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Imagen por cortesía de © Warner Bros. | Warner Bros. Entertainment España

#CriticadeMiedo

La monja II

Desordenada aunque entretenida secuela de una de las expansiones del Universo Warren, ideado por James Wan. Su trama gira en torno a un demonio que asume la forma de una monja diabólica, reviviendo el subgénero de las películas de monjas de los años 70. Repite la fórmula planteada en su predecesora de 2018, incluso con cierta pericia, aunque al final todo se sienta un poco peyorativo.

Título original: The Nun II (USA, 2023) Color, 110 mins.
Director: Michael Chaves
Reparto: Taissa Farmiga, Jonas Bloquet, Storm Reid, Anna Popplewell

★★★✰✰ The Nun II (2023) on IMDb


El aterrador “Universo Warren”, concebido por James Wan tras las subsiguientes secuelas y expansiones de Expediente Warren: The Conjuring (2013) , ha introducido una plétora de monstruos y objetos malditos representados en una sucesión de películas notables por la repetición de fórmulas y por llenar de sustos las pantallas de todo el mundo. Dentro de este rico conjunto de figuras terroríficas, el personaje de Valak, un poderoso demonio que adopta la apariencia de una monja maligna, se ha ganado un lugar destacado entre los seguidores del género desde su primera aparición en la secuela de Expediente Warren.

El demonio Valak tuvo su primer spin-off en 2018, bajo la dirección de Corin Hardy, un cineasta ajeno a la órbita de James Wan que aportó a la expansión un interesante tono de nunsploitation. Un subgénero cuyo apogeo se remonta principalmente a la década de los setenta. Este género representaba a las monjas católicas de una manera distanciada de su percepción religiosa convencional, situándolas en contextos a menudo provocativos y escabrosos. La trama de La Monja (2018) la situaba a mediados del s.XX y seguía las andanzas de un sacerdote, interpretado por Demián Bichir, y una joven novicia (Taissa Farmiga), en una abadía de Rumanía, donde se enfrentan a un demonio, que responde al nombre de Valak y se oculta bajo el aspecto de una tétrica monja .

Ahora, el escenario de La Monja II se traslada a Francia, donde la inmolación de un sacerdote impulsa a la entonces inexperta novicia, ahora consagrada a sus votos, a emprender una investigación sobre su muerte por encargo directo del Vaticano. Acompañándola estará otra hermana (Storm Reid), cuya fe es incierta y quien ha abrazado la vida religiosa más por motivos familiares que por devoción personal. Juntas se enfrentarán al desafío de desentrañar el misterio que rodea al sacerdote asesinado, siguiendo pistas que las llevan hasta un internado femenino, donde descubrirán la siniestra presencia del mismo demonio monja con el que se habían enfrentado anteriormente en Rumanía, el cual lejos de haber sido destruido sigue sembrando el terror entre los religiosos de toda Europa.

Dirigida en esta ocasión por Michael Chaves, quien ha colaborado anteriormente hasta en dos ocasiones con James Wan, La Monja II presenta una serie de elementos interesantes que la distinguen de su predecesora. Lejos de ser una secuela rutinaria de un éxito de taquilla, como a menudo se ve en la industria cinematográfica de Hollywood, la película de Chaves se destaca por ser más aterradora y sólida en su combinación de terror religioso y explotación que la película de Corin Hardy. Chaves, que anteriormente había mostrado una falta de creatividad e imaginación en la poco memorable La Llorona (2019) crítica, ahora se presenta más consolidado y seguro en su aplicación de la “Fórmula Wan”. Los sustos en esta ocasión resultan más efectivos y más creativos, a pesar de que los artificios a los que recurre constantemente para lograrlos, como panorámicas lentas y sonidos estridentes que retumban justo antes de producirse el sobresalto, resulten tan tediosos.

En La Monja II, se observa un mayor énfasis en el trasfondo de los personajes, algo siempre de agradecer. Este enfoque sin duda se debe en gran medida al trabajo de Akela Cooper en el guión. Una escritora y productora afroamericana que está subiendo como la espuma desde que escribiera el guion de Maligno (2021) crítica, también en colaboración con James Wan. Donde el personaje de Taissa Farmiga se presentaba como dubitativo e inseguro en la primera parte, aquí gana en matices y desarrollo, convirtiendo su temblorosa vulnerabilidad en su mejor recurso interpretativo. Asimismo, su química con Storm Reid supera con creces la que mantenía con Démian Bichir. El personaje interpretado por Jonas Bloquet, por otro lado, sale peor parado, con un arco narrativo que, si bien sirve como eje central para el desarrollo de la trama demoníaca, carece de la emoción que se esperaría y se apoya en situaciones estereotipadas extraídas del “manual del buen poseído”. Bloquet deambula por la película con una interpretación fatigada y poco convincente con sus muecas y sus lentillas de poseído.

El principal desafío que enfrenta La Monja II reside en la sobreexposición de la inquietante figura que da título a la película. Michael Chaves incurre en el error de presentar a su monstruo en cada oportunidad posible, con la honesta intención de infundir temor en la audiencia. Sin embargo, al hacerlo, el director californiano infringe una de las reglas fundamentales del género: los monstruos y los espíritus siempre generan más temor cuando se ocultan en las sombras. Como consecuencia de esta exposición excesiva, el personaje de la monja demoníaca Valak pierde gran parte de su misterio anterior.

Afortunadamente, en términos visuales, Michael Chaves demuestra una solidez notable, con un trabajo destacado en el diseño de producción y una ambientación impresionante que abarca desde imponentes iglesias hasta un inquietante internado, evocando en gran medida la estética de El espinazo del Diablo (2001) de Guillermo del Toro. La película está salpicada de formas que recuerdan sospechosamente a monjas: estatuas envueltas en telas, la pintura agrietada de un pasillo enmohecido, e incluso las páginas de las revistas de un quiosco de prensa. Este logro visual se debe en gran medida a la magnífica labor del director de fotografía Tristan Nyby, quien aprovecha las texturas y los marcados contrastes entre luces y sombras para componer imágenes que evocan el tenebrismo pictórico español de finales del siglo XVI, reforzando así el horror y la crueldad de las secuencias, especialmente aquellas que involucran a niños. Además, la partitura de Marco Beltrami cumple eficazmente su propósito al generar tensión en estos momentos clave.

En resumen, La monja II no resulta tan decepcionante como su predecesora, aunque dista mucho de convertirse en una destacada película de terror. A pesar de su desorden en algunos momentos, especialmente en su parte central, logra ser entretenida. Se le podría reprochar el uso excesivo y poco sustancial de las apariciones de la monja demonio, así como el predominio de sustos repentinos o jumpscares, como se conocen en la actualidad. Sin embargo, destaca por la creación de una atmósfera de terror más lograda y por la mayor solidez de su guion, dadas las circunstancias. Esto la convierte en una entrega mucho más recomendable que su predecesora. Cabe destacar que en una escena post-créditos se insinúa que aún queda potencial por explotar en torno a la figura del demonio Valak.




terrorbit
terrorbit
Escritor y amante de cine de terror. Superfan de las películas de zombies, cuantos más zombies, mejor. Desde mis ojos, cuatro décadas viendo cine de terror os contemplan.