Título original: Saja (KOR, 2019) Color, 129 mins.
Director: Joo-hwan Kim
Reparto: Park Seo-joon, Sung-Ki Ahn, Woo Do-Hwan, Choi Woo-sik
A lo largo de la prolífica producción fantaterrorífica coreana se han generado numerosos casos de películas que trataban de imitar la idiosincrasia del cine occidental, adaptándola a la mentalidad y gustos del público asiático. En este caso, los tropos habituales del género de posesiones infernales y exorcismos católicos son copiados y entremezclados con el género de artes marciales en un híbrido extraño, con alguna que otra referencia a, por supuesto, El exorcista (1973) o al personaje Puño de Hierro (Iron Fist, en las versiones originales), creado por Roy Thomas y Gil Kane para Marvel Comics, poseedor de una fuerza mística conocida como el Puño de Hierro, que le permitía invocar su fuerza interior en torno a su puño derecho encendido en llamas. Así como, otras tantas películas de serie B, más o menos desconocidas, como The Demonologist (2019) crítica, donde otro héroe forzoso detiene con la ayuda de su puño mágico, los planes de un culto satánico para quiere resucitar a un grupo de demonios.
Presentada en España, dentro del marco del Festival de Cine de Terror de Molins de Rei, The Divine Fury narra la historia de un exorcista católico (Sung-Ki Ahn) que está tratando de detener una serie de inexplicables posesiones infernales en Seul, mientras recibe la ayuda de un luchador de artes marciales (Park Seo-joon) que perdió la fe cristiana, cuando era niño, a raíz de la muerte de su padre durante un control de carretera rutinario.
The Divine Fury resulta una propuesta fallida, aunque en algunos momentos moderadamente divertida. El director y guionista Joo-hwan Kim pone en imágenes una historia delirante, más propia del cine de superhéroes que el de horror y, sin embargo, se acerca más a este último con escenas de exorcismos escalofriantes y visualmente impactantes. Sin embargo, una vez que se sobrepasa el exotismo de ver a un exorcista coreano con línea directa con El Vaticano y mascullando en latín mientras expulsa demonios, armado con agua bendita y un anillo con forma de cruz, del cuerpo de blasfemantes víctimas poseídas por demonios de pupilas como el carbón ardiendo, todo se convierte en el tedio más absoluto gracias a un buen puñado de diálogos aburridos, sensiblerías de poca monta y otros aderezos narrativos innecesarios. Y con un metraje de más de dos horas, los espectadores pueden hacerse una idea de lo que les espera.
El trabajo de Joo-hwan resulta más efectista que sustancial, como si le preocupase más el aspecto técnico de las imágenes, sin duda dotadas de una impecable producción, con esa iluminación saturada de luces de neón, que funciona fenomenalmente en las escenas de acción y la adecuada atmósfera de oscuridad para los momentos de terror, que de profundizar en los personajes o en la originalidad de su propia historia, que seguramente haya extraído de algún número de la colección de Puño de Hierro, no me cabe duda. Además, se siente como una oportunidad desperdiciada de estudiar la convivencia entre la religión católica, predominante en Corea del Sur, con el resto del folclore y mitología coreanas como el animismo.
Sin duda, como ya sucediera con la producción china The Unity of Heroes (2018) crítica de Zhenzhao Lin, hay cierto valor de entretenimiento en la pintoresca mezcolanza de los tropos del cine de artes marciales y el terror, con esos superpoderes arbitrarios concedidos a algunos personajes, como el luchador que ha perdido la fe, o ciertos objetos talismán como un anillo con forma de crucifijo o una tiza negra hecha con el carbón forjado en un olivo sagrado. Pero, más allá de esto, The Divine Fury no ofrece nada nuevo a los aficionados al cine de exorcistas en general.