Título original: La mesita del comedor (ESP, 2023) Color, 91 mins.
Director: Caye Casas
Reparto: Josep Riera, Estefanía de los Santos, David Pareja, Claudia Riera
El cine de terror siempre ha sido un reflejo inquietante de nuestras más profundas ansiedades y miedos, mostrándolas en ocasiones a través de una combinación única de horror visceral y humor negro, creando una experiencia cinematográfica que es tan perturbadora como provocadora. Y no existe nada más perturbador que el horror macabro.
En el terror macabro, los cineastas se acercan al género fusionando elementos de horror físico con una ironía mordaz que desafía las convenciones. Las películas de esta índole no se limitan a asustar al espectador; buscan sumergirlo en un mundo donde lo grotesco y lo absurdo se entrelazan, desdibujando las fronteras entre el terror y el humor. Desde imágenes perturbadoras y escenarios inquietantes hasta guiones que exploran lo absurdo de la existencia humana, el horror macabro ofrece una visión única y desafiante del terror y su lugar en la cultura contemporánea.
Pero, ¿qué ocurre cuando un cineasta es capaz de llevar a la audiencia en una montaña rusa emocional, alternando estremecimientos de horror con momentos cómicos que preparan el terreno para más horror visceral? Se obtiene una de las experiencias cinematográficas más singulares que se puede vivir en una sala de cine. Una que te mantiene pegado a la butaca mientras te debates entre reír y llorar al mismo tiempo. La mesita del comedor, el primer largometraje en solitario del realizador español Caye Casas, tras su separación de Albert Pintó, es un excelente ejemplo de cómo generar risa y desasosiego al mismo tiempo, y salir airoso en el intento.
Sin referencias directas que salten a la vista, salvo quizás el magistral primer episodio de la serie de Apple TV+, Servant (TV Series, 2019-2023) de Tony Basgallop y M. Night Shyamalan, que esta película supera con creces, la trama de La mesita del comedor gira en torno a una pareja en crisis, que atraviesa un momento difícil tras el reciente nacimiento de su hijo, y a la que la compra de una mesa para el comedor llevará a vivir una pesadilla que transformará sus vidas de manera dramática y perturbadora.
La mesita del comedor es una tortuosa fábula que desafía al espectador a confrontar sus miedos más profundos sobre la muerte y la paternidad fracasada, subrayando al mismo tiempo la fragilidad de la vida y la idealización cristianizada del nacimiento. Esa que lleva a la creencia errónea de que un bebé trae felicidad a un hogar e incluso puede unir a una pareja con problemas sentimentales. Se trata de una película profundamente impactante y genuinamente nada fácil de ver. Cine de transgresión cuyo golpe de efecto se presenta temprano en la película, una vez que Jesús (David Pareja) es responsable de uno de los giros de guión más crueles y despiadados de los últimos tiempos, incluso más impactante que lo visto en recientes ejemplos de horror macabro como la noruega Good Boy (2022) de Viljar Bøe. Otro ejemplo de cine incómodo que utiliza la tensión interpersonal y el horror humano para sobrecoger a la audiencia con un implacable dilema existencial. Sin embargo, donde Bøe abordaba lo grotesco de manera seria y contemplativa, Casas recurre al humor negro y al histrionismo de su reparto, completado por Estefanía de los Santos y Josep Maria Riera, para sustentar su propuesta.
Caye Casas maneja un estilo cinematográfico cercano al neorrealismo pero con espíritu gamberro. Los espacios y ángulos de cámara mantienen la acción enclaustrada en una atmósfera irrespirable y tensa, que se va cerrando sobre los actores a medida que el horror se va revelando y nos acercamos a la dramática resolución que pende sobre la cabeza de Jesús, cual Espada de Damocles. El realizador catalán ejecuta un excelente ejercicio de terror psicológico, con un presupuesto casi inexistente, que comienza con tono de comedia costumbrista y deriva casi sin que te des cuenta, como uno de esos «Texas Switch» del cine de acción, en una oscurísima comedia capaz de estirar una premisa extremadamente dolorosa hasta retorcerte las tripas.
El único inconveniente de La mesita del comedor radica en que su historia, coescrita por la debutante Cristina Borobia y el propio Casas, no logra sostener su artificiosa premisa a lo largo de un largometraje de manera creíble. La trama de un solo acto comienza a sentirse algo estirada una vez que el angustioso momento crucial deja sin palabras a la mayoría de la audiencia, y todo se apresura hacia el desenlace. Suspender la incredulidad en esta situación se hace indispensable para que el giro sorpresivo de la trama funcione y el director no siempre lo resuelve de manera creíble. Por otra parte, mientras Jesús retrasa la horrenda e inevitable revelación y se congregan más personajes secundarios, la intriga sobre cuánto tiempo podrá aguantar antes de estallar como una olla a presión se diluye en lugar de construirse en aumento. Por ello, cuando llega el cierre, no resulta tan catártico como debería, dejando una inevitable sensación de oportunidad perdida.
No es cine para todos los gustos, ni es cine comercial. Es cine de otra época, con espíritu buñueliano: “El azar todo lo gobierna” proclamaba el genio turolense. El azar que quiso que, tras un paso nada exitoso por las salas de cine y ser rechazada su proyección por el Festival de Sitges, Stephen King la alabase en redes sociales y le diese una segunda vida, cuando ya parecía que «se le había pasado el arroz», como le recuerda una vecina a María (Estefanía de los Santos) respecto a su edad. Desde entonces, La mesita del comedor se ha convertido en la producción española más premiada de 2023 y la que, sin ninguna duda, te dejará más descompuesto y con los ojos vidriosos.