Título original: Sting (AUS/USA, 2024) 92 mins.
Director: Kiah Roache-Turner
Reparto: Ryan Corr, Alyla Browne, Penelope Mitchell, Robyn Nevin
Independientemente de cómo se mire, las arañas siempre han tenido un papel destacado en el miedo colectivo de la humanidad. Desde la antigüedad, los arácnidos, sin importar su tamaño, forma o especie, han provocado el pánico incontrolable en las personas y, tanto los cuentos populares como los mitos de diversas culturas, están llenos de simbolismo relacionado con las arañas. Mayoritariamente benevolente, pero también asociado con el horror.
Ya sean pequeñas arañas de jardín, cuyo veneno produce hinchazones del tamaño de una moneda de cinco céntimos pero cuyas múltiples mordeduras pueden causar daños mayores; o aquellas más grandes, portadoras de venenos capaces de matar a un adulto en segundos. En el mundo contemporáneo, las arañas se han vuelto más aterradoras, peligrosas y repulsivas, especialmente gracias al cine. Y los cineastas no han dudado en en alterar su apariencia para hacerlas aún más espeluznantes, aumentando su tamaño o asignándolas características antropomórficas.
Sting. Araña asesina es la última incorporación a la numerosa colección de películas de serie B centradas en arañas monstruosas. Una producción australiana dirigida y escrita por Kiah Roache-Turner, conocido por Wyrmwmood: La carretera de los muertos (Wyrmwood, 2014) , una intensa película de zombies que ganó cierta notoriedad tras su estreno, que tiene como referencias otras producciones que recurren a la naturaleza alienígena de sus amenazas arácnidas, como La invasión de las arañas gigantes (The Giant Spider Invasion, 1975) de Bill Rebane o Arachnid (2001) del artesano Jack Sholder, para infundir más terror en los espectadores.
La trama de Sting. Araña asesina gira en torno a Charlotte (Alyla Browne), una adolescente que está lidiando con la separación de sus padres y que adopta una pequeña araña como mascota sin saber que es de origen extraterrestre y tiene un apetito voraz por la carne. Para empeorar las cosas, la araña comienza a crecer rápidamente, convirtiéndose en una amenaza mortal para los vecinos del destartalado bloque de apartamentos de Brooklyn donde residen Charlotte y su familia.
El prólogo de Sting. Araña asesina comienza con gran fuerza visual y una excelente secuencia de apertura. En esta escena, una araña negra emerge de un meteorito y explora lentamente las pequeñas habitaciones de una casa de muñecas, deteniéndose en una preciosa cuna en miniatura. La cámara luego se aleja, revelando el apartamento de una anciana con Alzheimer, quien solicita la ayuda de un exterminador, el actor afroamericano Jermaine Fowler en una hilarante parodia de Los Cazafantasmas versión «Frank el exterminador», para eliminar lo que sea que se esconde detrás de las paredes de su hogar. Dicha escena está rodada con un tono folletinesco que promete una entretenida combinación de comedia y horror, que lamentablemente, el resto de la película no logra alcanzar.
Aunque, inicialmente, la premisa de una araña alienígena que se vuelve más grande y más violenta con el paso del tiempo pueda resultar muy intrigante y atractiva, las dinámicas de los extraños y esperpénticos vecinos del edificio no lo son tanto. A diferencia de lo pudimos experimentar hace unas semanas con la película francesa Vermin: la plaga (Vermines, 2024) crítica, donde los diversos habitantes de un bloque de apartamentos sociales aportaban el grado justo de realismo a una historia similar, en Sting. Araña asesina la excentricidad de estos personajes y, sobre todo, su falta de profundidad, impide que el público empatice con ellos. Especialmente la casera de dudoso acento germánico (Robyn Nevin) y el estudiante de biología introvertido y un tanto siniestro (Danny Kim) que vive en el piso superior, parecen más caricaturas de dibujos animados que personas de carne y hueso. Además, la interacción entre Charlotte y sus padres es escasa e insuficiente para reforzar el drama de familia disfuncional que Roache-Turner intenta establecer. Inicialmente, Charlotte está unida a su padrastro por su amor compartido por los cómics, y de repente, sin más explicaciones, esa conexión desaparece. Esto hace que la película parezca tener problemas de tono y esté enormemente desajustada. Como si por un lado fuera un drama familiar propio de un telefilme infantil matutino y por otro, un film de terror con una estética y ángulos forzados al estilo de Sam Raimi.
