Título original: The Deliverance (USA, 2024) Color, 112 mins.
Director: Lee Daniels
Reparto: Andra Day, Glenn Close, Mo’Nique, Anthony B. Jenkins
En 2014, el reconocido director Lee Daniels anunció su intención de adaptar al cine el impactante caso de Latoya Ammons, una madre afroamericana de Indiana cuyo nombre saltó a los titulares debido a una serie de fenómenos paranormales y supuesta posesión demoníaca ocurridos en 2011. Latoya aseguró que una presencia demoníaca era la responsable de los comportamientos violentos que afectaban tanto a ella como a sus tres hijos menores, lo que llevó a que su situación captara la atención de la policía, trabajadores sociales e incluso de un sacerdote, quien realizó un exorcismo para intentar expulsar al presunto ente maligno.
Tras casi una década de espera, Netflix adquirió los derechos de distribución de la película en una reñida puja con otros seis grandes estudios de Hollywood. Los guionistas David Coggeshall y Elijah Bynum han tomado como punto de partida la premisa del caso real, previamente abordado en el docudrama Demon House (2019) de Zak Bagans, y la han transformado en un largometraje titulado La liberación. Una peculiar combinación de drama social con el subgénero de posesiones demoníacas, protagonizado por un cuarteto de actrices que atesoran entre ellas un galardón de la Academia y tres nominaciones.
La trama de La liberación sigue a Ebony (Andra Day), una madre con un pasado marcado por el abuso y el alcoholismo, que lucha por reconstruir su vida tras salir de prisión. Buscando un nuevo comienzo, se muda junto a sus tres hijos y su madre enferma (Glenn Close) a una casa en Indiana. Sin embargo, las dificultades económicas y la constante vigilancia de una trabajadora social asignada a su caso pronto se complican aún más, cuando una presencia sobrenatural comienza a manifestarse en su nuevo hogar, amenazando con desestabilizar por completo a la familia.
Lee Daniels es un cineasta que se caracteriza por abordar historias cargadas de melodrama, centradas en personajes marginales que luchan contra enormes adversidades para salir adelante. Películas como Precious (2009) o Los Estados Unidos contra Billie Holiday (2021) destacan por su poderosa denuncia social y su reivindicación cultural y por ser ejemplos distintivos de su estilo visual. En el caso de La liberación, el director sigue esta misma línea, presentando un drama familiar conmovedor que aborda con crudeza la vida al margen de la sociedad y las penurias de sus protagonistas. Ebony es un personaje profundamente trágico y complejo que otorga la oportunidad de explorar temas como la adicción, el maltrato familiar y el lastre de los traumas del pasado.
En este sentido, con La liberación, Lee Daniels tiene el potencial para entregar una película impactante, que pudiese ser conmovedora y aterradora a partes iguales, profundizando en la posibilidad de que la protagonista utilizara la posesión como una excusa para ocultar sus defectos como madre, y emplear la amenaza sobrenatural como una poderosa metáfora de los abusos, la pobreza y el racismo que rodean a la familia de Ebony. Factores que, en última instancia, son los verdaderos catalizadores de la disfunción y la locura que envuelven su hogar. Y, por algún tiempo, el guion de Coggeshall y Bynum parece moverse en esta dirección, sugiriendo incluso que los propios demonios internos de Ebony se transforman en el canal que da forma a una entidad mucho más aterradora que su alcoholismo o los explosivos ataques de ira con sus hijos.
Desgraciadamente, La liberación pierde fuerza en el momento en que el terror toma el control de la narrativa, transformándose en una convencional película de posesiones demoníacas. Siendo la falta de originalidad uno de sus principales problemas. Al igual que sucediera en Terror en Amityville (1979) de Stuart Rosenberg, algo siniestro habita en el sótano y se apodera progresivamente de la familia. Los niños son los primeros en manifestar la presencia diabólica, cayendo en clichés que remiten inevitablemente a El exorcista (1973) : levitaciones, contorsiones corporales y otros lugares comunes del género. Lee Daniels introduce los elementos sobrenaturales de forma genérica, ofreciendo un tratamiento visual y narrativo que hemos visto muchas veces anteriormente y, por lo tanto, su efectismo resulta menos escalofriante de lo que debería. Los momentos de terror apenas logran provocar un ligero estremecimiento, sin mostrarse especialmente sobrecogedores.
Además, todo el esfuerzo inicial en construir el personaje de Ebony y explorar su compleja realidad como mujer afroamericana desfavorecida se diluye por completo. Los desgastados recursos de serie B terminan apoderándose de la trama, reemplazando la profundidad emocional y el drama humano con sustos fáciles y tropos predecibles. En última instancia, esto sacrifica la riqueza narrativa de la primera mitad de la película en favor de un entretenimiento superficial que no deja huella.
Un apartado destacado en La liberación es, sin duda, su sólido reparto. Andra Day aporta una interpretación contundente en su papel de Ebony, una mujer que, en varios momentos, resulta tan desagradable como cruel (en una escena particularmente impactante, abofetea a uno de sus hijos por pedir un vaso de leche), muy alejada del estereotipo de víctima inocente asediada por lo sobrenatural. Junto a ella, Glenn Close también sobresale como la madre enferma, cuya compleja y tensa relación con su hija añade un nivel adicional de conflicto emocional, y Mo’Nique, una trabajadora social que sospecha que Ebony podría ser responsable de abusos domésticos. En contraste, Aunjanue Ellis-Taylor queda peor parada en el rol de una reverenda que ofrece realizar un exorcismo en la casa de Ebony. Su personaje carece del mismo desarrollo que los mencionados, lo que limita claramente su peso dramático en la trama.
En resumen, La liberación es un peculiar drama doméstico entremezclado con elementos de posesiones demoníacas, que carece de la cohesión necesaria para unir ambos aspectos de forma satisfactoria. Mientras que la primera mitad de la película destaca por su sólido enfoque en el drama social, cargado de significado y emocionalmente impactante, la transición hacia el terror en la segunda mitad introduce una serie de problemas narrativos y de ritmo que resultan difíciles de ignorar. El desenlace, especialmente, deja mucho que desear. Los conflictos principales se resuelven de manera apresurada y poco convincente, sacrificando la integridad narrativa en favor de un giro final que, en última instancia, no logra generar impacto, convirtiéndose en una película confusa y decepcionante que Lee Daniels nunca consigue hacer funcionar.