Título original: Barbarian (USA, 2022) Color, 102 mins.
Director: Zach Cregger
Reparto: Georgina Campbell, Bill Skarsgard, Justin Long, Richard Brake
Que el cine de terror se encuentra en sus mejor momento de lo que llevamos de siglo XXI es una realidad más que palpable. Atrás quedaron los titubeos causados por la zozobra financiera tras el Covid y las dudas entre el estreno en salas de cine o el streaming. Y dentro de este auge actual, se emplaza la película Barbarian, estrenada en nuestro país durante el mes de octubre para aprovechar el tirón habitual de Halloween con una recaudación de más de 45M de dólares desde su estreno en todo el mundo y convertida en uno de los títulos más vistos de Disney+.
Barbarian está escrita y dirigida por Zach Cregger, un actor de sitcoms televisivas que debuta en la pantalla grande y lo hace por todo lo alto. Su trama gira en torno a una mujer afroamericana (Georgina Campbell) que alquila una casa vía Airbnb en un abandonado barrio suburbial de Detroit y que, cuando llega a la casa, descubre que la aplicación web ha cometido un error y que, al mismo tiempo, ha alquilado la casa a otra persona (Bill Skarsgård), quien ya se encuentra durmiendo en el lugar. La joven no tardará en darse cuenta de su terrible error, cuando decide quedarse a pasar la noche y descubre un siniestro secreto en el sótano.
En un principio, Barbarian no parece una película especialmente original. Su decisión de recurrir a la fórmula de la casa siniestra con secreto en el sótano es un recurso y un patrón muy explotado en el género y no parece hacerla necesariamente interesante, sino más bien predecible. Sin embargo, ya desde su particular estructura narrativa, podemos empezar a darnos cuenta como espectadores de que quizás no todo transcurra como esperamos. La gracia y el interés de Barbarian radica en la manera en que Cregger construye múltiples secuencias escalofriantes, llenas de suspense, que mantienen al espectador en el borde de la butaca, para luego jugar con nuestras expectativas y subvertirlas yendo en una dirección totalmente opuesta. Como si se esmerase en tomar nuestros conocimientos adquiridos como espectadores para usarlos en nuestra contra, manteniéndonos en un estado de tensión constante al no ofrecernos lo que esperamos ver en uno u otro escenario común.
Es por esto, que una de las características que más sorprenden de Barbarian sea esa constante transformación que sufre la historia a lo largo de cada una sus partes, hasta conseguir que el público nunca sepa qué va a suceder después de cada revelación imprevisible. Lo mejor es que no lo hace al azar, Zach Cregger nos ofrece una lección de destreza cinematográfica y calculado diseño que se sirve de varios miedos de la vida real para desnudar de manera inteligente algunas de las más significativas obsesiones de la sociedad norteamericana: como el #MeToo, los depredadores sexuales o la inseguridad fuera del hogar. De nuevo, dándoles la vuelta y conduciendolas por derroteros inesperados: el personaje de Georgina Campbell, mujer moderna e inteligente, tiene miedo de lo que el hombre que ocupa la casa Airbnb pueda hacerla si se queda a pasar la noche; cuando, en realidad, el verdadero horror se oculta en el sótano. Del mismo modo, ese horror que parece implacable y extremadamente violento oculta su propio giro siniestro y abre paso a la posibilidad de un depredador mucho más peligroso. Y así sucesivamente, convirtiendo a la película en una montaña rusa de saltos expositivos y giros retorcidos.
Y no solo en el aspecto narrativo, Barbarian también hace cosas increíblemente asombrosas con la iluminación, los decorados y los efectos especiales de maquillaje. Sobre todo en su tramo intermedio, cuando la protagonista comienza a explorar las profundidades del sótano de la casa y queda indefensa en un escenario de oscuridad perforada tan solo por la linterna de su teléfono inteligente, y repleto de ruidos espeluznantes, que resulta realmente aterrador. Además también está magníficamente interpretada. Georgina Campbell, la sufrida protagonista, resulta lo suficientemente empática como para que nos pongamos en sus zapatos. Y la elección de casting de Skarsgård es simplemente brillante (sobre todo, porque Cregger cuenta con que la audiencia recuerde el papel del sueco como Pennywise en It (2017) de Andy Muschietti y asuma automáticamente su villanía). Del mismo modo, Justin Long está magnífico cuando la historia da otra de sus cabriolas de saltimbanqui y nos presenta a un personaje completamente opuesto a las sutilezas de Campbell y Skarsgård.
En conclusión, Barbarian acaba siendo una clase magistral de tensión e imprevisibilidad que juega con la idea de que, por muy desagradables que parezcan las cosas, siempre hay un nivel inferior mucho más aterrador. Con varias partes muy bien diferenciadas, en las que el ejercicio de suspense y tensión minimalista del comienzo deja paso a un slasher sucio y delirantemente violento, heredero del cine de Wes Craven y más concretamente de El sótano del miedo (1991) , donde las caracterizaciones monstruosas y el gore (la escena del brazo amputado es una de las más delirantes que hemos visto últimamente) cobran protagonismo, para finalizar en un desenlace de trazo grueso y lleno de momentos granguiñolescos y exagerados. Sin duda, una de las películas más escalofriantes y efectivas del año.