbert van Strien
Reparto: Thekla Reuten, Elijah Wolf, Emun Elliott, Peter Mullan

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Dirigida por el holandés Elbert van Strien, Marionette es un thriller psicológico de suspense que tiene como influencias más evidentes Recuerda (1945) de Alfred Hitchcock o Expediente 39 (2009) de Christian Alvart, donde una psicóloga infantil traumatizada por la pérdida de su marido, que comienza un nuevo trabajo en una remota ciudad escocesa, recibe el encargo de ayudar a un niño retraído que asegura poder controlar el futuro de quienes le rodean a través de unos espantosos dibujos que representan sus destinos. Y lo que, al principio parece ser la imaginación de un niño trastornado, pronto se convierte en un juego mental retorcido que amenaza con quebrar el frágil estado mental de la terapeuta.

Marionette es un thriller competente técnicamente hablando, cuenta con una estética muy cuidada y ciertos aires neogóticos, sobre todo gracias al imponente edificio victoriano donde se desarrolla una buena parte de la acción, con una atmósfera repleta de fuertes contrastes entre sombras y luces, muy cercana al claroscuro pictórico, y una paleta limitada de grises, marrones y azules oscuros. Pero, desgraciadamente, aquí es donde acaban las alabanzas. Con una historia que transcurre sin desviarse por los cánones establecidos por el suspense psicológico, Marionette se pierde demasiado rápidamente en su mal esbozado trasfondo filosófico, donde todas las explicaciones se sienten poco menos que forzadas o, simplemente mal interpretadas, como esa alusión tan pretenciosa como equivocada a Schrödinger. Y comete el grave error de inclinarse más hacia la tesis psicoanalista de salón que hacia el aspecto más sobrenatural de la trama.

Es cierto, que cuando se inclina hacia el lado más fantástico, repleto de los suficientes tropos de terror como para ser considerada un thriller terrorífico (niño que garabatea dibujos siniestros, edificios victorianos, autoinmolaciones), resulta más entretenida pero tampoco demasiado. Las poco convincentes interpretaciones de Thekla Reuten, tan fría como el clima de la ciudad escocesa donde está ambientada, o el poco inspirado Elijah Wolf como niño hostil y amenazante, no ayudan tampoco mucho para que el espectador consiga de alguna manera interesarse por lo que les sucede en la pantalla.

En definitiva, una historia de suspense con más lagunas que respuestas a las grandes preguntas que cuestiona, donde Reuten y Wolf son incapaces de sostener sus personajes, que cuenta como mejor atributo la atmósfera oscura y claustrofóbica, y poco más.