Título original: The Reckoning (UK, 2020) Color, 110 mins.
Director: Neil Marshall
Reparto: Charlotte Kirk, Joe Anderson, Steven Waddington, Sean Pertwee
A principios de la década de 2000, el crítico de cine Alan Jones acuñó el término «Splat Pack» para clasificar a la nueva ola de cineastas que se forjaron una gran popularidad con producciones de bajo presupuesto y violencia explícita que rápidamente se convertían en films de culto para las hordas de aficionados al género de terror. Neil Marshall formó parte de ese «Grupo de las salpicaduras» con filmes exitosos como Dog Soldiers (2002) y sobre todo, The Descent (2005) .
Ambientada en la Inglaterra septentrional del año 1665, azotada por la Peste Negra, The Reckoning es una ejemplarmente confusa y menos que mediocre película de terror, claramente inspirada en los films de explotación y torturas como Las torturas de la Inquisición (1970) o El Inquisidor (1968) de Michael Reeves, cuya trama gira en torno a las vicisitudes que sufre una atractiva granjera, una Charlotte Kirk absolutamente fuera de lugar, cuando su marido muere por culpa de la peste y un señor feudal se aprovecha de la circunstancia para insinuarse sexualmente a cambio de la renta. Cuando sus viles avances son rechazados, el terrateniente la acusa de brujería y la condena a las torturas de un sádico inquisidor, interpretado por Sean Pertwee, con quien ya colaborara Marshall en Dog Soldiers.
Rodada dos años atrás en tierras húngaras y retrasado su estreno por culpa de la pandemia de Covid-19, The Reckoning fue presentada inicialmente en el marco de la 23 edición del Fantasia Film Festival de Montreal, resultando en un sonoro fracaso de crítica y audiencia. Irregular y fallida, con una realización cargada de tintas en el aspecto formal, aunada en torno a una tosca concepción visual del entretenimiento cinematográfico, inusual en quien sobrecogiera a medio mundo con la violencia caníbal de The Descent. Aunque técnicamente resulta impecable, la absoluta ausencia de atmósfera y, sobre todo, el terrible y poco inspirado trabajo de edición hacen que todo parezca un telefilme sombrío y aburrido.
Resulta sorprendente, sin embargo, que Neil Marshall dé muestras de poseer buenas ideas, coqueteando con la posibilidad de que la desdichada protagonista sea realmente una bruja o que sus alucinaciones producidas por la tentación diabólica nos conduzcan a un desenlace sobrenatural, más allá de la mera explotación voyerista. Nada más lejos de la realidad, el confuso y mediocre guión resulta incapaz de elaborar un metáfora medianamente inteligente sobre la misoginia institucionalizada o, simplemente, una buena historia de cacería de brujas, con todas las anotaciones fetichistas que ello permite y donde no faltaran apuntes eróticos y algún que otro rasgo sádico, como aquel que muestra a Kirk padeciendo nada menos que una tortura con la infame pera de la angustia. Los espectadores son sometidos a una reiterativa descripción de torturas, torturas, y más torturas, que ni siquiera tienen el impacto terrorífico que se les presupone.
En definitiva, una indigna y reprochable imitación de los viejos filmes de torturas de los 70 o la más cercana Black Death (Garra negra) (2010) de Christopher Smith, que carece de la profundidad y el acabado estético de los trabajos de Marshall y donde la forma prevalece por encima del fondo. A destacar únicamente la emocionante partitura firmada por Christopher Drake, que bien podría haber sido escrita por Hans Zimmer.