Título original: Hermana Muerte (ESP, 2023) Color, 91 mins.
Director: Paco Plaza
Reparto: Aria Bedmar, Maru Valdivieso, Luisa Merelas, Almudena Amor
Las películas de explotación de monjas católicas han sido una categoría del exploitation desde principios de la década de 1970. Un subgénero ambientado en conventos poblados de habitados por monjas inocentes y otras de naturaleza más perversas, donde abundan el fetichismo y las inocencias maltratadas. Las tramas a menudo representan a las monjas protagonistas como prisioneras de un destino impuesto, ya sea por su confinamiento o, en casos más provocativos, por las tentaciones relacionadas con sus propios cuerpos: como adicciones, automaltratos físicos o compulsiones homicidas. En la actualidad, este subgénero está experimentando un resurgimiento, evidenciado por el éxito comercial de películas como la saga La monja , El convento (2018) crítica de Darren Lynn Bousman, o La posesión de Agnes (2021) de Mickey Reece, entre otras.
Hermana Muerte, la película del director valenciano Paco Plaza, que inauguró la 56ª edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges y fue lanzada a nivel mundial por Netflix, se suma a este subgénero. Presentándose como una precuela de Verónica (2017) , retoma uno de sus personajes más intrigantes: la monja ciega conocida como la Hermana Muerte, interpretada en ese momento por Consuelo Trujillo.
Con un guion escrito por el propio Paco Plaza y Jorge Guerricaechevarría, guionista habitual de Álex de la Iglesia, Hermana Muerte se adentra entre los muros de un antiguo convento de posguerra, reconvertido en internado católico, donde es destinada una joven novicia, interpretada por Aria Bedmar en su debut en la pantalla grande, con la tarea de desempeñar el rol de maestra y llevar a cabo la consumación de sus votos. La Hermana Narcisa, que en su infancia experimentó visiones milagrosas de la Virgen y está sufriendo ahora una crisis de fe, tendrá que desvelar un oscuro secreto del convento que pondrá a prueba su fortaleza y su vocación religiosa.
Hermana Muerte, incorpora muchos elementos del cine de explotación de monjas. Por ejemplo, una escena de baile de las alumnas del internado con la Hermana Narcisa evoca el inicio de Interior de un convento (1978) de Walerian Borowczyk, donde un grupo de monjas baila como expresión de su rebeldía contra las estrictas normas del convento. También se percibe la influencia de La monja homicida (1979) de Giulio Berruti, en el rechazo de la comida de la Hermana Narcisa y el sufrimiento físico que padece con sus visiones y dudas, ignorado por el resto de hermanas porque son indicios de un mal que no se puede nombrar. Además, guarda similitudes con Madre Juana de los Ángeles (1961) de Jerzy Kawalerowicz, una oscura producción polaca con la que comparte similitudes de formato fílmico y momentos icónicos, como el martirio autoinfligido.
Pero, la película de Paco Plaza va más allá de ser simplemente un ejemplo más del cine de explotación de monjas. El realizador valenciano domina con maestría los recursos del terror para expandir la historia original de “Verónica” y sumergirnos en una atmósfera claustrofóbica, repleta de ruidos fantasmagóricos, corredores tenebrosos, sillas que se vuelcan solas y tétricos retratos mortuorios. En este sentido, Hermana Muerte también se alinea con producciones terroríficas más convencionales como El espinazo del Diablo (2001) o El orfanato (2007) , todas ellas ambientadas en entornos católicos, ya sea un convento o un orfanato, donde un trágico acontecimiento pasado marca el devenir de las religiosas y las alumnas en el presente. Se trata películas que se podrían agrupar en un subgénero dentro del propio subgénero del terror religioso.
Cinematográficamente hablando, lo primero que sorprende de Hermana Muerte es la elección de Paco Plaza y el director de fotografía Daniel Fernández Abelló, colaboradores previos en La abuela (2021) crítica, de optar por un formato similar a los cuatro tercios de las películas de 35 mm (relación 1:33.1). Este formato, popular en la época del cine mudo antes de la incorporación de la banda sonora, no solo establece una transición fluida con la secuencia de apertura rodada en 16mm, que tiene una relación de aspecto parecida, sino que también confiere a la película una atmósfera antigua que contextualiza históricamente la trama. Además, contribuye a intensificar la sensación de claustrofobia, aprovechando los espacios cerrados del convento y el uso de primeros planos, cuyo encuadre se cierra sobre el rostro de las protagonistas de manera dramática.
La fotografía de Hermana Muerte resulta exuberante, utilizando lentos planos de seguimiento y una iluminación con mucha luz diurna que hace un gran uso de la arquitectura medieval y resalta en las vestiduras blancas de las hermanas. Sin embargo, Paco Plaza la contrasta con el tenebrismo nocturno de los paseos furtivos por los corredores y los sombríos recovecos de las dependencias, creando una atmósfera melodramática de alta tensión. Esta tensión se intensifica a medida que la Hermana Narcisa se sumerge en los misterios sobrenaturales del convento, alcanzando su punto álgido en la segunda mitad con la aparición de las primeras secuencias terroríficas y, por supuesto, culminando en el desenlace final.
En conclusión, Hermana Muerte, en comparación con “Verónica”, se presenta como una película más madura, donde Paco Plaza despliega su propio estilismo visual y narrativo de manera más consolidada. Aunque no carece de ciertas concesiones al mainstream, como ciertas similitudes con La monja II (2023) crítica de Michael Chaves, comprensibles dado su estreno en Netflix en plena temporada de Halloween. También abre ciertas subtramas que sirven para empoderar la atmósfera de misterio que se cierne sobre la Hermana Narcisa, como esos dibujos del juego del ahorcado, sentenciados: “Si escribe tu nombre, estás maldita”, que poca o ninguna conexión tienen con la trama principal. Hermana Muerte es lo suficientemente personal para agradar a la crítica y lo bastante terrorífica para satisfacer al público general de Netflix. Sin embargo, si buscas los sustos estruendosos habituales en el cine de terror contemporáneo, es posible que te sientas inevitablemente decepcionado.