Título original: Thanksgiving (USA, 2023) Color, 106 mins.
Director: Eli Roth
Reparto: Patrick Dempsey, Nell Verlaque, Addison Rae, Rick Hoffman
Las películas de terror ambientadas durante la celebración de alguna festividad popular, ya sea religiosa, santoral o simplemente comercial, como Navidad, San Valentín o el Día de Todos los Santos, siempre han tenido mucho éxito. Títulos, aún recordados en nuestros días, con numerosas secuelas y remakes a sus espaldas, como Navidades negras (1974) de Bob Clark, La noche de Halloween (1978) de John Carpenter, San Valentín sangriento (1981) de George Mihalka, El día de la madre (1980) de Charles Kaufman o Inocentada sangrienta (1986) de Fred Walton, no son solo películas de terror sino mordaces críticas a la cultura social de dichas festividades y se han convertido por méritos propios en una especie de subgénero dentro del subgénero del slasher.
Si has visto Death Proof (2007) de Quentin Tarantino, sabrás que incluía tres tráileres falsos que buscaban emular la experiencia de asistir a una vieja película de explotación de los años 70 y que estaban dirigidos por algunos cineastas de prestigio como Eli Roth, Edgar Wright y Rob Zombie. Uno de esos tráileres promocionaba una película ficticia que llevaba por título “Thanksgiving” y consistía en una parodia del tráiler original de “La noche de Halloween”, que estaba dirigido por el realizador norteamericano Eli Roth y rendía homenaje a esos viejos slashers de las décadas de los setenta y ochenta ambientados en festividades. Dieciséis años más tarde, el propio Roth ha llevado a los cines una expansión de ese tráiler, con el título en nuestro país de Black Friday.
Black Friday propone una trama de venganza, en la que un grupo de estudiantes de secundaria se convierten en el macabro objetivo de un asesino psicópata disfrazado de John Carver, el primer gobernador de la Colonia de Plymouth, formada por peregrinos que viajaron desde Europa a América a bordo del Mayflower en 1620. Quien, supuestamente, está castigando a los involucrados en una tragedia producida durante el Black Friday de un hipermercado local, que acabó con la vida de numerosos compradores.
Eli Roth, responsable de éxitos del género como Cabin Fever (2002) o la saga Hostel , es experto en ofrecer un terror que satiriza la cultura social, tanto como celebra los ingredientes del género del horror y, en este caso, del subgénero del slasher. Roth utiliza todos los mecanismos comunes del subgénero para plantear Black Friday como una denuncia del consumismo que se ha apoderado de una festividad de orígenes protestantes como es el Día de Acción de Gracias, en la que unas rebajas comerciales celebradas el día anterior oscurecen la tradicional celebración norteamericana. Pero, siendo Roth un director que maneja bien las imágenes impactantes que revuelven el estómago, a menudo se olvida del guion y de crear un desarrollo sólido de los personajes. Black Friday es un buen ejemplo de ello.
Ambientada en la ciudad de Plymouth, lugar donde se produjo el primer asentamiento de colonos europeos y donde el Día de Acción de Gracias cobra una dimensión muy especial, Black Friday no escatima en utilizar toda la simbología propia de la celebración, como los desfiles adornados con disfraces de peregrinos fundadores o las cenas familiares en torno al pavo, para diseccionar la fiesta y aderezarlo todo con una gran cantidad de gore. Inicialmente podría haber partido como un juego metarreferencial, un regalo a los más experimentados del cine de horror que aún recuerdan el tráiler falso de “Death Proof” y sus set pieces con mucha sangre salpicada y una decapitación explícita. Pero Eli Roth no parece tener intención de ir más allá y Black Friday acaba siendo un mediocre slasher, no demasiado original y con un guion muy superficial, que está plagado de diálogos redundantes y situaciones hiperbólicas que rozan lo inverosímil, como toda la secuencia que abre la película y su estampida de compradores despiadados.
Una vez que ha sido superado el prólogo y las escenas de violencia que lo salpican, Eli Roth podría haberse valido del imaginario efectista y todopoderoso del slasher para indagar y rasgar en las conductas atroces del ser humano. Pero, en lugar de ello, no parece demasiado preocupado en reflexionar sobre su propia premisa inicial, como si todo ello no tuviese la mayor relevancia que la de introducir un elevado número de personajes anodinos con el que nutrir la tabla de carnicero que tiene en mente. Por esta causa, esos personajes desagradables que formaron parte de una brutal estampida viralizada en Internet, son mostrados posteriormente de manera indolente, como si nada hubiese sucedido. Algo poco coherente con la cultura de la cancelación que estamos viviendo en los últimos tiempos, donde cualquier individuo o grupo que aparezca en un vídeo viral de esa índole sería inmediatamente considerado socialmente inaceptable u ofensivo.
Del mismo modo, los jóvenes protagonistas tampoco tienen un desarrollo de personajes adecuado. Al margen de que sus personalidades sean todo lo planas que pueda extraerse de un estereotipado grupo de adolescentes, abiertamente esbozado como una reformulación exagerada del de Scream (Vigila quién llama) (1996) , sus interactuaciones resultan muy poco naturales, como si no encajasen entre ellos. Además, las interpretaciones de los jóvenes actores, que incluyen a la influencer de moda Addison Rae y un elenco de rostros poco reconocidos, son cuanto menos olvidables.
Si antes hicimos referencia a slashers enfocados en días festivos como “Halloween” y “Navidades negras”, estos fueron trabajos serios, muy comprometidos con la construcción del suspense por encima de la truculencia. Sin embargo la mirada de Roth está más puesta en esa categoría del cine de horror que no se toma en serio a sí misma, trasplantando la tensión de una historia bien desarrollada hacia una representación impactante y, sobre todo sangrienta, de la imagen. Un ejercicio de puro splatter fílmico que se construye desde la estética gore. Pero, Roth es un director cuya reputación supera con creces su talento, aunque ni siquiera sus escenas más sangrientas presenten un componente artístico y estético sorprendente. Además, ciertas decisiones narrativas arriesgadas restan coherencia a la trama, como esa ruptura de sus propias reglas formales respecto al asesino disfrazado de John Carver durante el desfile de Acción de Gracias, o ese peculiar asado que, más o menos, vendría a ser el equivalente a meter en el horno un pavo sin quitarle el envase que lo protege.
En definitiva, Black Friday es un slasher con más entusiasmo que acierto. Queda claro que Eli Roth no pretende deconstruir el género, más allá de imitar con soltura las múltiples y diversas coordenadas de ese subtipo de películas de terror y cuidar la truculencia al máximo desde el rabioso estallido de violencia del prólogo. Tiene también algunos momentos ingeniosos, al menos en la forma, como aquel en el que Nell Verlaque se esconde del asesino mezclándose con un montón de cabezas de maniquí o la camarera (Amanda Barker) cuyo teléfono móvil no reconoce su rostro desfigurado. Pero sus personajes están mal escritos, carecen de motivación y el misterio central es demasiado bobalicón. Basta centrarnos en la parte final de la película y su desenlace en torno a una mesa de Acción de Gracias, donde la revelación final del asesino resulta algo torpe y su elección de las víctimas no guarda ningún sentido. La verdad, no hay mucho donde por lo que dar las gracias.