Título original: Demonic (CAN, 2021) Color, 104 mins.
Director: Neill Blomkamp
Reparto: Carly Pope, Chris William Martin, Michael J. Rogers, Nathalie Boltt
El realizador sudafricano Neill Blomkamp se labró una cierta reputación como cineasta independiente de ideas arriesgadas y mayor inventiva, con su potente alegoría del apartheid Distrito 9 (2009) . Ahora, tras un alejamiento de las salas de cine de seis años, que ha sido ocupado con la presentación de una serie de interesantes cortometrajes que venían a engrosar su rica imaginería futurista y el catálogo de Oats Studios, la productora de su propiedad, y que han sido recopilados en una serie titulada Oats Studios: Volume 1 y distribuida por Netflix, Blomkamp regresa a la dirección de largometrajes con un híbrido entre el subgénero de posesiones infernales y el cyberpunk, que gira en torno a una mujer que se adentra en una recreación virtual del subconsciente de su madre en coma para desvelar los motivos que la llevaron a cometer una terrible masacre en un hospital psiquiátrico.
Con evidentes reminiscencias del clásico La celda (2000) de Tarsem Singh, donde una simulación del mundo de los pensamientos de otro asesino en coma es la premisa central de la historia, pero sin el brillante barroquismo del film de Singh, Blomkamp juega con las nuevas tecnologías para ahondar en su particular interés en expandir la experiencia del universo cinematográfico de manera metanarrativa, usando las nuevas tecnologías de captura volumétrica, un tipo de captura de movimiento que permite trasladar la interpretación de un actor a un modelo 3D y colocarlo en un escenario virtual en tiempo real, y permitiendo que el director pueda usar las imágenes para introducir virtualmente a los espectadores en los mismos escenarios a través de la realidad virtual e invitarles a convertirse en actores en primera persona, trascendiendo el común visionado pasivo.
Al margen de este detalle técnico, por muy atractivo que sea, Demonic no deja de ser un film tradicional y por tanto debería ser reseñado como tal. Y en este sentido, el film se siente incompleto e irregular, perdido en sus propias pretensiones y carente por completo del ritmo y de la acción vertiginosa que caracterizan los anteriores trabajos de Blomkamp. Es cierto, que ofrece ciertos conceptos de enorme interés, la integración de la tecnología VR para adentrar al espectador en el mundo interior de un poseído, la unidad de soldados/exorcistas del Vaticano, para entremezclarlos de mala manera y sin apenas imaginación en un tormentoso drama familiar materno-filial pobremente desarrollado y poco empatizador. Por si fuera poco, para alimentar aún más la inconsistencia narrativa, el guión introduce algunos personajes satelitales que no tienen más función en la historia que la de convertirse en carne de cañón para los momentos más terroríficos. Incluyendo otra escena de poseído haciendo alarde de su habilidad con los asanas de yoga.
En resumidas cuentas, Demonic es otro film de terror que toma prestadas algunas premisas interesantes de aquí y de allá, La gran huida (1984) de Joseph Ruben es otro film que viene a la mente junto con el mencionado de Tarsem Singh, pero que no consigue trasladarlas con naturalidad, ni con cierta sustancialidad, como para constituirse en algo digno de ver. Además, la frialdad del entorno virtual, lejos de atraer la atención del espectador, termina por alejarlo como alma que lleva el Diablo. Únicamente cabrían destacar dos cosas: la inquietante partitura ambiental de Ola Strandh y el dato anecdótico de que buena parte de Demonic fue rodada en la Columbia Británica durante el confinamiento de la pandemia por Covid-19.