Sting. Araña asesina resulta más perturbadora en su primera mitad, cuando la araña es pequeña, realista y más escalofriante. En este punto, Roache-Turner construye el suspenso a partir de lo que no vemos, pero intuimos. Una araña de voracidad descomunal, claramente inspirada en la araña redback o viuda negra australiana, que está encerrada en un tarro de conservas por una preadolescente angustiada que odia a su padrastro. Su reacción cuando la araña duplica su tamaño en unas pocas horas, nos hace prever que esto no terminará bien. Los numerosos planos de gabinetes de cocina y rincones oscuros donde la araña puede esconderse antes de atacar a una víctima desprevenida, ponen los pelos de punta. Además, se nos dice que puede imitar cualquier sonido básico, como un silbido o el llanto de un bebé, un gimmick que hubiera dado mucho más juego, pero que tristemente se desaprovecha a lo largo de la película.
Desafortunadamente, a medida que la araña crece en tamaño, la película avanza con pocas sorpresas. Además, el diseño de Wētā Workshop (el estudio responsable de los efectos visuales de Ella-Laraña en El Señor de los Anillos: El retorno del rey (The Lord of the Rings: The Return of the King, 2003) , una combinación de marionetas animatrónicas y efectos CGI, resulta poco convincente y poco realista. Lo mismo podría decirse del bloque de apartamentos que sirve de escenario para la mayor parte de la película, donde sorprende la cantidad poco creíble de escondites que parece encontrar una araña del tamaño de un ternero.
Las telarañas, los fluidos arácnidos y el gore funcionan en su mayoría de manera aceptable, especialmente en la muerte de una vecina en duelo con problemas de alcoholismo y un horrible acento español. Sin embargo, el estilo visual carece de la inspiración necesaria para que las escenas sean realmente aterradoras. Esto nos deja con la sensación de que Kiah Roache-Turner podría haber aportado mayor intensidad a las escenas de muerte, lo cual resulta extraño, considerando que es el director de la sangrienta Wyrmwood. Una escena en un conducto de ventilación, que evoca a la colmena xenomorfa de Aliens: El regreso (Aliens, 1986) de James Cameron, reúne todos los elementos para impresionarnos, pero le falta la energía y la gracia necesarias para que funcione efectivamente. Parece como una vieja película de terror de los años noventa, donde nada se toma demasiado en serio y se prioriza la unión de algunas escenas destacables (la sombra de una araña gigante deslizándose sobre una cuna de bebé), sobre un esfuerzo verdaderamente intencionado de hacer algo mínimamente aterrador.
Los actores también reflejan esa falta de interés en hacer algo memorable. Tanto Penelope Mitchell como Robyn Nevin, quien en Relic (2020) crítica demostró tener mucho más talento del que muestra en Sting. Araña asesina, abordan a sus personajes con desidia. Por su parte, Alyla Browne, a quien hemos visto recientemente en la segunda entrega de las adaptaciones modernas del clásico Mad Max firmadas por George Miller, interpreta su papel con frialdad y distanciamiento. No obstante, su actuación mejora ligeramente cuando asume el papel de una especie de «final girl» dispuesta a salvar a todos.
En resumen, Sting. Araña asesina podría haber sido una genial película de serie B sobre arácnidos asesinos, pero se ve muy genérica y poco inspirada. Es como si el director Kiah Roache-Turner tuviese muchas de las ideas correctas en su cabeza y, quizás en el guión, pero no se dio el tiempo ni la paciencia necesarios para desarrollarlas adecuadamente. El resultado es una película que se siente superficial.
Curiosamente, la araña australiana que inspira el diseño de Sting (nombre que Charlotte le da a su mascota, y de ahí el título original) es casi tan aterradora, si no más, que la araña alienígena de la película. Una invasión en ese mismo bloque de apartamentos por un arácnido tan letal hubiera generado una película de terror mucho más impactante, que una monster movie poco creíble, que nunca aporta mucho más que una amenaza genérica. Además, seguro que Wētā se hubiese lucido mucho más si hubiera trabajado con centenares de viudas negras australianas surgiendo de la red de túneles de ventilación del edificio.