Título original: Run, rabbit, run (AUS, 2023) Color, 100 mins.
Director: Daina Reid
Reparto: Sarah Snook, Lily LaTorre, , Damon Herriman, Greta Scacchi
A lo largo de la historia del género, las convulsas dinámicas maternofiliales se han convertido en un factor recurrente en el horror psicológico para avivar los miedos internos de los espectadores. La filmografía australiana no es una excepción y últimamente ha albergado algunas de las incursiones más espinosas en el tema de las madres desgraciadas. Véanse, la joven viuda de Babadook (2014) , la sufrida madre de Sweet River (2020) crítica y, por supuesto, las dos generaciones en conflicto de Relic (2020) crítica.
En esta corriente se inscribe Huye, conejo, huye, de la directora Daina Reid, una reconocida cineasta australiana, que comenzó su carrera como actriz y se dio a conocer internacionalmente tras rodar algunos capítulos de la serie Las Luminosas (Serie de TV, 2022– ) crítica, basada en una novela de Lauren Beukes y, sobre todo, de la serie El cuento de la criada (Serie de TV, 2017– ) , por la que obtuvo una nominación en los Emmy de 2019.
Thriller de terror psicológico sin demasiadas sorpresas, el argumento de Huye, conejo, huye gira en torno a una mujer (Sarah Snook) que acaba de perder a su padre y que comienza a sospechar que algo extraño le está sucediendo a su hija (Lily LaTorre) cuando, después de celebrar su séptimo cumpleaños, empieza a mostrar un comportamiento errático y a insistir en que es la hermana desaparecida de la protagonista.
Presentada a principios de enero en el prestigioso Festival de Cine de Sundance y, finalmente, distribuida a nivel internacional por Netflix, Huye, conejo, huye es una de esas películas de suspense que se basa en el desconcierto intencionado y en la presencia de narradores poco fiables. Desde un primer momento, tras la aparición de un conejo blanco que conduce a la paulatina transformación del personaje de la debutante Lily LaTorre, el guión escrito por Hannah Kent guía al espectador por un intrincado camino de preguntas sin respuesta y situaciones perturbadoras (la niña aparece repetidas veces con el rostro cubierto por una inquietante máscara de cartulina) que sugieren la presencia de un evento sobrenatural que está afectando a la pequeña. Sin embargo, la respuesta de la madre ante este comportamiento se vuelve cada vez más nerviosa e histérica, lo que deja entrever una historia de locura.
Con parsimonia, Huye, conejo, huye va construyendo el misterio que rodea a los dos personajes principales, dejando un sin fin de pistas desordenadas, con la esperanza de que el espectador las reconstruya para ir desvelando la trama. Mientras tanto, Daina Reid se mueve con soltura en la creación de atmósferas desasosegantes que ayudan a mantener el aura de suspense. Durante la primera mitad de la película, sin tener nada que se salga de lo absolutamente familiar (los niños con máscaras que dibujan imágenes siniestras no son precisamente una novedad en el género), la audiencia permanece intrigada, tratando de decidir si se encuentra ante una historia de fantasmas o una de madres trastornadas. Todos los tropos de oscuro drama familiar que asoman, sobre todo, en la primera parte así parecen indicarlo. En este tramo, la película explora temas como el trauma psicológico y el dolor de la pérdida, y lo hace de una manera inquietante y fascinante.
Sin embargo, a medida que se desarrolla la historia, empiezan a asomar los primeros problemas de la película, nada de todo lo que sucede en pantalla tiene la suficiente solidez como para que funcione en el marco de la intriga. El insípido guion de Kent, más conocida por sus mórbidas novelas, no resulta lo suficientemente enigmático o críptico como para que un espectador medio no sea capaz de anticipar lo que va a suceder a continuación. Y, para colmo, el relato se alarga de manera innecesaria en su tramo más dramático y se vuelve repetitivo: por ejemplo, las sucesivas visitas a la abuela, que más allá de establecer una conexión entre la niña y la hermana desaparecida que ya hemos adivinado, no valen para nada; salvo para recuperar a una gran actriz como Greta Scacchi.
Llegados al desenlace, todos los problemas anteriores, lejos de solucionarse, se agravan, y el desconcierto se convierte en inconsistencia generalizada y en situaciones que van en contra de toda lógica razonable. El impacto emocional se desvanece y todos aquellos indicios dejados con mimo a lo largo de la película, que se supone que conducirían a un delirio enloquecido en el clímax, nunca terminan de desarrollarse como es debido. Finalmente, nos encontramos con un clímax bajonero, que se limita a atar unos cabos que ya habían sido atados con anterioridad, y poco más. Aunque, al menos, nos podremos quedar con haber disfrutado de las sobresalientes interpretaciones de Sarah Snook y, sobre todo, de la niña Lily LaTorre. Ambas responsables directas de que Huye, conejo, huye alcance un nivel superior de lo esperado, dado lo visto anteriormente.